DESAPRENDER (Por la gracia de Dios)

En el lenguaje culto, y en el popular, “desaprender” no quiere decir otra cosa que “olvidar lo que se había aprendido”. “Por la gracia de Dios” no necesita explicación en cualquier contexto y circunstancia de la vida en la que se aplique la frase, aun cuando esta lo sea en el de la formación- educación religiosa de los “fieles cristianos”.

Lamentamos y lamentaremos que la educación “en” o “de” la fe, que padece la cultura que se dice cristiana, en grandes proporciones, tiempos y espacios, sea tan precaria. Pero la reflexión más ecuánime, basada en comportamientos, en hechos y en confesiones, obliga a muchos a tener que lamentar que “desaprender”, es decir, “olvidar” algunas de las aprendidas que se nos presentaron con datos y argumentos cristianos, resulta ser tarea igual, o más perentoria, que la falta o escasez primera. A no pocas “verdades” y comportamientos profesados como propios de la religión, sería obligado someterlos al correspondiente examen, con la seguridad de que su condición de “cristiana” no podrá fundamentarse jamás. Mi intención es solo la de apuntar algunas de estas, con conciencia de que su desaprendimiento y olvido total es la mejor – la única- solución válida y congruente.

. La idea e imagen de Dios que se imparten en no pocos libros, predicaciones, cursos y cursillos, aún de carácter oficial, no siempre son de verdad religiosos. La manipulación del término “Dios” es de las más frecuentes, acomodaticias e irreligiosas de cualquier proceso de educación de la fe y del intento de su proyección en la vida. Al listado de los títulos, prerrogativas y atributos, invocaciones y modos y formas de adorarle y servirle, con referencias indivisas a Todopoderoso, Señor, Altísimo, Omnipotente, Gran Arquitecto, Causa Prima, Eterno…, les faltan sobre todo en cristiano otros más sustantivos y cercanos como Salvador, Jesús, Hijo del Hombre, Padre y Hermano, Redentor, Buen Pastor y tantos otros con resonancias y fundamentos de los santos evangelios, de las vidas de los santos y de las devociones de la piedad tradicional más genuina.

. Es urgente la aceleración del cambio de una religión –e Iglesia- identificada casi en exclusiva con el rito, la ceremonia y celebraciones litúrgicas, para –litúrgicas o canónicas de diversa entidad y orden. Por experiencia, y en sintonía con los requerimientos de la ética y de la moral, han de abrirse prestamente caminos de comportamientos religiosos a la luz del evangelio y de la activa y testimonial esencia de convicciones comprometida y testimonialmente cristianas. Religión e Iglesia igual a culto, hábitos, procesiones y clericalismos va dejando poco a poco de ser ya de recibo en la institución eclesiástica, ni siquiera por razones de estadísticas o de censo. La religión no se comprende, compendia y practica con rituales de latría, sino con las normas y códigos dictados por las buenas costumbres y el trato solidario con quienes se vive o convive, y con quienes apenas si se tiene remota y difusa relación.

. Desaprender y olvidar no poco, y a veces, todo en lo que fuimos instruido y formado, pese a la buena –buenísima- voluntad de padres y educadores, en los largos procesos de la formación llamada religiosa, es –sigue siendo-, tarea principal y urgente, sin la que no sería posible vivir de verdad hoy en conformidad con la doctrina y el ejemplo de Cristo Jesús y de los auténticos santos, canonizados o no, de Nuestra Santa Madre la Iglesia. De entre los conceptos necesitados de profunda revisión religiosa a la luz de la teología y de la antropología, destacan el pecado, la confesión, el cielo, el infierno, la salvación, la Iglesia, los sacramentos, la interpretación de la Sagrada Escritura, la jerarquía, la mujer, la moral sexual, los milagros, las canonizaciones, la institución, la justicia…

. Con la revisión apuntada, habría de desaparecer felizmente una buena parte de contradicciones que en el área de la religión hoy se plantean y de las que el hombre actual toma clara conciencia, y que resultan injustas porque en proporciones similares a como benefician a unos, perjudican gravemente a otros. Estos suelen ser etiquetados con sobrenombres y calificaciones de paganos, descreídos, gentiles o ateos, solo por el hecho de haber nacido en unas o en otras latitudes y en ámbitos culturales distintos.

. Aún con el riesgo de sorprender y escandalizar, quiero dejar limpia y comprensible constancia de que a muchos cristianos les es absolutamente preciso olvidar el contenido de ciertos conceptos, por no ser nada religiosos, aunque su formulación y reconocimiento sean – o hayan sido- los oficiales. Olvidar y tachar resulta ser, también en esta ocasión, más constructivo que haber sido informados e intentar perseverar en verdades a medias o en supercherías y falacias.
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