EDUCADOS PARA “DIOSES”

La discriminación de la mujer en relación con el hombre todavía alcanza en la sociedad índices de gravedad desdichados e insoportables. Aunque en ocasiones no se nos presente al descubierto en toda su crueldad e inhumanidad, merced a ciertas garantías políticas, a argucias familiares o sociales y a apariencias y composturas “legales”, el hecho es que la mujer, por mujer, configura y constituye uno de los capítulos más bochornosos en la historia pasada y aún presente.

. Las religiones en general, con inclusión de la cristiana y sin excluir concretamente a la Iglesia católica, actuaron y se presentaron como “cosa de hombres”. En ellas, estos fueron sus protagonistas. Dios fue, es y será “por esencia, presencia y potencia”, hombre y solo hombre, varón, y la mujer, por mujer, estará a su servicio –servidumbre- sempiternamente, como objeto, cosa, ente y elemento de su propiedad.

. La filosofía y la teología, de consuno y con benevolentes interpretaciones para descripciones y episodios bíblicos de igualdad creadora por parte de Dios, en la relación hombre-mujer, condenó y condena a esta como “pecadora” y “pecado”, por vocación y naturaleza y, por supuesto, como “varón frustrado e imperfecto”.

. De la ideología y comportamientos propiciados por el hombre “religioso” respecto a la mujer, puede asegurarse que se trata de execraciones, irreverencias y blasfemias, indignas de todo planteamiento humano, aún con muy lejanas e imperceptibles pretensiones a la piedad, fe o creencia.

. En fiel consonancia con proposiciones, a veces, hasta rubricadas con el “santo y seña” de “dogmáticas”, resulta coherente destacar que las formas y contenidos del esquema de adoración, reverencia y veneración impartidos desde las más altas instancias “oficiales” para el colectivo masculino, son propiamente aplicables al mismísimo Dios.

. En los centros de educación, en las familias, en la sociedad en general, en la propia Iglesia, con sus academias, universidades, colegios mayores y menores, concertados o no, “religiosos”, homilías, prédicas, catequesis y sermones, cánones y protocolos litúrgicos, a los hombres se los educa para ser y ejercer de “dioses respecto a la mujer, comenzando por la suya propia. La sensación de estar, o haberse casado, con “dios”, es dramáticamente femenina, aún comprendiendo que los cambios cambian, si bien no al ritmo que se necesita y demanda.

. Seguir educando a los hombres, por hombres, como a “dioses”, desprestigia, prostituye y profana toda idea que pueda homologarse de alguna manera como “religiosa”. Es tal el convencimiento “deificador” que la educación tradicional le inculcó al varón, tanto individual como colectivamente, que son explicables las noticias de los malos tratos que generan sus relaciones con el estamento femenino dentro y fuera del recinto doméstico, hasta ensangrentar diariamente los titulares de los medios de comunicación, no eximiendo de ellos a instigaciones a suicidios adolescentes..

. “Educados para dioses” y, por tanto, para ser y ejercer lo más cercanamente posible a la divinidad-, los sacerdotes, en su pluralidad de grados y gradas jerárquicas, es tentación frecuente en la Iglesia, con contundente capacidad de escándalo para el pueblo de Dio, y de “desevangelización” destructiva. Comprobar haber sido, y ser, educados por sacerdotes para ser “dioses” es tarea fácil. Lo de “siervo de los siervos de Dios” y “al servicio del pueblo”, sirven tan solo para redactar algunos lemas de los escudos pontificales y episcopales, así como las estampas- recuerdos de misacantanos, que apenas si aguantan análisis serios de veracidad, sin tener que ruborizarse.

. Resultaría al menos imprudente y extraño dejar de reseñar la existencia y homologación de determinados movimientos “religiosos” dentro de la Iglesia, que imparten sus enseñanzas a todos los niveles, en los que la mujer aparece siempre infravalorada, aportando para ello argumentos teológicos, ascéticos y aún místicos.

. “Educados en el nombre de Dios para “dioses” –únicos y verdaderos-, no es posible que del futuro de la sociedad, y menos del de la Iglesia, pueda asegurarse que es optimista. Los fundamentalismos seguirán encharcando de asco y de odio secciones y páginas de los medios de comunicación en la multitud de sus renovadas versiones técnicas, del gusto y aprecio de estas informaciones.
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