Plegaria eco–teo–lógica (Hacia una ecología integral)
Olvidamos que nosotros mismos somos tierra. Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura. Nada de este mundo nos resulta indiferente (Francisco. Carta encíclica `Laudato si: Sobre el cuidado de la casa común').
“Laudato si” (Alabado seas), son las primeras palabras del Cántico de las Criaturas, atribuido a San Francisco de Asís y considerado el primer texto ecológico y ecologista de la historia, donde el fundador de los franciscanos, en pleno siglo XIII, apuntaba los principios que hoy defienden los amantes de la naturaleza. Estos últimos tiempos vivimos bajo la más dura de las crisis que ha asolado a nuestra Tierra: el COVID–19. Se cumplen ya algunos años desde la publicación del Papa Francisco de Laudato si, la primera Encíclica de la historia propiamente eco–teo–lógica.
El clamor de la tierra y el clamor de los pobres no dan para más, afirma Francisco: “Un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”. Y es que todos los seres de la Tierra, de esta “casa común” que habitamos, están clamando de forma plural pero con una sola voz: “colaboremos, salvemos el planeta”. Imploro pues a todo ser viviente que sienta y escuche el grito de los hoy desfavorecidos y olvidados: animales, plantas, aire, agua, tierra y todos los elementos que constituyen nuestra Tierra, los viejos, pobres, las culturas ancestrales, la esperanza de los pueblos y la “utopía débil” de crear juntos un futuro posible, sostenible, pacífico, creativo y creador, que cuida de todos y cada uno de los seres de este mundo.
Dios mío, no dejes en nuestras manos el futuro, ¡todavía no! No estamos aún preparados. No hemos comprendido que cada yo es un nosotros. La pandemia quizá no traiga la reflexión y consecuencias que muchos esperamos y deseamos. Son tantos los intereses que existen... Hay quienes quieren radicalizar lo que ya había antes de la pandemia para que no les falle más, y me da miedo. No nos abandones en las tinieblas de un capitalismo y neoliberalismo extremo que busca “dominar el mundo con el uso de la vigilancia digital (big data) sobre cada persona del planeta”, ni nos dejes solos en manos del miedo, de la competencia cruda y desleal, aquella que busca alzarse a costa de sangrar al planeta y beneficiarse de los más necesitados. No nos dejes, por favor, en manos del “sálvese quien pueda” porque solos no podemos salvarnos, ni como país, ni como región, ni como familia, ni como ecosistema planetario. Esta es la primera lección que deberíamos haber aprendido. “De ahí —afirma Leonardo Boff— la exigencia de una conversión ecológica radical, cuya centralidad debe ser ocupada por la Tierra, por la vida y por la civilización humana: una biocivilización”.
Esta es la clave: caminar hacia una eco–teo–logía integral. Se deben reconocer y “respetar los límites del sistema–Tierra que no tolera un proyecto de crecimiento ilimitado”, cuidar la naturaleza como nos cuidamos a nosotros mismos, porque somos parte de ella y su espíritu nos atraviesa y proporciona todos los bienes y servicios necesarios para la vida; no podemos sentirnos y pensarnos sin la naturaleza; nos pertenecemos. Debemos buscar una economía circular, de subsistencia, respetuosa, sobria, digna y universal. ¿Quién de los que habitamos en el sistema del capitalismo planetario se apunta a ello? Esta es otra clave de la cuestión: soñamos, proyectamos y reclamamos, pero ¿quiénes están dispuestos a arremangarse y cambiar sus hábitos de vida para que el planeta y los otros seres vivientes–espirituales puedan caminar hacia una vida mejor? Porque como ha destapado el COVID–19, esta es la única subsistencia posible para que Todos alcancemos una vida mejor. El engaño viene, como decía anteriormente, en creer que podemos salvarnos solos, como si de una cuestión de suerte o fortuna se tratase, incluso de mérito... ¡Ay, el mérito!¿Qué han hecho de malo los árboles, los animales, la capa de ozono o los pobres que mueren injustamente en las múltiples guerras o ahogados en las aguas del Mediterráneo?
¡No nos dejes a nuestra deriva, Dios, mío y nuestro! El que habita en cada átomo de la creación, en cada gota de sangre y en cada polvo de estrella, quien encarna la persona de Jesús de Nazaret: Dios hecho carne, palabra, obra y sentimiento. ¿Cómo es posible que algunos de tus seguidores falsifiquen tu sencillo pero liberador y clarificador mensaje? ¿Quién —que te conozca— viendo tu ejemplo de vida y diciéndose seguidor tuyo, puede sentirse autorizado para herir a la hermana agua y al hermano árbol, o hacer sufrir a la hermana fauna o a la hermana flora? ¿Quién, Señor, puede decirse discípulo tuyo y pastor del rebaño dejando olvidadas a las tullidas o abandonadas a su suerte a las que más necesitan de nuestro cuidado y cariño? Nadie, Señor.
Muchos falsos profetas siguen hablando en tu nombre manipulando impunemente tu palabra para su propio beneficio y para perjuicio del pueblo. Nada más alejado de tu mensaje de entrega, respeto, solidaridad y justicia global. Y lo peor de todo es que estos irresponsables y malos pastores plagian tu palabra, manipulándola y contaminándola, entregándosela a otros que no son capaces de leerla por sí mismos y vendiéndosela como “verdad”. No, toda interpretación tiene un límite y esta no es una interpretación posible: decir que se puede ser cristiano viviendo a espaldas de los otros por mor de alcanzar mis propios objetivos no es ni cristiano ni ético. “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?” (Mt 7,16).
Sí, hay muchos “Bolsonaros” rondando por el mundo, muchos charlatanes, con más o menos poder, confundiendo y lastimando a muchos seres vivientes–espirituales, robándoles lo más sagrado de su existencia: el futuro posible, la esperanza [del hoy y del mañana]. Hoy te ruego, Dios mío, que escuches el clamor de tantos que pedimos menos Bolsonaros y más Bergoglios, más Franciscos —de Asís— y más Vattimos que, sensibilizándose con nuestra Madre Tierra y con los seres que lo habitan, nos sigan ayudando a proyectar en el horizonte un futuro más bonito y, por qué no, amable, compartido y justo.
Nota:
Este artículo pertenece a la última parte del capítulo “Bolsonaro, Francisco, Vattimo: un triálogo ecoteológico cristo-latinoamericano en tiempos de pandemia”,que se publicó en 2020 en el libro colectivo de la Cátedra Internacional de Hermenéutica Crítica (HERCRITIA) que lleva como título Pandemia Globalización Ecología, y que fue publicado en la Edit. UNED.
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“La teología politica y el debolismo de Vattimo y Francisco” (Parte III de “El cambio vendrá de Latinoamérica, pero ¿qué cambio?”), publicado en 2021 en la Edit. Dykinson.