SANTA SEDE

Por primera vez, y sin que sirva de precedente, advierto que acudir al diccionario de la RAE para ser adoctrinado acerca de lo que es y significa la “Santa Sede” puede originar, y origina, problemas serios y graves, y no solo desde el punto de vista y de las valoraciones semánticas, sino también, y, sobre todo, cristianas, es decir, religiosas.

El diccionario se limita asépticamente a reseñar que “santo/a es “lo dedicado especialmente a Dios o a alguna divinidad”, o a “lo que está conforme con la voluntad de Dios”. “Sede” – del latín “sedes” o residencia-, es el “lugar en el que está situado, o tiene su domicilio, una empresa, un organismo o una entidad”.

¿Pero tales definiciones exigentemente académicas tienen algo que ver con lo que, desde el Código de Derecho Canónico, pasando por multitud de sesiones catequísticas y conversaciones curiales, cívicas y políticas, se denomina “Santa Sede” con su substantivo y adjetivo tipografiado en letras mayúsculas?

La ocasión más próxima que explica la formulación por mi parte del ciado interrogante me la proporcionan las palabras pronunciadas por el actual obispo de Coria- Cáceres, quien, al preguntarle el amigo Jesús Bastante qué tal están las cosas relativas a la integración de la Virgen de Guadalupe en cualquiera de las tres diócesis extremeñas , abandonando su exilio castellano- manchego de Toledo, respondió con veracidad y evangelio que, pese al “total acuerdo expresado repetidamente por sus tres obispos” y aún por el presidente de la Conferencia Episcopal Española, “la solución dependía, y estaba en manos, de la Santa Sede”

¿Aceptaría el diccionario la acepción de que, además de un lugar, “sede”, domicilio de una empresa o entidad, estará constituida por personas – hombres todos ellos- al servicio pastoral de la Iglesia? El rosario de preguntas colmaría espacios misteriosos, en este caso de dolor, que no de resurrección y de gozo, por exigencias de la lógica, de la convivencia entre los seres humanos y de la eclesiología, si se trata de cristianos.

¿Qué es de verdad la Santa Sede? ¿Es una empresa con acciones que suben y bajan y que se cotizan en los mercados de valores, tanto económicos, como sociales y, en ocasiones, también religiosos, sometidas, como el resto de las del ramo, a los vaivenes o alternancias impuestas por la competencia? ¿Es una rara entidad, en la que lo material y lo espiritual actúan y se comportan según convenga al accionariado, con visión terrenal o “et supra”?

¿Es, se considera o lo consideran, parte de la Santa Sede al papa Francisco? ¿En qué proporción o medida ella es obra suya, o este –el papa- ha sido, y lo es, de ella? La historia es larga y profunda, y en este contexto las respuestas ni son ni fueron fáciles, e inteligibles, expuestas además a interpretaciones veleidosas e interesadas. De ser de verdad “Santa” la “Sede”, los juicios tan desfavorables que, con cierta frecuencia, el papa emite, con expresa mención para personas y aún dicasterios, decretos, determinaciones y comportamientos, habrían de dar la insoslayable impresión de ser y estar estos más que fundamentados

Canonizar y calificar de “santa” a la “Santa Sede”, como Estado libre e independiente, no pasa de ser un atrevimiento político con connotaciones difícilmente equiparables a los de aquellos otros -la mayoría- instalados y regidos por procedimientos democráticos. Con un banco, unas finanzas, una liturgia imperial, irreductible, mágica, inmisericorde y dogmática en todos sus gestos y “por la gracia de Dios”, la santidad como testimonio y estilo de vida es inasible. La sola aspiración a ser y a ejercer personalmente como infalible - “que no puede fallar o equivocarse”-, trastorna, altera y perturba.

El dato y cita fehaciente de que “los papas pasan, pero la Curia permanece”, arroja elementos relevantes como papa en su propia entidad y esencia a la “Santa Sede” como referencia eclesial con las connotaciones requeridas en el santo Evangelio.

La más discreta, responsable y ponderada aplicación de “santa” a la “sede” de Roma, debería ser al menos positiva referecia de teología y humanidad, aunque no pocos artículos del Código de Derecho Canónico se resistieran a aceptarlos como “palabra de Dios” San Francisco de Asís, con suma dificultad y mayor rebeldía, llamaría santa a la sede en la que asentara sus imperiales “glúteos”- del griego “glutós”-, el todopoderoso Inocencia III”. Más de una vez, la calificación de “cueva de ladrones” le ha sido aplicada por el papa Francisco a institución u organismo pontificio oficialmente tan “santo”.
Volver arriba