Oración contra la guerra
Ahora, entre otras muchas guerras de diversos tipos e intensidades en el mundo, aparece la de Siria como un ejemplo más de atrocidades enfrentadas. El futuro es incierto. Lo horroroso del presente es tan verdad como el odio, el terror y el aniquilamiento.
Ahí van estos versos –un arma tan pobre como apasionada- titulados precisamente como el encabezamiento de este post. Se escribieron hace tiempo en otra grave coyuntura bélica. Por desgracia, tienen la misma actualidad que la maldad y la insensatez del hombre. Eso sí, al fondo y en silencio, hago una oración apasionada de creyente que quiere unirse a tanta plegaria por la paz entre “los hombres que ama el Señor”.
ORACIÓN CONTRA LA GUERRA
Bendita sea, Señor, la paz.
Maldita sea la guerra.
Maldita la maldad de donde nace.
Malditas sean las armas y las manos
que gobiernan las armas.
Maldito el corazón
donde se cría el odio (...).
Malditos
quienes obligan a matar
en nombre del orgullo,
de la avaricia, del odio,
del desprecio a otras razas,
del dominio sobre los más débiles.
Malditos
quienes aman la muerte.
Malditos quienes ceban la mecha de la guerra
desde fríos despachos
y calculados intereses (...).
Bendito sea el Creador del hombre.
Maldito sea
el asesino del hombre (...).
Bendito seas, Señor,
creador del paisaje.
Maldito el que lo asola y lo calcina.
Bendito seas
en la ciudad, en la casa, en el templo,
en el museo y en la biblioteca.
Malditos los que arrasan la ciudad,
la casa, el templo,
el museo y la biblioteca.
Maldita sea la guerra.
Malditas el hambre y la enfermedad,
maldito el frío,
maldito el miedo...,
y maldita la muerte
que viene con mil pies, negra y sin ojos.
Maldita la injusticia,
paridora de guerras.
Maldito el que se mancha en la injusticia.
Maldito el que la ve y se encoge de hombros
y bendice la guerra en su silencio.
Malditos los fusiles, las granadas,
los cañones, los tanques,
las bombas, los misiles.
Bendito seas Tú, dador de la paz,
creador de belleza y de vida.
Bendita la paloma
y la rama de olivo.
Bendito sea el olor de la rosa
y benditos los niños y sus juegos.
Bendita la bondad y la mesura del anciano.
Benditas las escuelas,
benditos los libros y el maestro,
benditos los jardines y los parques
llenos de gente al sol,
benditos los inviernos
con un hogar caliente y muchos besos.
Bendita sea la gente en el trabajo
y bendita en su casa.
Bendito seas, Señor,
por tantos hombres y mujeres
amigos de la paz.
Bendito seas
allí don de haya un ser humano
preparado a luchar contra la guerra
y dispuesto a morir contra la guerra.
Bendito seas, Señor,
tú que eres amor,
tú que eres la paz.
Amén.(De Cien oraciones para respirar,Madrid, San Pablo, 1994;
Obra poética, p. 369).