Tiempos de humanización, según muchas voces. Desafío de rescatar la lógica del diálogo, del encuentro, de la confianza en las relaciones, particularmente las relaciones clínicas y terapéuticas.
No hay enfermedades, sino enfermos. Es tan claro, que tenemos ante nosotros la oportunidad de recuperar la formación de los profesionales de la salud y del cuidado en la clásica retórica. Sin ella, somos torpes en el uso de la tecnología, nos convertimos en antihospitalarios, aunque estemos en el edificio de un hospital.
El uso correcto de la palabra, es el camino de la hospitalidad lingüística, esa hospitalidad que permite acogerse en la narración del sufrimiento y hacer del encuentro, un tratamiento. Porque el que se narra, pone sentido, va y viene, transite entre malestar y dibujo del bienestar y la salud, no solo en el mundo del deseo, sino en la activación de los recursos terapéuticos que, en el ser humano, también son internos.
La hospitalidad narrativa hace que los encuentros humanicen y sepan a densidad de salud, apetezcan, sanen. ¡Qué bien todas esas iniciativas que subrayan el valor de la narración! ¡Ojalá acampen más en salud!