No a todos conviene lo justo
Que el hombre es un ser habilitado para vivir con otros, es innegable desde que Aristóteles lo pusiera en letras de molde: “zoom politikon”, el hombre es un ser sociable. Que “vivir con otros” –obligado para ser “hombres”- no es una “bicoca” sino gravoso deber que se corresponde con esa necesidad (el “Robinson” no deja de ser una extravagancia literaria, significativa, eso sí), parece igualmente claro. Las infinitas guerras de la Historia humana, pequeñas y grandes, a tiros o a puñetazos, lo hacen visible.
Y que, para bien conjugar las dos cosas, la justicia y el derecho –por este orden (no puede darse buen derecho sin justicia, y la justicia, para serlo de verdad, necesita un derecho ajustado a ella) han de llevarse bien e ir de la mano “hasta la muerte”.
No debe ser fácil, sin embargo, tan natural maridaje cuando –en todo tiempo y aún ahora- más que marido y mujer avenidos, el derecho y la justicia andan separados, divorciados y a palos entre ellos con harta frecuencia. Y este repudio es visib le a nuestro lado; no en los antípodas o en esos regímenes que denostamos en nombre del Estado de Derecho y llamamos “bárbaros”, “déspotas” o “fascistas” en el sentido que dan a esas palabreras los varios que, bajo banderas de democracia, esconden hechuras totalitarias tan execrables como las del Daesh o la de Maduro.
No debe ser muy factible cuando entre nosotros, ahora mismo, civilizados y modernos que nos llamamos, saltan a la “picota” las “miserias” –reales o presuntas- de una “Justicia” y un “Derecho” dignos –socialmente- de mejor suerte.
Pienso que sigue en pleno vigor la maldición vertida por Kant sobre sobre el mundo del derecho: “Noch suchen die Juristen eine Definition zu ihren Begriffe von Rechte”. Todavía no han conseguido los juristas ponerse de acuerdo sobre lo que ha de entenderse por “Derecho”: si “la justicia del derecho” se radica simplemente en que algo sea mandado o impuesto por el que manda, o lo contrario, que nada pueda ser impuesto por nadie sin una previa patente de justicia.
Pero como este sempiterno debate llena la Historia del Derecho y seguirá vivo por azares del sinsentido que a la libertad a veces acompaña, vuelvo los ojos esta mañana hacia dos señuelos insignes de hoy mismo que me incitan a reflexionar un rato sobre esta cosa lamentable de las desavenencias entre la justicia y el derecho.
- En el Museo del Prado se acaba de descubrir, en el Album C de los dibujos de Goya, una inscripción manuscrita del propio pintor que indica el sentido que a este dibujo le daba: “No a todos conviene lo justo”
- Por otro lado, el relato del capítulo 25 de los Hechos de los Apóstoles, libro neotestamentario que da fe de los primeros pasos de la Iglesia y del modo de entender y vivir los primeros cristianos –San Pablo en este caso- el Evangelio de Jesús.
Uno y otro, por distinta vía y cauce, trazan, a mi ver, simbolismos extrapolables a la realidad socio-jurídico-política de nuestra sociedad del s. XXI.
* Al punto de la mañana escuché la noticia. Goya, con estos dibujos, evoca simbolicamente momentos estelares de nuestra Historia de comienzo del s. XIX; concretamente el movimiento de ideas renovador y constituyente de las Cortes de Cádiz y de su fruto más señero, la constitución de 1812. La balanza que llena este dibujo resplandece como símbolo de la Justicia que llega y muestra dos tipos de actitudes y reacciones dispares, de admiración y alegría en unas personas que se acercan y de temor y repulsa en otras personas que huyen. El dibujo ilustra esas reacciones con la frase que ahora por primera vez se descubre y es alusiva a este dibujo: “No a todos conviene lo justo”.
A mi modesto ver, el dibujo y el comentario del pintor trasciende ese momento germinal del “nuevo orden” que estaba marcando aquella primera constitución española. Creo que el simbolismo del dibujo documenta el nacimiento formal de las que se llamarán en adelante las Dos Españas; fenómeno socio-político que marca un antes y un después en nuestra Historia y que –siendo realidad de todas partes y con tintes de comedia o drama pero pasajeros y superables o superados ya- entre nosotros parece tatuaje inspirado en el ADN por su persistencia y malaventura.
Como no es cosa de perderse en glosas e hipótesis ante la frase, me limito a volcar unas preguntas al aire: ¿quiénes son los que huyen de la balanza y quiénes se acercan a ella en el simbolismo querido por Goya al esbozar el dibujo? ¿Los que huyen son los delincuentes? Mirado el boceto por dentro y por fuera, por la sustancia y la circunstancia, los que huyen y los que se aproximan a la balanza del equilibrio que separa lo justo y lo injusto no son únicamente los que entendemos por delincuentes. Si sólo fueran ellos, ni la Justicia, hoy en España, andaría de capa caída como se la ve ni la tragedia nacional de las Dos Españas seguiría representándose aún y con llenos diarios.
¿Lección de Justicia y Derecho la que Goya quiere dar con este comentario a uno de sus dibujos sobre aquel momento de España? Es posible. Lecciones de Justicia y Derecho no sólo las saben dar los catedráticos, los jueces o los políticos. También se puede aprender de las que salen de la obra de los artistas y con más ingenio y belleza…
** Esta mañana, poco después de conocer la noticia de la frase de Goya marcando este “doble filo” de la Justicia, leía el cap. 25 de los Hechos de los Apóstoles.
El rey Agripa llega a Cesarea para “cumplimentar” a Festo y éste aprovecha para plantear al rey el caso de Saulo de Tarso, al que se encontró en la cárcel a su regreso de Jerusalén y para el que piden condena los “sumos sacerdotes y los senadores judios”. Festo expone al rey sus criterios para impartir justicia. “No es costumbre romana –le dice- condenar a un hombre por las buenas; primero el acusado tiene que carearse con sus acusadores para que tenga ocasión de defenderse. Vinieron conmigo a Cesarea y yo, sin dar largas al asunto, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a este hombre. Pero cuando los acusadores tomaron la palabra, no adujeron ningún cargo grave de los que yo suponía: se trataba sólo de ciertas cuestiones acerca de su religión y de un difunto llamado Jesús que Pablo sostiene que está vivo. Yo, perdido en semejante discusión, le pregunté si quería ir a Jerusalén a que lo juzgase allí. Pero como Pablo ha apelado y pedido que lo deje en la cárcel para que decida el Emperador, he dado orden de retenerlo en prisión hasta que pueda remitirlo al Cesar.
Este relato bien pudiera dar para un manual sobre los modos y calidades del “administrar justicia”. Pero, ciñéndome a la coyuntura del momento presente, sólo resaltaré la primera frase de Festo: “No es costumbre romana condenar a nadie por las buenas”. Al ser la frase tan redonda por su misma gracia expresiva, sólo anadiría que “juzgar por las buenas” no debe ser costumbre ni romana, ni gótica, ni de cualquier otro estilo plausible y digno del hombre y de la justicia, porque, de operarse así y al ser ella una “virtus prima hominis” y soporte máximo de su dignidad personal y de toda civilidad correcta y justa- sólo ruinas humanas personales y colectivas se pueden causar.
¿Es difícil aplicar esto en el momento actual?
Caida en picado de la presunción de inocencia; juicios paralelos ante los que un juez justo se ve negro para mantenerse independiente e imparcial; idea creciente de que el acusado o imputado ya está condenado, con la consiguiente destrucción impune de vidas humanas por sospechas y conjeturas –ni siquiera indicios; politizaciión de la justicia; filtraciones inconcebibles sin unas conexiones presumibles; linchamientos por simples desafecciones partidistas…. A qué seguir con la enumeración si es el “pan nuestro” de la presente circunstancia y con sólo abrir los ojos a los “medios” se puede ver…
Si en lo uno, en lo del drama-tragedia nacional de las Dos Españas que presagia el boceto de Goya todos han sido y todos seguimos siendo actores –y en ese “todos” incluyo a todos, curas, frailes, políticos, maestros y catedráticos o picapedreros y albañiles, en lo otro, en eso otro de la actual crisis del “hacer buena justicia administrando pronto y cabalmente la justicia”, esta puntada va más hacia los que hacen su modo de vida –bien se sabe los que son así- o de un falso derecho a la libertad de expresión sin límite alguno o se adhieren como lapas a la filosofía –utilitarista y falsa- de que el fn justifica todos los medios.
Mi frase-frases del día?
-En la primera me acojo, remendándolo, a ese Proverbio de A. Machado sobre los fueros sagrados de la verdad, aunque poniendo “justicia” donde el poeta pone “verdad”. Tu justicia? No, la justicia. La tuya, guárdatela; la otra, búscala y esfuérzate por encontrarla.
- Y en cuanto a lo de Festo y la costumbre romana de no hacer justicia “por las buenas”, me vuelvo al axioma de Voltaire: “Es mejor arriesgarse a dejar sin castigo a un culpable que castigar a un inocente”.
Ante todo ello, sólo me pregunto esto: si -por malaventura- la justicia no tuviera futuro claro en una cultura, sería claro el futuro del hombre.
Y que, para bien conjugar las dos cosas, la justicia y el derecho –por este orden (no puede darse buen derecho sin justicia, y la justicia, para serlo de verdad, necesita un derecho ajustado a ella) han de llevarse bien e ir de la mano “hasta la muerte”.
No debe ser fácil, sin embargo, tan natural maridaje cuando –en todo tiempo y aún ahora- más que marido y mujer avenidos, el derecho y la justicia andan separados, divorciados y a palos entre ellos con harta frecuencia. Y este repudio es visib le a nuestro lado; no en los antípodas o en esos regímenes que denostamos en nombre del Estado de Derecho y llamamos “bárbaros”, “déspotas” o “fascistas” en el sentido que dan a esas palabreras los varios que, bajo banderas de democracia, esconden hechuras totalitarias tan execrables como las del Daesh o la de Maduro.
No debe ser muy factible cuando entre nosotros, ahora mismo, civilizados y modernos que nos llamamos, saltan a la “picota” las “miserias” –reales o presuntas- de una “Justicia” y un “Derecho” dignos –socialmente- de mejor suerte.
Pienso que sigue en pleno vigor la maldición vertida por Kant sobre sobre el mundo del derecho: “Noch suchen die Juristen eine Definition zu ihren Begriffe von Rechte”. Todavía no han conseguido los juristas ponerse de acuerdo sobre lo que ha de entenderse por “Derecho”: si “la justicia del derecho” se radica simplemente en que algo sea mandado o impuesto por el que manda, o lo contrario, que nada pueda ser impuesto por nadie sin una previa patente de justicia.
Pero como este sempiterno debate llena la Historia del Derecho y seguirá vivo por azares del sinsentido que a la libertad a veces acompaña, vuelvo los ojos esta mañana hacia dos señuelos insignes de hoy mismo que me incitan a reflexionar un rato sobre esta cosa lamentable de las desavenencias entre la justicia y el derecho.
- En el Museo del Prado se acaba de descubrir, en el Album C de los dibujos de Goya, una inscripción manuscrita del propio pintor que indica el sentido que a este dibujo le daba: “No a todos conviene lo justo”
- Por otro lado, el relato del capítulo 25 de los Hechos de los Apóstoles, libro neotestamentario que da fe de los primeros pasos de la Iglesia y del modo de entender y vivir los primeros cristianos –San Pablo en este caso- el Evangelio de Jesús.
Uno y otro, por distinta vía y cauce, trazan, a mi ver, simbolismos extrapolables a la realidad socio-jurídico-política de nuestra sociedad del s. XXI.
* Al punto de la mañana escuché la noticia. Goya, con estos dibujos, evoca simbolicamente momentos estelares de nuestra Historia de comienzo del s. XIX; concretamente el movimiento de ideas renovador y constituyente de las Cortes de Cádiz y de su fruto más señero, la constitución de 1812. La balanza que llena este dibujo resplandece como símbolo de la Justicia que llega y muestra dos tipos de actitudes y reacciones dispares, de admiración y alegría en unas personas que se acercan y de temor y repulsa en otras personas que huyen. El dibujo ilustra esas reacciones con la frase que ahora por primera vez se descubre y es alusiva a este dibujo: “No a todos conviene lo justo”.
A mi modesto ver, el dibujo y el comentario del pintor trasciende ese momento germinal del “nuevo orden” que estaba marcando aquella primera constitución española. Creo que el simbolismo del dibujo documenta el nacimiento formal de las que se llamarán en adelante las Dos Españas; fenómeno socio-político que marca un antes y un después en nuestra Historia y que –siendo realidad de todas partes y con tintes de comedia o drama pero pasajeros y superables o superados ya- entre nosotros parece tatuaje inspirado en el ADN por su persistencia y malaventura.
Como no es cosa de perderse en glosas e hipótesis ante la frase, me limito a volcar unas preguntas al aire: ¿quiénes son los que huyen de la balanza y quiénes se acercan a ella en el simbolismo querido por Goya al esbozar el dibujo? ¿Los que huyen son los delincuentes? Mirado el boceto por dentro y por fuera, por la sustancia y la circunstancia, los que huyen y los que se aproximan a la balanza del equilibrio que separa lo justo y lo injusto no son únicamente los que entendemos por delincuentes. Si sólo fueran ellos, ni la Justicia, hoy en España, andaría de capa caída como se la ve ni la tragedia nacional de las Dos Españas seguiría representándose aún y con llenos diarios.
¿Lección de Justicia y Derecho la que Goya quiere dar con este comentario a uno de sus dibujos sobre aquel momento de España? Es posible. Lecciones de Justicia y Derecho no sólo las saben dar los catedráticos, los jueces o los políticos. También se puede aprender de las que salen de la obra de los artistas y con más ingenio y belleza…
** Esta mañana, poco después de conocer la noticia de la frase de Goya marcando este “doble filo” de la Justicia, leía el cap. 25 de los Hechos de los Apóstoles.
El rey Agripa llega a Cesarea para “cumplimentar” a Festo y éste aprovecha para plantear al rey el caso de Saulo de Tarso, al que se encontró en la cárcel a su regreso de Jerusalén y para el que piden condena los “sumos sacerdotes y los senadores judios”. Festo expone al rey sus criterios para impartir justicia. “No es costumbre romana –le dice- condenar a un hombre por las buenas; primero el acusado tiene que carearse con sus acusadores para que tenga ocasión de defenderse. Vinieron conmigo a Cesarea y yo, sin dar largas al asunto, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a este hombre. Pero cuando los acusadores tomaron la palabra, no adujeron ningún cargo grave de los que yo suponía: se trataba sólo de ciertas cuestiones acerca de su religión y de un difunto llamado Jesús que Pablo sostiene que está vivo. Yo, perdido en semejante discusión, le pregunté si quería ir a Jerusalén a que lo juzgase allí. Pero como Pablo ha apelado y pedido que lo deje en la cárcel para que decida el Emperador, he dado orden de retenerlo en prisión hasta que pueda remitirlo al Cesar.
Este relato bien pudiera dar para un manual sobre los modos y calidades del “administrar justicia”. Pero, ciñéndome a la coyuntura del momento presente, sólo resaltaré la primera frase de Festo: “No es costumbre romana condenar a nadie por las buenas”. Al ser la frase tan redonda por su misma gracia expresiva, sólo anadiría que “juzgar por las buenas” no debe ser costumbre ni romana, ni gótica, ni de cualquier otro estilo plausible y digno del hombre y de la justicia, porque, de operarse así y al ser ella una “virtus prima hominis” y soporte máximo de su dignidad personal y de toda civilidad correcta y justa- sólo ruinas humanas personales y colectivas se pueden causar.
¿Es difícil aplicar esto en el momento actual?
Caida en picado de la presunción de inocencia; juicios paralelos ante los que un juez justo se ve negro para mantenerse independiente e imparcial; idea creciente de que el acusado o imputado ya está condenado, con la consiguiente destrucción impune de vidas humanas por sospechas y conjeturas –ni siquiera indicios; politizaciión de la justicia; filtraciones inconcebibles sin unas conexiones presumibles; linchamientos por simples desafecciones partidistas…. A qué seguir con la enumeración si es el “pan nuestro” de la presente circunstancia y con sólo abrir los ojos a los “medios” se puede ver…
Si en lo uno, en lo del drama-tragedia nacional de las Dos Españas que presagia el boceto de Goya todos han sido y todos seguimos siendo actores –y en ese “todos” incluyo a todos, curas, frailes, políticos, maestros y catedráticos o picapedreros y albañiles, en lo otro, en eso otro de la actual crisis del “hacer buena justicia administrando pronto y cabalmente la justicia”, esta puntada va más hacia los que hacen su modo de vida –bien se sabe los que son así- o de un falso derecho a la libertad de expresión sin límite alguno o se adhieren como lapas a la filosofía –utilitarista y falsa- de que el fn justifica todos los medios.
Mi frase-frases del día?
-En la primera me acojo, remendándolo, a ese Proverbio de A. Machado sobre los fueros sagrados de la verdad, aunque poniendo “justicia” donde el poeta pone “verdad”. Tu justicia? No, la justicia. La tuya, guárdatela; la otra, búscala y esfuérzate por encontrarla.
- Y en cuanto a lo de Festo y la costumbre romana de no hacer justicia “por las buenas”, me vuelvo al axioma de Voltaire: “Es mejor arriesgarse a dejar sin castigo a un culpable que castigar a un inocente”.
Ante todo ello, sólo me pregunto esto: si -por malaventura- la justicia no tuviera futuro claro en una cultura, sería claro el futuro del hombre.