NO MÁS CANONIZACIONES
En todas las religiones y culturas antiguas hubo “canonizaciones”. A los “próceres” se les reconocía como tales, con sus liturgias y manifestaciones públicas o privadas, no exentos en sus respectivos procesos de cuanto tuviera y tiene relación con la política y los políticos. La “nube”, la mandarla y el “nimbo” o aureola, dorados, fueron introducidos en la iconografía cristiana ya desde el arte asiático, con recientes hallazgos de las culturas prehispánicas en América.
. En los siglos primeros de la Iglesia fue el pueblo-pueblo quien beatificó, o canonizó, a determinadas personas de su comunidad, “elevando sus cuerpos físicamente a los altares”, con el compromiso de imitar sus ejemplos, y el deseo de que les sirvieran de mediadores ante Dios. El tiempo, y algunos excesos y abusos, motivaron que la Curia Romana -los papas- se encargaran de esta tarea, no constando que se corrigieran tales abusos, sino que, simplemente, fueran otros sus protagonistas. La historia es historia, y los hechos están constatados, por muy escandalosos que sean.
. Al santoral “oficial” de la Iglesia le sobran santos y santas. Algunos y algunas hasta ni siquiera existieron. La “leyenda” – narración de sucesos fabulosos e imaginarios, generalmente basados en algún hecho más o menos verosímil, por “áurea”, resplandeciente y piadosa que sea, hace poblar páginas, libros y enciclopedias, retablos, imágenes y días festivos de los calendarios, de modo y manera anihistórica, esperpéntica y nada edificante.
. Y conste que tales “leyendas” siguen perdurando con los correspondientes “Nihil Obstat” e “Imprimatur” episcopales, sin pensar sus promotores en lo que desedifican la fe, la veracidad y el misterio lealmente “religioso”.
. Quede además constancia de que, al no haberse corregido o cuestionado estas situaciones, sino haberse además acrecentado con otras “leyendas” y “milagros” recientes, junto con el espíritu crítico, y la información – formación integral y aún religiosa, de muchos, el capítulo de la educación en la fe les resulta dramáticamente indigestible.
. Es desdichadamente claro y patente también que, hoy por hoy sobran beatificaciones y canonizaciones. En la mayoría de ellas, intervienen elementos político- religiosos “non sanctos”. Hasta ahí recomendaciones. El tema del dinero y de sus beneficiarios próximos o lejanos, es preferible “no meneallo”. El sacrilegio, bajo cualquiera de sus anagramas, signos, símbolos, indulgencia o bulas, ronda, y aún rebasa, en ocasiones, los linderos de la simonía.
. El serial de las beatificaciones-canonizaciones de los papas, por el hecho de haber sido papa, rebasa cualquier ponderación o medida. Lo mismo acontece con el de las Órdenes Religiosas en sus fundadores o fundadoras. Ser –“convertirse” en santo canonizado, es caro. Carísimo. De sus reliquias, relicarios, rutas, libros, estampas y hasta productos con denominaciones de origen gastronómico, viven y se mantienen no pocos profesionales del turismo llamado “religiosos”, al igual que sus allegados “canónicos”.
. Las canonizaciones son serios obstáculos para el proceso del ecumenismo en el que hipócritamente se manifiestan estar comprometidos algunos. No es que sobren, pero ante Dios no se precisan más mediadores, con nombres y simbologías de santos. Ser y ejercer de modelos para el resto de los mortales, es inconsistente. Un papa, un fundador/a, un doctor/ a de la Iglesia tienen reducida su capacidad de servir de ejemplo de vida cristiana.
. Con el dinero “extra” o no, que “cuesta” un santo, solucionaría “Cáritas” no pocos problemas de urgencia y compromiso cristiano.
. La Iglesia no está hoy para fiestas. Y menos, de santos. Sus procesos les hacen perder el tiempo a muchos curiales. A muchos más, les debilitan la fe y la esperanza. A los más, les obligan a desmontar las estructuras de la caridad en las que los habían instalado con cierta tranquilidad de conciencia, determinadas rutinas, áureas, canónicas y hasta “milagreras”.
. Pablo VI será próximamente canonizado y el pueblo de Dios así lo asentirá con su “Amén”. De otros Paulos, Pedros, Josefas y Angelines seguiremos a la espera de que los curiales reconozcan como milagroso algún hecho pendiente de la firma de devotos profesionales del ramo,
. Así las cosas y con lo que se sabe y supone, el capítulo de las beatificaciones-canonizaciones, papales o no, reclama con urgencia santa, una y muchas reformas. Se acrecienta cada día más el número de los que creen que, tal y como “se hicieron” y “hacen” no pocos santos, sería preferible para la edificación de la Iglesia, dejarlos tal y como están.
. En los siglos primeros de la Iglesia fue el pueblo-pueblo quien beatificó, o canonizó, a determinadas personas de su comunidad, “elevando sus cuerpos físicamente a los altares”, con el compromiso de imitar sus ejemplos, y el deseo de que les sirvieran de mediadores ante Dios. El tiempo, y algunos excesos y abusos, motivaron que la Curia Romana -los papas- se encargaran de esta tarea, no constando que se corrigieran tales abusos, sino que, simplemente, fueran otros sus protagonistas. La historia es historia, y los hechos están constatados, por muy escandalosos que sean.
. Al santoral “oficial” de la Iglesia le sobran santos y santas. Algunos y algunas hasta ni siquiera existieron. La “leyenda” – narración de sucesos fabulosos e imaginarios, generalmente basados en algún hecho más o menos verosímil, por “áurea”, resplandeciente y piadosa que sea, hace poblar páginas, libros y enciclopedias, retablos, imágenes y días festivos de los calendarios, de modo y manera anihistórica, esperpéntica y nada edificante.
. Y conste que tales “leyendas” siguen perdurando con los correspondientes “Nihil Obstat” e “Imprimatur” episcopales, sin pensar sus promotores en lo que desedifican la fe, la veracidad y el misterio lealmente “religioso”.
. Quede además constancia de que, al no haberse corregido o cuestionado estas situaciones, sino haberse además acrecentado con otras “leyendas” y “milagros” recientes, junto con el espíritu crítico, y la información – formación integral y aún religiosa, de muchos, el capítulo de la educación en la fe les resulta dramáticamente indigestible.
. Es desdichadamente claro y patente también que, hoy por hoy sobran beatificaciones y canonizaciones. En la mayoría de ellas, intervienen elementos político- religiosos “non sanctos”. Hasta ahí recomendaciones. El tema del dinero y de sus beneficiarios próximos o lejanos, es preferible “no meneallo”. El sacrilegio, bajo cualquiera de sus anagramas, signos, símbolos, indulgencia o bulas, ronda, y aún rebasa, en ocasiones, los linderos de la simonía.
. El serial de las beatificaciones-canonizaciones de los papas, por el hecho de haber sido papa, rebasa cualquier ponderación o medida. Lo mismo acontece con el de las Órdenes Religiosas en sus fundadores o fundadoras. Ser –“convertirse” en santo canonizado, es caro. Carísimo. De sus reliquias, relicarios, rutas, libros, estampas y hasta productos con denominaciones de origen gastronómico, viven y se mantienen no pocos profesionales del turismo llamado “religiosos”, al igual que sus allegados “canónicos”.
. Las canonizaciones son serios obstáculos para el proceso del ecumenismo en el que hipócritamente se manifiestan estar comprometidos algunos. No es que sobren, pero ante Dios no se precisan más mediadores, con nombres y simbologías de santos. Ser y ejercer de modelos para el resto de los mortales, es inconsistente. Un papa, un fundador/a, un doctor/ a de la Iglesia tienen reducida su capacidad de servir de ejemplo de vida cristiana.
. Con el dinero “extra” o no, que “cuesta” un santo, solucionaría “Cáritas” no pocos problemas de urgencia y compromiso cristiano.
. La Iglesia no está hoy para fiestas. Y menos, de santos. Sus procesos les hacen perder el tiempo a muchos curiales. A muchos más, les debilitan la fe y la esperanza. A los más, les obligan a desmontar las estructuras de la caridad en las que los habían instalado con cierta tranquilidad de conciencia, determinadas rutinas, áureas, canónicas y hasta “milagreras”.
. Pablo VI será próximamente canonizado y el pueblo de Dios así lo asentirá con su “Amén”. De otros Paulos, Pedros, Josefas y Angelines seguiremos a la espera de que los curiales reconozcan como milagroso algún hecho pendiente de la firma de devotos profesionales del ramo,
. Así las cosas y con lo que se sabe y supone, el capítulo de las beatificaciones-canonizaciones, papales o no, reclama con urgencia santa, una y muchas reformas. Se acrecienta cada día más el número de los que creen que, tal y como “se hicieron” y “hacen” no pocos santos, sería preferible para la edificación de la Iglesia, dejarlos tal y como están.