Crece la desmesura

“¡Cuando todo baja, ¡qué difícil es no bajar también!”.
Esta breve letrilla de uno de mis poetas preferidos, don Antonio Machado, encierra, a mi ver, todo un derroche de lógica y de buen sentido. Y no precisamente por esa que suele llamarse “la atracción de los abismos”, sino porque esa palabra mágica pero equívoca llamada progreso ha sido desvergonzadamente apropiada por los enemigos del verdadero progreso. Ellos se llaman “progres” y es posible que tal apócope encierre más de calculada malicia que de mero “quid por quo”. Porque, en el lenguaje común, llamarse “progre” es diferente de ser “hombre” o “mujer de progreso”. Es como la patología del progreso de verdad. Al menos, así lo pienso y veo yo.

Mucho le cuesta hoy al día dar la cara. Densa niebla topaba con las ganas de amanecer y cerraba el paso a la fuerza de la luz y a la ventura diaria de ver las cosas como son y no sólo intuirlas nada más. Este amanecer sólo se las intuía. Agobia un tanto a los que madrugamos perderse el premio de una primera luz brillante y neta y haber de contentarse con presagios y cábalas. De todos modos, no me pesa porque –hasta en medio de la niebla- se puede soñar y, sobre todo, esperar…
De hecho, a media mañana las nieblas se disiparon y el sol luce como en el otoño, pero anima.

En los tiempos de la superciencia y de la supertécnica, paradójicamente, la desmesura se ha soltado el pelo y se adueña, como la mala hierba en tiempos descuidados, de casi todos los jardines, aún de aquellos más llamados a ser espejos de civismo y educación. Y no se trata de algo que te cuentan, de vender una cosa por otra o de teorizar, sino de un mero percibir el curso diario de realidades y hechos que hablan claro hasta sin hacerles preguntas.
Desmesura – exceso –abuso – gritos - descaro y desfachatez – grosería - ordinariez y chabacanería – desvergüenza –cinismo –chulería – zafiedad incluso – pitorreo de aquello que se representa – pedestrismo - insulto – gritos por razones – estupideces por decencia ….. Desmesuras….


- Los rayos y truenos. Tras meses de sequías pertinaces, cuando empieza a llover, tienen que salir a todo correr los bomberos a rescatar cosas y personas del furor de las aguas… Era lo de ayer en Cádiz o Málaga. Desmesura de la naturaleza
- El piropo convertido en acoso. El piropo a una mujer –ayer comentaban varias el llamado ”acoso callejero” de que son víctimas casi todas en su transitar por calles y plazas- se ha vuelto escupitajo cuando no algo peor y más hiriente. Desmesura
- Una democracia morbosa. Ayer mismo –nada menos que en el Parlamento. La presidenta tenía que llamar al orden y al respeto muy en serio para cortar el esperpento y pedir que bastantes de los señores diputados se dedicaran a cumplir con su deber y dejaran de convertir la sede mayor de la soberanía de pueblo en sede mayor del prebeyismo. “Señorías, les recuerdo que aquí se viene a defender las ideas con la palabras y las razones, en libertad y nio con espectáculos o gestos”. Algo así hubo de tener que decir Doña Ana Pastor -presidenta del Congreso- a sus señorías. Desmesura también
- Zafiedad al cubo, Una señora –por decir algo- diputada, ayer mismo, tuvo el gesto galante de “hacer en pleno Parlamento un corte de mangas” a uno de sus compañeros (ella le llamará seguramente de todo menos de compañero). Lo hemos visto todos, como hemos visto las pancartas en mano de los diputados, el alboroto, los insultos… Pero dejemos lo demás y vayamos al “corte de mangas” de la sra. diputada: lo que ha hecho ella ¿no es maltrato? ¿Se extrañará ella de que le llamen cualquier cosa si ella, ni en una sede tan teóricamente digna como el Parlamento, hace un gesto asqueroso a otro parlamentario? Mucha desmesura
-Y lo otro, lo de todos o casi todos los días. El invento de los “derechos de los animales” en vez de insistir en los deberes de los hombres hacia los animales.
El encomio absolutista del diálogo “sin condiciones” pero “a condición” de que no se hable de otra cosa que de lo que a uno le conviene y esosin contrapartidas.
El abono descarado e ignorante al derecho a decidir que, al no plantearse sobre qué ha de proyectarse la decisión, bien pudiera consistir en decidir coger un rifle, cargarlo y disparar a mansalva sobre la gala musical de Las Vegas como sucedió no hace tantos días.
Los “eskraches” tan aplaudidos cuando se dirigen hacia otros y tan malos o fétidos cuando se plantan ante la cas a de uno.
Las “democracias revolucionarias” del insigne camarada Maduro.
Para qué seguir si cada día las desmesuras insignes -dejemos de lado las mediadas o las bajas- brotan como los hongos después de llovaer y salir un poco el sol? Otras tantes desmesuras

¿Qué decir o comentar?
No mucho porque no merece la pena. Por un lado, cuando las cosas, los hechos o las realidades se dejan ver a simple vista, no es menester de muchas aclaraciones, explicaciones o análisis. “A buenos entendedores, pocas palabras”.
Para los demás, los que no ven o no desean ver ni las evidencias, como la cosa es de imposible cumplimiento ¿a qué molestarse perdiendo el tiempo?. Que, como dice el refrán que me contaron en La Rioja un día: "Al que nace barrigón, tontería que lo fajen”. Y además, cuando cunde la insensatez o la necedad, es inútil hablar en serio aunque sea llamando a las cosas por su nombre. Se entenderán al revés o al autor de las interpretaciones o comentarios se se le llamará “facha” o “carca”, sin saberse que “facha” es y “carca” es el que…..
Antes se decía que libertad sin responsabilidad no es libertad (lo decían todos los pensadores de la libertad y algunos .-no todos, ni mucho menos- de los que se ejercitaban en el uso de la propia libertad. Hoy habría que dejar de lado –por archisabido- los crímenes cometidos en nombre de la libertad y dejarlo en que “sin educación y respeto, la invocación de la libertad es una chirigota,

Al cerrar, volvamos a los ojos a la precisa y sabia letrilla del poeta: “Cuando todo baja, qué difícil es no bajar también!”. Simplemente, por duro esfuerzo de las subidas y la blanda, dulce inercia de las pajadas. Aunque haya veces que –de tanto bajar- se termina dando con los piés más abajo del suelo, donde termina el hombre y empieza el animal.
De todos modos si hay que bajar bajemos, pero no al galope o tn de prisa. Como dijera el emperador Augusto en dos solas palabras mágicas y oportunas siempre: “Festina lente”. Apresúrate, pero sin perder el equilibrio al andar-
Contrapuntos de la desmesura. Mesura – Equilibrio – Sensatez – Pensar las cosas antes de hacerlas y no al revés – No hacer “cortes de mangas” a nadie, porque es feo y zafio y desdice – Paso corto y vista larga – Y un respeto sagrado a las personas aunque sus ideas anden muy lejos de uno.

FLASHES VIVOS Y APUNTES CORTOS DEL MISMO DÍA

* Una civilización a la altura del betún.
La noticia me sacudió ayer tarde como si hubiera recibido un latigazo. Y no sólo por mostrar una indecencia sobrehumana, sino por saltarse las más elementales reglas de la justicia y el derecho.
Si es inmoral –absolutamente inmoral- que paguen “justos por pecadores”; si es impío que se obedezca –o simplemente que tenga vigor o se aplique- una ley que impide que un padre –por estar en prisión- pueda donar a su hijo el riñón que precisa para salvar la vida y él está dispuesto a darle, es de un positivismo denigrante y de una burocracia infinita llevar una legalidad al extremo de que que el Derecho –“Hominum causa omne ius constitutum est” - sólo por el hombre y para el hombre ha de hacerse todo tipo de Derecho y toda gama de derechos, como adveraba ya el Digesto romano (D. I, 6, 2)- “se cargue” con tanta vistosidad como alevosía la primaria “virtus” humana de la Justicia. EDn nombre del Derecho se mata la Justicia. ¿No es ese el caso de la noticia de ayer, en uno de los Estados de Norteamérica?
“La ley es la ley” o “dura lex sed lex”, dirán leguleyos y positivistas implacables reclusos en su truco maniqueo de que la legitimidad le viene a la ley. no de la justicia –la que se patenta, por ejemplo, en los elencos de los derechos humanos-, sino de la voluntad del que hace la ley. Lo dirán algunos, quizá muchos
Déjeseles, pues, estar en su desvarío humanista.
Pero, a pesar de ello, no se debiera olvidar esa otra máxima, también de los principios universales del Derecho, vigente en todo tiempo en la justicia romana, según la cual “Summum ius, summa iniuria”, que asume Cicerón (De officiis, I, 33) para referirse a las trampas de las leyes y mostrar de paso que estas artes son antijurídicas porque con ellas se engaña y se decepciona la justicia, pero no se juzga rectamente (Decipere hoc quidem est, non iudicare”). Por lo que “in omni est re fugienda talis sollertia”. En todo, en en los ámbitos de la justicia más, se ha de evitar la malicia. En todo pero en estas cosas ded vivir o morir mucho más.
Hay cantos a la cultura y a la civilización que suenan estentoriamente a falsos.

Corazón y cabeza.
Me solazo estas tardes de otoño con la lectura, pausada y meditada como suelo hacer hasta cuando leo los periódicos, del Apéndice con que Ortega y Gasset ilustra su magnifico ensayo El tema de nuestro tiempo. Lo titula El ocaso de las revoluciones, de las que dice que no las hay, incluso que son imposibles, en Europa, en esta época.

Como la palabra “revolución” se presta –igual que tantas otras- al manoseo y a la soba utilitaria y mostrenca-, Ortega se ocupa, nada más comenzar, de precisar bien el sentido estricto de la misma, y separa la verdadera revolución de cualquier modo de asalto al poder sirviéndose de la violencia. “Lo menos esencial en una revolución –afirma- es la violencia. Aunque ello sea poco probable, cabe inclusive imaginar que una revolución se cumpla en seco sin derramar una gota de sangre. La revolución no es la barricada, sino un estado de espíritu. Y este estado de espíritu no se produce en cualquier tiempo; como las frutas tiene su estación”. Explica su idea de que las verdaderas revoluciones, en la historia, no han surgido contra los abusos reinantes, sino contra los usos, contra el sistema, contra el orden establecido. Por eso, una revolución es más que una reforma o una innovación o incluso renovación del sistema del poder.
Por ello tal vez algunos llaman a Cristo y a su Evangelio revolucionarios, porque traen a la historia del hombre un universo de valores y de creencias completamente distinto de todo lo anterior o de lo entonces vigente.
Y por eso también Lutero, con sus tesis 95 clavadas en la puerta de la iglesia del castillo de Wittemberg, no buscaba la reforma de una Iglesia pecadora, como buscaba su amigo Erasmo, sino una subversión, por su cuenta, del Evangelio de Jesús.

Pero lo que me interesa resaltar de mis lecturas de hoy sobre el ocaso de las revoluciones en Europa es otra cosa.
Un revolucionario nunca es un tonto. Podrá ser audaz, temerario, insolente, visionario, amante del progreso o utilitarista, pero no puede ser tonto ni subnormal.
Lo expresa Ortega al enseñar que. para ser un revolucionario de verdad, hay que tener cabeza. “Todas las subversiones, si lo son de verdad, suponen una peculiar, inconfundible, disposición de los espíritus, de las cabezas” (cfr. Ortega y Gasset, Obras, Alianza Editorial, Madrid 1994, vol. III, pp. 208-209).
Puede ser de tontos, de fanáticos o de los que se escuernan contra la pared por una idea (recordemos la letrilla de Machado de las “nueve cabezas” que embisten) dar un golpe o urdir levantamientos, algaradas o jugar a mártires mejor que a héroes, pero acaudillar una revolución en regla…

Sueños de revolución –de la buena o de la mala-, como los de grandeza, los puede tener cualquiera; incluso a edades en que la madurez se las juega cada día con la inmadurez parecen cosa natural. Y puesto que Ortega habla de la cabeza en su diseño del revolucionario y asume que en Europa las verdaderas revoluciones están de capa caída, no olvidemos el dicho jocoso a propósito de las revoluciones y las cabezas. “El que a los 20 años no fue revolucionario es que nunca tuvo corazón, pero el que a los 40 lo sigue siendo demuestra no tener cabeza”.
¿No nos suena cerca esta canción?

Dos ocurrencias de hoy mismo

-Hacer el mal no siempre es cosa de cartera o chequera. Hay veces –bastantes- que sale del alma del malvado.
No siempre se obra el mal por cobrar. También se hace, y no infrecuentemente, por odios
-El consejo del sabio y quizás del humorista. No cuentes tus males a los demás, que los divierta su padre (I. Linazasoro lo cuente en su libro Reírse a pesar de todo-

El consejo del santo sobre lo mismo. No cuentes tus males a los demás La gente anda muy de prisa y muy sobrecargada de preocupaciones y cuitas. No la cargues más. Hazle, si puedes, ese favor.
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