Domingo V de Cuaresma. De profundis

A un pueblo abrumado por el exilio, que sufre y cuenta su desastre en términos de muerte, Ezequiel (s. VI a. C.) le anuncia : “Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor…”. Y le promete la vuelta a su tierra. Viene luego Juan en el evangelio y ofrece el emotivo, intenso relato de la resurrección de Lázaro.

Entre medio, la liturgia del día coloca el De profundis, el salmo 130. Ofrezco mi versión libre en serventesios por si puedo ayudar a alguien a orar con ella.


DESDE LO HONDO DE MI SER TE GRITO
(Salmo 130)


Desde lo hondo de mis ser te grito,
desde lo hondo de mi ser te llamo.
Desde mi nada, oh Dios, te necesito;
vuelto hacia el todo de tu amor te amo.


Mis ojos hacia ti desde la nada
alzo confuso y con temor te miro.
Baje hacia mí amorosa tu mirada,
altísimo Señor por quien suspiro.


¿Por qué me vuelvo a ti tan abrumado
sin atreverme a levantar cabeza,
si tú te olvidas, Dios desmemoriado,
De mis pecados y de mi pobreza?


Mi alma confía y a su Dios celebra,
pues sólo en el Señor vivo y espero.
Él es toda mi vida, mi hoy sin quiebra,
mi mañana macizo y verdadero.


Mi alma en tu palabra se serena;
ella me da a la vez suelo y cobijo.
Desde tu propia voz, a boca llena,
te llamo Padre y tú me llamas hijo.


No aguardará la autora el centinela
como te aguardo a ti, Señor del día.
Arde mi corazón en tensa vela
esperando tu luz y mi alegría.


(De “Salmos de ayer y hoy”, Estella, EVB, 2008, p. 75-76).
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