Si a una madre “se le cruzan los cables” y mata a su hijo, puede ser
noticia hasta la náusea días, semanas y meses.
De los
millones y millones de madres buenas no tienen apenas nada que decir las teles, las radios, los periódicos…
Yo tuve la suerte de tener una madre muy normal, es decir, maravillosa. Cuando aún vivía escribí para ella –y para todas las madres buenas- estos versos.
LA LLAMARÉ
La llamaré ciclón, o viento, brisa la llamaré.
La llamaré torrente, río, arroyo la llamaré.
La llamaré fuego, sol, regazo caliente la llamaré,
ancha frente para el calor de mi beso.
La llamaré selva, bosque, arboleda, jardín, rosal
la llamaré,
o nada más tomillo y hierbabuena.
La llamaré mundo, país, ciudad, o casa,
cuarto de estar, mi rincón de vivir la llamaré.
La llamaré sin más y por su nombre.
Desnudaré del todo mi palabra
para llamarla simplemente “madre”.
(De “El día de la Madre, Amor de todos los días”, Madrid, San Pablo, 2003).