Un apoyo fundamental La mujer debe participar activamente en la ordenación de su marido

Aspirantes a diáconos y esposas
Aspirantes a diáconos y esposas

En la formación de los aspirantes y candidatos al diaconado, es fundamental tener en cuenta a las esposas, dado que la mayoría de los aspirantes están casados

La esposa desempeña un papel central en el ministerio de su esposo. No obstante, en estos grupos de tutoría ha surgido más de una vez la polémica, ya que algunas mujeres aspirantes consideran que el diaconado es "cosa de su marido"

En la formación de los aspirantes y candidatos al diaconado, es fundamental tener en cuenta a las esposas, dado que la mayoría de los aspirantes están casados. Se ha buscado la manera de que ellas se involucren, participen y se formen.

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Además de animarlas a que asistan a las formaciones específicas que se imparten algunos sábados por la mañana, se ha estudiado cómo involucrarlas más en la formación, aunque lo cierto es que siempre ha existido una demanda por parte de las esposas de los aspirantes para conocer a las mujeres de los diáconos y ver cómo encajan el ministerio de sus maridos en el contexto del matrimonio, la crianza de los hijos y la vida familiar en general. Por ello, se crearon los Grupos de Tutoría, en los que se asigna a un diácono tutor y su esposa, que podríamos llamar tutora, para acompañar a tres o cuatro matrimonios. Estas reuniones se realizan en los hogares para que las mujeres puedan conocerse y tratar estos temas.

Esposas en la ordenación
Esposas en la ordenación

En el caso de los diáconos casados, la esposa desempeña un papel central en el ministerio de su esposo. No obstante, en estos grupos de tutoría ha surgido más de una vez la polémica, ya que algunas mujeres aspirantes consideran que el diaconado es "cosa de su marido", algo que respetan, pero que no necesitan compartir. Pues es aquí donde entra la labor de la mujer del diácono, para hacerlas ver que, aunque ella no haya recibido la vocación y no haya recibido el sacramento del orden, sí debe acompañar, reforzar y, en muchos casos, ser el apoyo y el ánimo en la vocación de su esposo. Y es que un diácono casado jamás debe vivir su ministerio de manera separada de su matrimonio. De hecho, al igual que en el noviazgo si uno no lo ve claro más vale dejarlo y no casarse, pues igual en la vocación diaconal si uno no ve clarísimo nítido que el Diaconado lo que hará es reforzar el matrimonio, la familia, la unión y paz entre esposos, padres, hijos y hermanos mejor, es mejor abandonar y no ordenarse.

Siempre hago mías las palabras del Papa Benedicto XVI, quien decía que "Quien ha encontrado algo verdadero, hermoso y bueno en su vida, corre a compartirlo". Aunque él se refería a la fe, yo lo aplico al diaconado, y siempre trato de animar a cualquier hombre que veo muy comprometido. Sin embargo, quien más me gustaría animar es a su esposa, que será el motor y el sustento de esta vocación.

Recuerdo a un conocido de mi parroquia, quien tenía muchas inquietudes sobre el diaconado, pero su esposa, en cambio, no lo veía con buenos ojos. Planeamos una cena con un sacerdote que quería animarles a que él emprendiera el curso propedéutico. Al final, ella aceptó, y después de algunos años, este diácono me dijo: "No sabes lo contenta que está mi esposa con que yo sea diácono. No sabes cómo ha fortalecido nuestro matrimonio, a nuestros hijos, a nuestra familia... En fin, a nuestra vida. Y lo más importante, mi esposa es la que está más feliz con esto del diaconado".

Cuando hablo con las mujeres y les pregunto qué piensan sobre que su marido se prepare para el diaconado, todas, al principio, temen "me lo van a quitar de casa". Sin embargo, es cierto que si se pregunta a la esposa de cualquier diácono, todas están encantadas con el ministerio de sus maridos, a pesar de los problemas que en todos los hogares pueden surgir en la vida matrimonial, familiar y con los hijos.

En la ordenación
En la ordenación

El tema que quiero destacar no es tanto el papel de la mujer en el diaconado, sino su participación en el momento de la ordenación. Me encanta ver cómo se les implica en las ordenaciones, especialmente en las norteamericanas, donde caminan en la procesión de entrada junto a sus maridos, llevando en sus brazos las dalmáticas y la estola, símbolos de que ellas han dado su "sí". También me conmueve ver cómo, cuando su marido se postra en el suelo durante las letanías de los santos, ellas permanecen a su lado. Y cuando llega el momento de revestir a su marido ya ordenado, las esposas se acercan junto con el diácono elegido como padrino para ayudar a revestirle.

Lo subraya el Directorio: “Durante el rito dése un realce especial a la participación de las esposas de los ordenandos casados”. En nuestra diócesis, desgraciadamente en las dos últimas ordenaciones no se ha tenido ningún detalle con las esposas, aunque siempre teníamos la hermosa costumbre de que, al final de la ordenación, tras recibir la comunión y en la acción de gracias, uno de los diáconos ordenados leía un agradecimiento, dando gracias a Dios, a los formadores, a la familia, etc. concluía resaltando que si alguien merecía un agradecimiento especial, era su esposa, y como signo de su rol fundamental, el obispo le entregaba un lirio a cada mujer, símbolo de la clave participación como lo fue la de San José.

Es de justicia reconocer que pocos son los signos que corresponden a un gesto tan grande como el de la entrega de la mujer. Ella es el motor fundamental, la mano que sostiene en los momentos difíciles. En definitiva, mujer y diácono son una sola carne.

En la procesión de entradas caminan con las vestiduras junto a sus maridos
En la procesión de entradas caminan con las vestiduras junto a sus maridos

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