Va de Jesús para pobres

Paro, paro... Paro y angustia para demasiados millones de trabajadores. Paro como plaga de muy lenta, desesperante erradicación. Paro y pobreza personal y familiar (sin contar, o contando, la otra gran pobreza, la que queda en los países del Sur y puja hasta la desesperación en nuestras fronteras). Dificultad como nunca habíamos conocido en el mundo de los trabajadores. El poema que ofrezco se escribió en tiempos de un paro no tan agudo como el actual. Garantizo que no hubo ni pizca de demagogia. El evangelio, y todo Jesús con él, siguen siendo clamorosa actualidad. Seguramente ésta es la clave de que el papa Francisco, a sus muchos años, aferrado al Nazareno, sin inventar nada,resulte tan realista y muestre cada día un mensaje tan vivo.

A JESÚS OBRERO


Choca esa mano fuerte, bien curtida de callos.
Buenos días, Jesús, ¿cómo va la faena?
Los tiempos son difíciles hoy en cualquier oficio.
Si insiste la sequía, si la cosecha falla,
si el dinero escasea por toda Palestina,
si cesan los pedidos, el taller enmudece,
a tu padre y a ti os sobrarán las horas
cuando nadie os encarga ni un triste ventanillo.
Y me pregunto yo cómo vais capeando
el temporal (muy cerca el Tiberíades)
y si os vais remediando con alguna chapuza,
si piensa algún vecino en remendar su casa,
en reparar su arado o su carreta.
Me pregunto de dónde agenciáis vuestro pan,
cómo le va a tu madre la despensa.
¿Le alcanzan los denarios a llenar el puchero?

Choca esa mano fuerte, Jesús de Nazaret,
que no eres personaje ni profeta en tu tierra,
vecino del común, tan igual que los pobres,
colega inseparable del sudor y el cansancio
cuando no os falta un tronco donde poner las manos,
tú, pobre pero honrado, amante de la vida,
Hijo de Dios y hermano de los pobres.

Choca tu mano fuerte, Jesús el carpintero,
esa tu mano leal, trabajadora.
¡Buenos días a ti! ¡Muy buenos días
nos dé tu Padre Dios
a los que nada somos, a los que trabajamos
para llevar el pan a nuestra casa!
Buenos días
les dé tu Padre Dios, les demos todos
a quienes nada son y a quienes roba el paro
la dignidad y el ánimo precisos
para seguir viviendo humanamente.
Dales tu mano fuerte. Líbralos
de las continuas trampas que les pone
el egoísmo ajeno. Llénalos
de sentido común y valentía.
Llénalos de honradez y de entereza
con las que luchen noblemente unidos.
Cólmalos de justicia.
Dales tu amor, tu pan y tu palabra.
Muéstrales a las claras
que aún sigues siendo uno de los suyos.

(De Cien oraciones para respirar, Madrid, San Pablo, 1994).
(Obra poética, Pamplona, 2005, p. 390).
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