No hay religión sin corporalidad
MEDICINA, CUERPO Y RELIGIÓN para Juan José Tamayo
1__ Estimado Juan José, usted se ha referido varias veces a la lectura del libro de Raimon Panikkar La religión, el mundo y el cuerpo durante la pandemia, que está muy relacionado con el tema que hemos tratado anteriormente sobre ciencia y religión y ha hablado del "senti-pensamiento". Hablemos de ello, si le parece.
JJT ► Así es. Durante los días de riguroso confinamiento impuesto por el coronavirus, tiempo aquel de permanente ejercicio físico, psíquico y mental y de resistencia paciente, con algún brote depresivo, enseguida vencido por la esperanza de ver pronto el final del túnel, hice un recorrido pausado por mi biblioteca y seleccioné algunos libros que han dejado huella en mí y han modificado mi manera de sentí-pensar. Utilizo esta expresión siguiendo la teoría de Zubiri sobre la inteligencia sentiente: “Sentir e inteligir son justo los dos momentos de algo uno y unitario, dos momentos de la impresión de la realidad”.
Uno de los libros que me ayudó a cultivar el senti-pensamientocompasivo tan necesario aquellos días fue La religión, el mundo y el cuerpo, editado por Herder en 2012 en traducción del original italiano publicado en 2010. Su autor es Raimon Panikkar, de quien conservo numerosas cartas-tarjetas escritas en una letra lo más parecida al sánscrito, difícilmente descifrable. Es un libro que venía como anillo al dedo en tiempos de pandemia y que indirectamente respondía a quienes consideraban el coronavirus un “castigo divino”.
2_ ¿Qué valoración hace Panikkar de las religiones?
JJT ► Las religiones se merecen, en buena medida, la mala fama que las acompaña porque dan muestras de haberse olvidado de sus orígenes, imponen afirmaciones dogmáticas, refuerzan los elementos identitarios singularistas y cerrados, consolidan las estructuras institucionales, enturbian -y envenenan a veces- el agua pura que mana de sus manantiales, convierten en vinagre el vino de la alegría, muestran insensibilidad ante el sufrimiento humano intentando buscarle sentido redentor en vez de aliviarlo.
Con este juicio tan rotundo se abre el libro de Raimon Panikkar, cuyo objetivo es devolver a las religiones su autenticidad, verdad y coherencia. Para ello comienza por definir el rico y plural significado de la palabra “religión”, que remite a “religar”, conectar de nuevo a unos con otros, al ser humano con la naturaleza, restablecer el contacto con el misterio, reconducir lo humano hacia el umbral del más allá, reconectar, pero también desbloquear los vínculos que bloquean, reconstruir la unidad dinámica de cuerpo, mente y espíritu.
La fe religiosa no puede utilizarse como escudo protector o arma defensiva, ni se asienta en seguridad alguna, como pretenden algunos libros de autoayuda religiosa y algunos tratados apologéticos-dogmáticos. Implica, más bien, apertura, disponibilidad y, al no basarse en garantía alguna, un riesgo. Ulrich Beck habla de “la sociedad del riesgo”. Aquí podríamos hablar de “la religión como riesgo”.
La religión es un proceso, no un patrimonio doctrinal inmodificable. Por eso debe adaptarse a los tiempos, renovar su lenguaje y la forma de vivir. Panikkar cree que las religiones no tienen el monopolio del sentido religioso de la vida. Son solo uno de los posibles soportes y transmisores. Piensa, a su vez, que no debe darse valor absoluto a la propia religión, ni utilizar sus categorías como paradigma interpretativo para comprender al otro, a la otra, a las otras religiones.
3_ ¿Busca entonces Panikkar la unidad de las religiones o, más bien, el diálogo interreligioso?
JJT ► No, no busca la unidad de las religiones, ni pretende crear una religión que las incluya a todas, sino establecer una relación armónica entre ellas a partir del reconocimiento mutuo. Para ello propone el diálogo interreligioso, que no consiste en la confrontación de doctrinas, sino en recurrir al lenguaje del símbolo, que “da que pensar”, como afirma Paul Ricoeur; tiene carácter relacional y es, sin duda, el más propio de las religiones.
El diálogo no es una mezcla confusa de elementos diferentes, ni la yuxtaposición de las ideas de los interlocutores. Es un proceso en el que los resultados son imprevisibles e incluso sorprenden a los propios interlocutores, que esperaban unos efectos y se encuentran con otros más beneficiosos. El diálogo tiene que estar abierto a la sorpresa en los resultados. No requiere un común denominador que absorba las diferencias y elabore universos cerrados de obligada referencia.
Conforme a su concepción de la religión, Panikkar entiende el estudio de la religión como un estudio intelectual y existencial de las raíces de nuestro ser y estar en el mundo, y de nuestro destino como seres humanos implicados en el tejido de la realidad en su totalidad. Ahora bien, a diferencia de otras disciplinas, no puede obviar el componente axiológico, no puede ser ajeno a los valores.
4_ ¿Cómo aborda Panikkar la relación entre religión y cuerpo?
JJT ► Desde un planteamiento no dualista. El cuerpo no es simple carnalidad; remite a vida, símbolo, misterio y es compañero imprescindible del ser humano. No hay religión sin corporeidad. El tema le lleva a tratar en el último capítulo la relación entre medicina y religión, que define como “ontonómica”. Rechaza la concepcióndualista según la cual la función de la medicina es salvar el cuerpo y restablecer la salud en este mundo, y la de la religión salvar el alma y restablecer la salvación en el otro mundo.
5_ ¿Y la relación entre religión y medicina, Juanjo?
JJT ► Medicina y religión tienen el mismo objetivo: salvar al ser humano. Tras un análisis semántico de la palabra “medicina” en las diferentes lenguas y culturas, Panikkar observa que incluye tratamiento, medicación, curación por medio del conocimiento y confianza. La medicina ayurvédica se autodefine como “meditación de la vida, ciencia de la vida”.
“Desligada de la medicina -afirma-, la religión deja de ser […] una fuente de júbilo […]; se torna una fuerza alienante que, ciertamente, puede refugiarse en el ‘negocio’ de salvar almas no encarnadas o en la espera de un cielo proyectado en un futuro lineal, pero que pierde su valor terrenal e incluso su raison d’être, puesto que ya no puede salvar al ser humano real de carne y hueso […]; sería nada más que una especie de medicina para ese otro mundo, al precio de ignorar este de aquí (p. 111).
Es todavía más contundente: “La religión sin la medicina no es religión, se deshumaniza, se torna cruel y aliena a los seres humanos de su propia vida en esta tierra. La religión sin medicina se vuelve patológica” (p. 112).
La religión, inseparable de la medicina, tiene una función terapéutica, curativa, compasiva. “Es cura y salud”. Marx, uno de los críticos más severos de la religión, la define como “el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una situación carente de espíritu”. Y si no fuere eso, entonces, “es el opio del pueblo”.
La compasión, es la virtud por excelencia en el mensaje y la práctica de Jesús de Nazaret: “Misericordia [compasión] quiero, no sacrificios”. Afirmación en plena sintonía con la que constituye el centro de la filosofía de Epicuro: “Vana es la palabra del filósofo [y de la filósofa, añado yo] que no sirva para aliviar los sufrimientos humanos.
En la misma dirección apunta Herbert Marcuse en una de las últimas conversaciones que mantuvo en el hospital con Jürgen Habermas: “¿Sabes, Jürgen? Ahora ya sé en qué se fundan nuestros juicios de valor más elementales: en la compasión, en nuestro sentimiento por el dolor de los otros”.
Los mensajes de Epicuro, Jesús de Nazaret, Marx, Panikkar y Marcuse coinciden en que la actitud ante el sufrimiento humano no puede ser otra que la compasión, la compañía, la solidaridad con las víctimas, la memoria agradecida y la rehabilitación de su dignidad.
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_Muchísimas gracias Juan José Tamayo por sus reflexiones. Aprendemos muchísimo siempre de sus respuestas, cocidas todas en el horno del conocimiento que se construye a través de años de estudio y de una experiencia vital y teológica sincera. ¡Hasta pronto!
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