CERO EN COMUNICACIÓN

Es escaso, escasísimo, el poder de comunicación que hoy tiene el clero en la Iglesia, con mención reverencial para el de España. El clero, en su pluralidad de cuerpos , jerarquías y estamentos, sería merecedor de la nota más baja que pudiera registrarse para calificar su comportamiento en orden a comunicar el mensaje, con el que vocacionalmente habría de identificarse y que en definitiva , justificaría su tarea ante Dios y ante los hombres. Sin palabras –“Palabra de Dios”- y sin que este fuera portadora fiel del eco informador de la salvación, a cuya proclamación está avocado por inspiración religiosa, carecerían de sentido y razón de ser su presencia y actividad en la Iglesia. Las causas por las que al clero hoy en España proceda adjudicársele un “cero” en comunicación son múltiples y de procedencia distinta. De entre ellas acentuo las más importantes.

. Sobre todo en materia religiosa- y en otras también- al clero se le ha educado para ser portador y exegeta de la “Palabra de Dios “por derecho propio y sin que los seglares puedan compartir tal misión de ninguna, o de muy reducida, manera. Aún en materias ético-morales en las que los seglares, por seglares, son los verdaderos y directos expertos, o no eran requeridas sus aportaciones o automáticamente eran desdeñadas.

. En cada miembro de la Jerarquía pervivía y pervive un ejerciente de la disciplina eclesiástica de la infalibilidad, o de erudito aspirante a practicarla, con inclusión de otras sabidurías adyacentes. Educados en ciencias supremas, entre misterios y sacramentos intangibles, la proximidad al arcano y el efluvio del incienso, nimbaban cualquier idea con intentos de aproximación al análisis y comentarios.

. Y precisamente por el desmedido afán de detentar todo o casi todo entintado de misterio, era y es por lo que, tanto las ideas como su presentación, se incapacitaban para ser instrumentos eficaces y activos de comunicación y entendimiento. Homilías, cartas pastorales, encíclicas, discursos, panegíricos, sermones y cuantas modalidades existen de divulgación de la Palabra de Dios ,además de aburrir soberanamente a la grey, frustraban y frustran cualquier posibilidad de acercamiento y acogida de la doctrina de la que son sus ministros.

.Las clases de oratoria sagrada que todavía se imparten en los tiempos de preparación para el ministerio de la Palabra, resultan ineficaces e inútiles, por exigencias de sus mismos planteamientos, intenciones y métodos.

. Mayoritariamente los comunicantes más o menos oficiales de la Palabra de Dios por las vías de la predicación, del escrito o de cualquier otro medio, carecen del carisma de instruir en la doctrina cristiana, incapacitados para instigar a fieles e infieles al estudio, aceptación y compromiso con cuanto es y exige el Evangelio.

. Es de lamentar que a tan salvador ministerio sagrado se le haya prestado de siempre tan parca y perversa atención en la Iglesia y términos tan evangelizadores como “admonición”, “adoctrinamiento”, predicación y “sermón” rezuman por cada una de sus sílabas una buena parte de “corrección”, “amonestación”, “reprimenda” o “reproche”.

. Quienes en cualquier nivel de la Iglesia se consideran, o los consideran ya, no aptos para comunicar la Palabra de Dios, le harían un buen servicio a la institución solicitando su jubilación lo antes posible. Correr el riesgo de no ser correctamente entendido, o de que lo que se manifieste y predique se entienda al revés, convierte a cualquiera en reo de traición a los ojos de Dios y de los hombres.

. Idéntico y presuroso destino de jubilación de “vanidades infantiles” lo son quienes, clerical y hasta episcopalmente, se disputan y prestan a “aparecer en los medios”, en programas, en los que de por sí, por definición y experiencia, lo que por encima de todo pretenden es dejar en mal lugar a instituciones, y si se trata de la Iglesia, “mejor que mejor”, como en el caso de los macro- exorcismos “estatales” de México. ¿De la desaparición de cuantas cruces a favor de la Iglesia en las “Declaraciones de Hacienda”, fueron, y siguen siendo sus responsables quienes a su vez lo son en Madrid de la publicación del semanario “Alfa y Omega” y de tantas “hojas parroquiales”?
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