“
A veces estos cristianos melancólicos tienen más cara de pepinillos en vinagre que de personas alegres que tienen una vida bella”. Lo dijo Francisco. Ya he escrito aquí modestamente que uno de los encantos de este papa es que
habla normal. Acabo de leer que, en una conversación telefónica, le
pidió a un estudiante de Padua que lo tratara de tú. Uno, que siempre se asombró de que a un hombre le llamaran
“Su santidad” ("
porque sólo Tú eres santo, sólo Tú Señor...") y se arrodillaran ante él, respira ahora un poco más tranquilo. Me alivia también en este hombre su alegría y
su sentido del humor, que es una prueba de humildad y de inteligencia.Nuestra fe no tiene nada que ver con una apariencia adusta ni puede volcarse en una retahíla doctrinal de formulaciones melancólicas. Afortunadamente hay muchos creyentes que lo saben y lo viven. Pero de vez en cuando se da uno de bruces con alguien, incluso encumbrado, que entiende las cosas de otra manera. No recuerdo ahora quien me inspiró el siguiente poema, ni viene al caso hurgar en la memoria. Haberlos, haylos...
SÓLO PARA INICIADOS EN EL TEDIO
Era su jerga triste,
sólo para iniciados en el tedio.
Decía a boca llena
ser amigo de Dios. Decía
ser un hijo de Dios a boca triste.
O no era la tristeza
la que igualaba el ritmo de sus labios,
sino la repetición jauda, cansina
de un cielo que se aprende de memoria.
Cuando hablaba de fe lo hacía
en los precisos términos
de quien relata una pasión ajena.
La esperanza, el amor tenían
en su decir un léxico contado,
una cadencia fija y uniforme,
y olor en que se empapa la vejez
de los libros de texto.
Era su jerga triste,
sólo para iniciados en el tedio.
(Obra poética, p. 513).