Mientras haya un solo ser humano muriendo de hambre no sobra nada

Algunos amables lectores habéis manifestado alguna discrepancia sobre el comentario del domingo pasado titulado “sin compromiso con la liberación no hay Eucaristía”. A veces la urgencia y la brevedad no te permiten desarrollar más ampliamente los temas. Ahora vamos a explicar el por qué de ese título:


1º.-San Pablo en la carta primera a los Corintios les echa en cara que cuando “os reunís en común, eso ya no es para celebrar la cena del Señor, porque cada uno se adelanta a comer su propia cena, y mientras uno pasa hambre otro está ebrio..., y así avergonzáis a los que no tienen”. A continuación les recuerda la institución de la Eucaristía y que antes de participar en ella piensen si están en buena disposición para hacerlo. Por tanto, la Eucaristía es una exigencia de compromiso con la fraternidad, la justicia, la igualdad, es decir, la liberación.



2º.-San Juan en su primera carta (4,20-21) escribe: “El que dice: ‘Amo a Dios’, pero no ama a su hermano, es un mentiroso porque: ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? Este es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios ame también a su hermano”. Jesús en la primera Eucaristía nos dio como mandamiento suyo el amor. La conclusión es la misma de antes: el verdadero amor al oprimido es el compromiso por liberarlo de su opresión. El primer grado de amor es la justicia. Sin luchar por la liberación del oprimido no hay justicia. Sin este compromiso, la Eucaristía es un rito vacío.

3º.-Santiago Apóstol en su carta dirigida a todos los cristianos les dice (2,1-6): “Hermanos míos, tened la fe de nuestro glorioso Señor Jesucristo, sin hacer distinción de personas, porque si en vuestra asamblea entra un hombre con anillo de oro y ropa lujosa, y también entra un pobre con vestido sucio, y sólo prestáis atención al que lleva ropa lujosa y le decís: ‘Siéntate tú aquí en buen lugar’; y al pobre le decís: ‘Quédate ahí de pie’ o ‘Siéntate en el suelo a mis pies’, ¿no hacéis distinción entre vosotros, y juzgáis con criterios falsos?...¿No ha escogido Dios a los pobres según el mundo... para hacerlos herederos del Reino que prometió a los que le aman? ¡En cambio vosotros habéis menospreciado al pobre!”

En toda la Biblia y más en el Evangelio de Jesús, la opción preferencial de Dios por los pobres (empobrecidos) es incuestionable. Por tanto esa opción, en la celebración de toda asamblea eucarística, tiene que estar necesariamente presente.

4º.-Cómo entendieron esto los cristianos más significativos de los primeros siglos? Nos limitamos a transcribir unos cuantos textos evidentes por si mismos:

SAN AMBROSIO (c. 340-397): "¿Quieren en verdad honrar el cuerpo de Cristo? No consientan que esté desnudo. No lo honren en el templo con manteles de seda mientras afuera lo dejan pasar frío y desnudez. Porque el mismo que dijo: 'Este es mi cuerpo', y con su palabra afirmó nuestra fe, dijo también: 'Me vieron hambriento y no me dieron de comer'. Y: 'Lo que no hicieron con uno de mis hermanos más pequeños, tampoco lo hicieron conmigo'... ¿Qué le aprovecha al Señor que su mesa esté llena de vasos de oro, si Él se consume de hambre? Sacien primero su hambre y luego si les sobra adornen también su mesa".



Hoy sobran millones de toneladas de alimentos que van a parar a la basura a la vez que aún más millones de personas pasan hambre. Lo que falta en el mundo es justicia, mucha justicia, pero entre tanto construir y adornar templos y altares con mil cosas innecesarias es otra gran injusticia más contra el Cristo vivo que sufre injustamente en los hambrientos, oprimidos y desesperados del mundo del mundo, que están muriendo de hambre a diario de forma injusta y prematura.



SAN JERÓNIMO (año c. 340-420): “Algunos emplean su fortuna en edificar iglesias y revestir sus muros de bajorrelieves de mármoles, alzan columnas inmensas y decoran sus capiteles con adornos preciosos, enriquecen las puertas con plata y marfil y hacen que en sus altares brillen el oro y las piedras preciosas... Pero a ti se te proponen otros caminos: vestir a Cristo en los pobres, visitar a los enfermos, dar de comer a los que tienen hambre, acoger en tu casa a los que carecen de hogar.



SAN JUAN CRISÓSTOMO ( año347-407): “No pensemos que basta para nuestra salvación presentar al altar un cáliz de oro y pedrería después de haber despojado a viudas y huérfanos. La iglesia no es un museo de oro y plata... no eran de plata en la última cena, la mesa aquélla ni el cáliz en que el Señor dio a sus discípulos su propia sangre... Dios no tiene necesidad de vasos de oro sino de almas de oro...La Iglesia no es un museo de oro y plata, sino una reunión de ángeles. ¿Queréis de verdad honrar el Cuerpo de Cristo? No consintáis que esté desnudo. No le honréis aquí con vestidos de seda y fuera le dejéis perecer de fría desnudez. Porque el mismo que dijo: "Esto es mi cuerpo", dijo también: "Me visteis hambriento y no me disteis de comer"; "cuando no lo hicisteis con uno de esos más pequeños, tampoco conmigo lo hicisteis".

SAN CIPRIANO (c. año 200-258): “Cuando los ricos no llevan a la misa lo que los pobres necesitan, no celebran el Sacrificio del Señor”.

¿Cómo es posible que la Iglesia y los cristianos nos hayamos desviado tanto del mensaje del Evangelio haciendo compatibles las riquezas, las desigualdades, las clases sociales, la ostentación, los lujos, la aceptación preferencial y aprecio de los ricos, etc., con la celebración de la Eucaristía? ¿No dijo Jesús: “no podéis servir a Dios y al dinero?

Sin aludir directamente a la Eucaristía hay muchos más textos referidos a la incompatibilidad de la fe verdadera con los riquezas y el necesario compromiso con los empobrecidos. Copiamos solo este texto:

“Necesita, pues, el que quiera vivir con placer, ante todo, una casa lujosa adornada como una novia, de baldosas piedras y oro y convenientemente situada, de acuerdo con los cambios de las estaciones del año... Después de eso es menester también vestidos preciosos, con que se cubran los escaños, los lechos, camas y puertas, pues entre esas gentes se viste y recubre todo, aun las cosas más inanimadas, mientras los pobres van lastimosamente desnudos. Añade los vasos de oro y plata, los grandes gastos para comer faisanes y beber vino de Fenicia, que las viñas de Tiro producen abundante y caro para los ricos... Después de eso considera el múltiple cortejo que acompaña a la mesa: los que la ponen, los coperos, los despenseros, los músicos que les preceden, las cantoras, bailarinas, flautistas, bufones, aduladores... Para adquirir todo eso, ¡qué de iniquidades no se cometen con los pobres, a cuántos huérfanos no se abofetea, cuántas viudas no han de llorar largamente”. SAN ASTERIO AMASENO (siglo IV). Con un ligero cambio de lenguaje se puede aplicar perfectamente a nuestros días.

Un cordial abrazo a tod@s.-Faustino
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