Madrid - Mogadiscio
“Que se vaya a Somalia”. “No será así entre vosotros”. “Así no”. Son algunos de los más tiernos eslóganes vociferados ayer de 19 a 23 horas en el centro de Madrid. Otros eran menos piadosos, pero igualmente respetables y democráticos. “Cuidado con los niños que viene al papa”. “Ratzinger encubre pederastas”. “Vaticano no firmó carta de derechos humanos”. “Clericalismo agresivo, no”. “Vaticano es Guantánamo”. "Religión, fuera de la escuela”. “Menos religión, más cultura”. Y lo que fue origen de la manifestación, “Con mis impuestos, no” y que se concretó en el reproche a los perigrinos: “Esa mochila la he pagado yo”.
Asistí a la manifestación, más como observador y cronista que como participante. Eran 150 las entidades convocantes. De toda España. Desde las católicas “redes cristianas” y “cristianos por el socialismo” hasta las múltiples asociaciones de ateos. La marcha tenía recorrido establecido y autorizado de un par de kilómetros, desde Plaza Tirso de Molina hasta Sol. Fue pacífica, festiva, reivindicativa, crítica. No vimos policías. No se necesitaban. Llegados a Sol, la plaza se fue llenando. Incluso las calles Carmen y Peciados estaban abarrotadas. Un grupo de “peregrinos” se negó a salir de Sol, interfiriendo la marcha. Los laicos cantaron “Esa mochila la he pagado yo”. Era la alusión a la uniforme mochila que la organización de la JMJ regaló a cada uno de los católicos asistentes.
Tanquetas y miembros de la Policía velaban en Sol. No eran 2.000 los manifestantes como publican hoy algunos periódicos. Eran tantos como puede albergar la Puerta del Sol. ¿Acaso 20.000? Esta mañana escuché comentarios simplistas y tendenciosos en la emisoras de Radio. Por favor. No eran los del 15M los manifestantes, aunque había alguien del movimiento 15M. No eran los indignados (así llaman también al 15M). Eran los de ideología laica y los descontentos (crisianos o no) con la ostentosa visita del papa. Criticaban el derroche económico y la sumisión del poder civil al eclesiático. Con mensaje reformista, muchos participantes lanzaban un reproche evangélico: Somalia es hoy el destino de alguien que se autoproclama representante de Jesús.
Dejé Sol a las 22 horas. Todo pacífico hasta ese momento. Pude ver un grupo de “peregrinos”, media docena, mochila a la espalda, cruzar la plaza. Regresaron sin más. Ninguna meta, ningún aparente motivo. Parecia una provocación. Pocos de los allí reunidos corearon “esa mochila la he pagado yo”, “de mis impuestos, cero”. Fue todo.
Ya en casa, veo y oigo las noticias. Los “indignados” habrían agredido a algunos “peregrinos” y la Policía habría tenía que actuar. No puedo dar testimonio de cuanto sucedió después de las 22 horas. Pero tengo para mí que se ha tratado de muy pocos entre muchos. Que los “peregrinos” no deberían haber intervenido o interceptado la manifestación de los autorizados convocantes. Que en toda gran masa hay una minoría que se pasa. Que no se puede generalizar. Que, con la autorización correspondiente, la Puerta del Sol estaba tomada por la marcha laica. Y que, aunque no es esperable, el papa, las autoridades españolas, los católicos convencidos, deberían escuchar a los manifestantes. En cantidad, son menos que los “peregrinos”. No han preparado la manifestación durante tres años. No cuentan con medio millón de curas y frailes que traen a sus alumnos a Madrid desde 150 países en los que el Catolicismo impera. Pero, aunque son sólo unos miles (españoles) contra un millón (de todo el mundo), estamos ante gente -gran parte eran jóvenes- que piensa, que reflexiona, que toma postura.
Dentro de pocas horas, llega Ratzinger a Madrid. El mismo que en otro tiempo, en sus libros, cercenaba poder al papa romano para dar protagonismo horizontal a los creyentes en Jesús. Las autoridades españolas se “arrodillarán” ante alguien que ya no representa los mensajes y valores de Jesús de Nazaret. Alguien que se ha pasado a la otro orilla: Porque Jesús lo dijo:
”Vosotros sabéis que los príncipes de las naciones las subyugan y que los grandes imperan sobre ella. No ha de ser así entre vosotros. El que entre vosotros quiera llegar a ser grande, sea vuestro servidor, y el que entre vosotros quiera ser el primero, sea vuestro siervo, así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir” (Mt 20, 25-28).
Asistí a la manifestación, más como observador y cronista que como participante. Eran 150 las entidades convocantes. De toda España. Desde las católicas “redes cristianas” y “cristianos por el socialismo” hasta las múltiples asociaciones de ateos. La marcha tenía recorrido establecido y autorizado de un par de kilómetros, desde Plaza Tirso de Molina hasta Sol. Fue pacífica, festiva, reivindicativa, crítica. No vimos policías. No se necesitaban. Llegados a Sol, la plaza se fue llenando. Incluso las calles Carmen y Peciados estaban abarrotadas. Un grupo de “peregrinos” se negó a salir de Sol, interfiriendo la marcha. Los laicos cantaron “Esa mochila la he pagado yo”. Era la alusión a la uniforme mochila que la organización de la JMJ regaló a cada uno de los católicos asistentes.
Tanquetas y miembros de la Policía velaban en Sol. No eran 2.000 los manifestantes como publican hoy algunos periódicos. Eran tantos como puede albergar la Puerta del Sol. ¿Acaso 20.000? Esta mañana escuché comentarios simplistas y tendenciosos en la emisoras de Radio. Por favor. No eran los del 15M los manifestantes, aunque había alguien del movimiento 15M. No eran los indignados (así llaman también al 15M). Eran los de ideología laica y los descontentos (crisianos o no) con la ostentosa visita del papa. Criticaban el derroche económico y la sumisión del poder civil al eclesiático. Con mensaje reformista, muchos participantes lanzaban un reproche evangélico: Somalia es hoy el destino de alguien que se autoproclama representante de Jesús.
Dejé Sol a las 22 horas. Todo pacífico hasta ese momento. Pude ver un grupo de “peregrinos”, media docena, mochila a la espalda, cruzar la plaza. Regresaron sin más. Ninguna meta, ningún aparente motivo. Parecia una provocación. Pocos de los allí reunidos corearon “esa mochila la he pagado yo”, “de mis impuestos, cero”. Fue todo.
Ya en casa, veo y oigo las noticias. Los “indignados” habrían agredido a algunos “peregrinos” y la Policía habría tenía que actuar. No puedo dar testimonio de cuanto sucedió después de las 22 horas. Pero tengo para mí que se ha tratado de muy pocos entre muchos. Que los “peregrinos” no deberían haber intervenido o interceptado la manifestación de los autorizados convocantes. Que en toda gran masa hay una minoría que se pasa. Que no se puede generalizar. Que, con la autorización correspondiente, la Puerta del Sol estaba tomada por la marcha laica. Y que, aunque no es esperable, el papa, las autoridades españolas, los católicos convencidos, deberían escuchar a los manifestantes. En cantidad, son menos que los “peregrinos”. No han preparado la manifestación durante tres años. No cuentan con medio millón de curas y frailes que traen a sus alumnos a Madrid desde 150 países en los que el Catolicismo impera. Pero, aunque son sólo unos miles (españoles) contra un millón (de todo el mundo), estamos ante gente -gran parte eran jóvenes- que piensa, que reflexiona, que toma postura.
Dentro de pocas horas, llega Ratzinger a Madrid. El mismo que en otro tiempo, en sus libros, cercenaba poder al papa romano para dar protagonismo horizontal a los creyentes en Jesús. Las autoridades españolas se “arrodillarán” ante alguien que ya no representa los mensajes y valores de Jesús de Nazaret. Alguien que se ha pasado a la otro orilla: Porque Jesús lo dijo:
”Vosotros sabéis que los príncipes de las naciones las subyugan y que los grandes imperan sobre ella. No ha de ser así entre vosotros. El que entre vosotros quiera llegar a ser grande, sea vuestro servidor, y el que entre vosotros quiera ser el primero, sea vuestro siervo, así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir” (Mt 20, 25-28).