“Dejen que los niños vengan a mí” (Mt 19,14)
Todos conocemos esta frase dicha por Jesús cuando los discípulos intentaban retirar a los niños de su lado para que no lo incomodaran. Pero él, por el contrario, dijo que dejaran que se acercaran y, más aún, les colocó como ejemplo de la primacía que tienen en el reino de los cielos. Ahora bien, hay que hacer una aclaración. En el contexto judío los niños no eran tenidos en cuenta, eran excluidos y solo los varones, cuando estaban en edad de ser presentados en el templo -12 años- comenzaban a ser parte del pueblo de Dios en plenitud de pertenencia. Entonces, cuando Jesús invoca ese ejemplo de los niños, no lo hacía porque ellos fueran más puros o inocentes sino porque no eran tenidos en cuenta ni tenían valor para aquella sociedad. Una vez más Jesús nos muestra que el reinado de Dios es ante todo fraternidad/sororidad, inclusión de todos los que están fuera, misericordia para los más desvalidos de cada tiempo. De ahí la insistencia del Papa Francisco de incluir a todos y de remarcar que la Iglesia (el confesionario) ha de ser casa de misericordia y no sala de torturas (Evangelii Gaudium 44).
Actualmente la situación de nuestros niños es distinta a la del tiempo de Jesús porque se busca respetar sus derechos. Lamentablemente no se logra plenamente y, todavía muchos niños mueren de hambre, mostrando que ni siquiera ese derecho tan básico se cumple para todos. Pero junto al reclamo porque efectivamente se cumplan todos los derechos de la infancia, también tenemos que seguir trabajando porque a los niños y niñas se les comunique el mensaje cristiano y, más aún, se les ayude a empoderarse de su fe y a responder a ella, desde su propia capacidad, correspondiente a su edad.
Por eso la iniciativa de la “Infancia misionera”, apostolado presente en tantas parroquias, es una magnífica idea que contribuye decisivamente en la formación cristiana de los niños y niñas y en despertar desde ya la dimensión misionera de la fe. Porque no podemos olvidar que la llamada que el Señor hace tiene esas dos dimensiones inseparables que la Conferencia de Aparecida supo destacar: discipulado misionero -dos dimensiones inseparables en la vida cristiana-.
Ayuda mucho ver como cuando se les habla a los niños y niñas de Dios y se les enseña a rezar, lo hacen con devoción, con verdadero interés y muestran esa sensibilidad natural hacia lo que es bueno. Más aún si ven rezar a sus padres y toda la familia invoca y hace presente a Dios en medio de sus vidas, la fe se hace algo natural en ellos, un valor que les acompañará a lo largo de sus vidas, aunque tengan momentos en que se aparten. Por lo mismo, cuando no existe esta “Iglesia doméstica” que es la familia, se percibe más dificultad en despertar y cultivar la fe de estos pequeños.
Pero hay que agradecer a Dios los esfuerzos que se realizan en tantas iglesias locales para acompañar la fe de los niños y adolescentes y cultivar en ellos la mejor disposición frente a lo religioso. Es así como la celebración del VII Congreso Nacional de la Infancia y Adolescencia Misionera que se realizará en la ciudad de Santa Marta del 30 de junio al 3 de julio del presente año, con el lema: “¡Hey tú! sé misericordioso como Jesús”, es una ocasión privilegiada para mantener la vitalidad de la fe de nuestros niños, niñas y adolescentes. Todos estos eventos hemos de acompañarlos con nuestra oración e incentivarlos en la medida de nuestras posibilidades.
El tema del congreso será: “Misioneros apasionados testigos de la ternura de Dios y anunciadores de su amor” (esta frase la dijo el Papa emérito Benedicto XVI en el 2007 dirigiéndose a los niños de la infancia misionera de Italia). Participarán niños de 9-12 años y adolescentes de 13-15 años, acompañados de los asesores y organizadores del Congreso. Se espera que los participantes tengan una experiencia de compromiso y formación de al menos dos años en sus iglesias locales para que el encuentro pueda tener los mejores frutos. Y no dudamos que estos días compartidos marcarán la vida de los participantes y no volverán igual a sus lugares de origen. Todo encuentro hace crecer, renueva y fortalece para continuar el camino.
El lema se inscribe en el año de la misericordia que estamos viviendo en la Iglesia y la manera como se lo plantean a los niños es sencilla y directa: “sé misericordioso como Jesús”. Y esta es la razón para todos. Los seguidores del maestro no tenemos que inventar maneras y formas de ser totalmente nuevas. Basta, en cierto sentido, con mirar lo que hizo el Maestro y hacer lo mismo que él. Y como dijimos desde el inicio, si algo caracteriza el anuncio del reino que hizo Jesús, fue su dedicación por los más necesitados de su tiempo, entre los que se contaban los niños. El año de la misericordia no es solo para alcanzar la misericordia de Dios para nuestras vidas. Es para llevarla a los demás, de manera “apasionada”, “tierna”, “amorosa” como lo explicita el tema del congreso. Esto se les dirá a los niños y adolescentes en el congreso. Lo reflexionaran, trabajaran, celebrarán. Pero todos los demás hemos de unirnos con el testimonio de nuestras vidas para que cuando ellos terminen el congreso, vean que los mayores lo vivimos y así se apasionen verdaderamente por el anuncio de la misericordia de Dios para todos. Acompañemos, pues, esta iniciativa con nuestra oración y con nuestro testimonio.
Actualmente la situación de nuestros niños es distinta a la del tiempo de Jesús porque se busca respetar sus derechos. Lamentablemente no se logra plenamente y, todavía muchos niños mueren de hambre, mostrando que ni siquiera ese derecho tan básico se cumple para todos. Pero junto al reclamo porque efectivamente se cumplan todos los derechos de la infancia, también tenemos que seguir trabajando porque a los niños y niñas se les comunique el mensaje cristiano y, más aún, se les ayude a empoderarse de su fe y a responder a ella, desde su propia capacidad, correspondiente a su edad.
Por eso la iniciativa de la “Infancia misionera”, apostolado presente en tantas parroquias, es una magnífica idea que contribuye decisivamente en la formación cristiana de los niños y niñas y en despertar desde ya la dimensión misionera de la fe. Porque no podemos olvidar que la llamada que el Señor hace tiene esas dos dimensiones inseparables que la Conferencia de Aparecida supo destacar: discipulado misionero -dos dimensiones inseparables en la vida cristiana-.
Ayuda mucho ver como cuando se les habla a los niños y niñas de Dios y se les enseña a rezar, lo hacen con devoción, con verdadero interés y muestran esa sensibilidad natural hacia lo que es bueno. Más aún si ven rezar a sus padres y toda la familia invoca y hace presente a Dios en medio de sus vidas, la fe se hace algo natural en ellos, un valor que les acompañará a lo largo de sus vidas, aunque tengan momentos en que se aparten. Por lo mismo, cuando no existe esta “Iglesia doméstica” que es la familia, se percibe más dificultad en despertar y cultivar la fe de estos pequeños.
Pero hay que agradecer a Dios los esfuerzos que se realizan en tantas iglesias locales para acompañar la fe de los niños y adolescentes y cultivar en ellos la mejor disposición frente a lo religioso. Es así como la celebración del VII Congreso Nacional de la Infancia y Adolescencia Misionera que se realizará en la ciudad de Santa Marta del 30 de junio al 3 de julio del presente año, con el lema: “¡Hey tú! sé misericordioso como Jesús”, es una ocasión privilegiada para mantener la vitalidad de la fe de nuestros niños, niñas y adolescentes. Todos estos eventos hemos de acompañarlos con nuestra oración e incentivarlos en la medida de nuestras posibilidades.
El tema del congreso será: “Misioneros apasionados testigos de la ternura de Dios y anunciadores de su amor” (esta frase la dijo el Papa emérito Benedicto XVI en el 2007 dirigiéndose a los niños de la infancia misionera de Italia). Participarán niños de 9-12 años y adolescentes de 13-15 años, acompañados de los asesores y organizadores del Congreso. Se espera que los participantes tengan una experiencia de compromiso y formación de al menos dos años en sus iglesias locales para que el encuentro pueda tener los mejores frutos. Y no dudamos que estos días compartidos marcarán la vida de los participantes y no volverán igual a sus lugares de origen. Todo encuentro hace crecer, renueva y fortalece para continuar el camino.
El lema se inscribe en el año de la misericordia que estamos viviendo en la Iglesia y la manera como se lo plantean a los niños es sencilla y directa: “sé misericordioso como Jesús”. Y esta es la razón para todos. Los seguidores del maestro no tenemos que inventar maneras y formas de ser totalmente nuevas. Basta, en cierto sentido, con mirar lo que hizo el Maestro y hacer lo mismo que él. Y como dijimos desde el inicio, si algo caracteriza el anuncio del reino que hizo Jesús, fue su dedicación por los más necesitados de su tiempo, entre los que se contaban los niños. El año de la misericordia no es solo para alcanzar la misericordia de Dios para nuestras vidas. Es para llevarla a los demás, de manera “apasionada”, “tierna”, “amorosa” como lo explicita el tema del congreso. Esto se les dirá a los niños y adolescentes en el congreso. Lo reflexionaran, trabajaran, celebrarán. Pero todos los demás hemos de unirnos con el testimonio de nuestras vidas para que cuando ellos terminen el congreso, vean que los mayores lo vivimos y así se apasionen verdaderamente por el anuncio de la misericordia de Dios para todos. Acompañemos, pues, esta iniciativa con nuestra oración y con nuestro testimonio.