Redondillas para la fiesta del apóstol Santiago
(Mt 20, 20-28; Lc 22, 24-27)
(NOTA: POCO DESPUÉS DE SUBIR A LA RED ESTA ENTREGA, SE EXTENDÍA LA NOTICIA DEL GRAVÍSIMO ACCIDENTE FERROVIARIO EN SANTIAGO DE COMPOSTELA. DESDE LA CONMOCIÓN, ME UNO A QUIENES REZAN AL SEÑOR POR LAS VÍCTIMAS Y SUS FAMILIARES).
El Papa Francisco no habla de oídas. Conoce el paño. Se ha referido varias veces en términos bien expresivos al “carrerismo” en la Iglesia.
Antes de nada establezcamos que una noble ambición es buena. Ahora bien, en el gremio de Jesús la mejor ambición es la que lleva a servir. No entran en el evangelio ni la puja ni los cálculos estratégicos que conduzcan al poder y a los honores. Esto vale para todos. Tenemos derecho a pedir los mejores pastores, los mejores obispos, el sistema más idóneo de elección de los servidores del Pueblo de Dios. Y todos los bautizados tenemos la obligación de vivir en Jesús, en su evangelio y en la suprema norma del amor y del servicio.
Sí, todo es muy humano. Como humanos eran los primeros discípulos del Maestro. Tanto que Santiago el Mayor y su hermano Juan –interpuestos los oficios de la madre- querían ser los primeros en el Reino de Jesús. Y lo bueno, o lo malo, es que los demás discutían “sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero”.
Pero Jesús quiso cortarlo en raíz. ¿El primero? El que sirva y entregue su vida a los demás. Como Él mismo. Santiago lo siguió y, según se cuenta en Hch 12, 2, fue pionero en el martirio.
Pongo aquí unas ingenuas redondillas para la fiesta de Santiago el Mayor. Una especie de oración rimada y popular en labios del apóstol. No es la mejor poesía. Ni siquiera poesía.... Tampoco son una broma. El asunto es serio, como todas las enseñanzas y el propio ejemplo del Maestro.
El Papa Francisco no habla de oídas. Conoce el paño. Se ha referido varias veces en términos bien expresivos al “carrerismo” en la Iglesia.
Antes de nada establezcamos que una noble ambición es buena. Ahora bien, en el gremio de Jesús la mejor ambición es la que lleva a servir. No entran en el evangelio ni la puja ni los cálculos estratégicos que conduzcan al poder y a los honores. Esto vale para todos. Tenemos derecho a pedir los mejores pastores, los mejores obispos, el sistema más idóneo de elección de los servidores del Pueblo de Dios. Y todos los bautizados tenemos la obligación de vivir en Jesús, en su evangelio y en la suprema norma del amor y del servicio.
Sí, todo es muy humano. Como humanos eran los primeros discípulos del Maestro. Tanto que Santiago el Mayor y su hermano Juan –interpuestos los oficios de la madre- querían ser los primeros en el Reino de Jesús. Y lo bueno, o lo malo, es que los demás discutían “sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero”.
Pero Jesús quiso cortarlo en raíz. ¿El primero? El que sirva y entregue su vida a los demás. Como Él mismo. Santiago lo siguió y, según se cuenta en Hch 12, 2, fue pionero en el martirio.
Pongo aquí unas ingenuas redondillas para la fiesta de Santiago el Mayor. Una especie de oración rimada y popular en labios del apóstol. No es la mejor poesía. Ni siquiera poesía.... Tampoco son una broma. El asunto es serio, como todas las enseñanzas y el propio ejemplo del Maestro.
A mis buenos compañeros
mi madre ha puesto nerviosos.
También ellos, ambiciosos,
querrían ser los primeros.
Dame la gracias, Señor,
de vivir en el servicio.
Líbrame, Señor, del vicio
de querer ser el mayor.
Para tus pasos seguir
enséñame a comprender
que siempre el mayor poder
es el poder de servir.
Valga de lección, Señor,
para nuestros sucesores:
que pongan ser servidores
delante de todo honor.
Seguirte a ti hasta la muerte
no es hacer una carrera,
sino dar la vida entera
y correr tu misma suerte.
¿Príncipes o principales?
Nunca. Que nuestro deber
es el oficio de ser
testigos tuyos cabales.
Quiero en la carga y el cargo
sufrir y morir de amor,
y si tú quieres, Señor,
beber tu cáliz amargo.