¿Elecciones para tontos?

Uno no es de piedra. Ni cree ser tonto del todo. Desde su más tierna infancia sabe que ni los pájaros maman ni el tocino es de oveja. Mínimas ventajas de haber nacido en el campo. Uno no se explica por qué hay políticos que hablan al pueblo como si abundaran los mamíferos con alas o las ovejitas bien apacentadas criaran tocino. Y es en tiempo de campaña electoral cuando los oradores patrios entonan con la mayor solemnidad y el más rotundo aplomo toda clase de afirmaciones alejadas del sentido común y la naturaleza de las cosas.

¿Creen que los destinatarios de sus proclamas son bandada sin guía o rebaño lanar y rebajado de talento? ¿Están convencidos de que el pueblo, más si se reúne en manada, es pobre de entendederas, por debajo del límite de la merma mental? Por ciertos mensajes que se lanzan parecería que algunos candidatos metidos a oradores lo tienen por dogma.

Uno siempre se ha extrañado de algunos eslóganes o lemas lanzados en la propaganda común a través de los medios audiovisuales. Los vendedores y los publicitarios deben de conocer bien su oficio, y parece que algunas ofertas de más que dudoso atractivo, con más que dudosos argumentos, mueven a un determinado grupo de consumidores. O sea, que tienen estudiado el porcentaje aproximado de mentes y oídos vulnerables. De lo contrario, elevarían el tiro y apuntarían a otras dianas.

El caso es que, en política, abundan los vendedores que parecen tener al pueblo por masa elemental, o peor aún, por sandio perdido y sin remedio. De otro modo, no se explicaría lo romo y hasta grosero de algunos mensajes, la escasa finura conceptual que se esconde tras sus “creativos” o tras sus aplicados y disciplinados repetidores.

Uno oye, ve y no es de piedra. Uno, como todo el mundo, tiene también la muy importante condición de ciudadano. El poema siguiente, escrito en la antesala de las locales de mayo de 2003, expresa, desde la evidente ironía, el estupor de quienes se sienten rebajados en la estimación de que son objeto por parte de los políticos en campaña. Y pedirían en ellos, si está en su mano, un mayor nivel de inteligencia.

AUDITORIO IDEAL


De vez en cuando, por el mes de mayo,
rompían los capullos como tracas
y estallaban en flor las elecciones.
La patria estremecía sus jardines
que exhalaban al cielo un retumbo de voces,
perfume de pasión, y un ordenado
caos.


Y hoy han salido alegres los colores
vivos de un carromato vocinglero,
puño y rosa, volanderas
gaviotas y otros varios emblemas
disputándose el aire.


¡A mí, los candidatos! Si tan festivamente
vais a pescar,
aquí tenéis el pez y el ciudadano a punto:
mis ojos como platos, mis oídos abiertos
como puertas del campo.
Soy algo sandio. Mi talento
anda caído de coeficiente.
Quizá me falta un lunes o algún martes.
¿Están vuestros clichés ya preparados?
¿Habéis memorizado las consignas?
¿Me podéis entonar de carrerilla
tres lugares comunes?


Bien poco os pido. Basta
que cantéis un discurso,
si os place,
enrojecido de ambición, la mente en blanco,
o simplemente hueca.
Siempre los cabezudos de la fiesta
hicieron las delicias de niños y de simples.
Y mis propias delicias.


Aquí os espero. No me importa
que alguna vez me hayan llamado burro.
Soy todo orejas y nariz, el ideal cliente
de esta fragante y fragorosa primavera,
oh notables.


(Elecciones y mayo de 2003)

(Obra poética, p. 502)
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