"Somos constructores de puentes, y no de muros" "Si la Iglesia no quiere quedarse arrinconada y sola, se debe mojar los pies y continuar haciendo puentes nuevos"
La Iglesia debe ser un puente viviente, movedizo, animado por la fuerza del Espíritu, atento a las riadas del mundo y puesto al servicio de las personas. La Iglesia no es arqueología
Estimados y estimadas,
En Sant Julià del Llor, una pequeña parroquia de la Comarca de La Selva, hay un puente muy peculiar. Un puente largo de cuatro arcadas. Es románico. Restaurado no hace muchos años, da gusto verlo. Pero, un día ya lejano de 1777, el río Ter le hizo una mala jugada: al desbordarse se desvió del puente y decidió pasar quinientos metros más abajo. El Ter y el puente riñeron. A partir de ese día, el Ter sigue río abajo por las arboledas y el puente permanece solitario, en medio de un campo soleado.
Siempre que he ido a verlo me ha causado admiración y, al mismo tiempo, mucha pena. Admiración por su antigüedad y admirable belleza, por la resistencia de sus sillares y la solemnidad de sus arcadas. Y pena de verlo tan aislado, ignorado y completamente inútil. Algunos árboles, solidarios de su orfandad, acarician sus piedras. Oyendo el rumor de las aguas lejanas, sin embargo, éstas ya no besan sus contrafuertes. Añora el pisoteo suave del viajante y el trote acompasado de la cabalgadura. El puente de Sant Julià del Llor hace cerca de doscientos cincuenta años que no hace de puente.
El puente de Sant Julià me sirve de comparación con la Iglesia de hoy y la de siempre. La Iglesia debe ser un puente viviente, movedizo, animado por la fuerza del Espíritu, atento a las riadas del mundo y puesto al servicio de las personas. La Iglesia no es arqueología, si bien mira con afecto y veneración los monumentos de antaño. La Iglesia constantemente debe estar construyendo puentes nuevos. Si la riada del mundo hace regueros nuevos, la Iglesia debe estar atenta y dar la respuesta adecuada. Su trabajo es lanzar lazos de comunicación y de solidaridad entre los hombres y mujeres, para que ellos y ellas encuentren en Dios el motivo de su existencia.
El pasado 21 de enero, solemnidad de San Fructuoso, con motivo del vigésimo quinto aniversario del Concilio Provincial Tarraconense, los obispos de Cataluña hicimos público un documento en el que calificábamos dicho Concilio como un don de Dios y un tiempo de gracia para nuestras Iglesias. Del mismo modo como lo fue en su momento el Concilio Tarraconense, es la hora de que la Iglesia procure y establezca puentes nuevos al servicio de las personas. Esta es la intención del documento publicado hace diez días, que lleva por título Espíritu, ¿hacia dónde guías nuestras Iglesias? A los veinticinco años del Concilio Provincial Tarraconense de 1995. Los retos que presenta el contexto en que nos encontramos son enormes, dados los cambios sociales y culturales de estos últimos años. Pero, también, decimos los obispos, «tenemos que reconocer nuestra falta de vigor a la hora de comunicar y de vivir el Evangelio de Jesús». A nivel intraeclesial, hemos podido crear «una resignación ambiental que subraya todo lo que no va bien y no sabe reconocer los frutos de bondad y de santidad que se recogen en el día a día del Pueblo de Dios que peregrina en nuestra tierra». Por el contrario, la Iglesia «no debe estar recluida en sus estructuras y organismos, sino que se ha de encarnar y hacerse solidaria de los gozos y las tristezas, los sufrimientos y las esperanzas de la humanidad». Un pueblo que «escucha los latidos de la historia y no se aparta del dolor del mundo, sino que lo recoge con la misericordia y la solidaridad». Como afirmaba el Papa Francisco en el mensaje de la pasada Pascua, «que el Señor haga de nosotros constructores de puentes y no de muros» (21 de abril 2019).
Si la Iglesia no quiere quedarse arrinconada y sola como el puente de Sant Julià, se debe mojar los pies y debe continuar haciendo puentes nuevos. Con el subtítulo de fondo, Espíritu ¿hacia dónde guías nuestras Iglesias?, rememorando el Concilio Tarraconense y, al mismo tiempo, glosando el documento recién publicado, dedicaremos el contenido de las próximas Cartas Dominicales.
Vuestro,
† Joan Planellas i Barnosell
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado