Jesucristo es el pan de vida (12.19.26,. VIII. 18)

Tal es la fe de las primeras comunidades cristianas que presenta el cuarto evangelio en su capítulo 6. Pero al seccionar el único discurso del evangelista en distintas lecturas para las distintas celebraciones, los fieles cristianos sacan la sensación que las frases se repiten y se quedan sin entender el mensaje central de este capítulo. Por eso tratemos de hilar las tres lecturas del único discurso que se proclaman por separado en tres domingos de este caluroso agosto.


Un escándalo saludable (domingo 19º,12 de agosto)

1. ”¿No es este Jesús ,el hijo de José?¿no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?”.. Cuando se escribe el cuarto evangelio, ya en la comunidad cristiana había entrado una desviación que se repite frecuentemente en la historia de la Iglesia: imaginar a una divinidad creada a nuestra medida: omnipotente, impasible, alejada e intocable. Como esa imagen queda desmentida en la conducta humana de Jesús, se concluye negando su verdadera condición humana. Por eso el cuarto evangelista destaca bien esa condición humana de Jesucristo: es un judío, cuyos padres son bien conocidos en su pueblo Nazaret. De ahí la extrañez de sus paisanos: ¿cómo Jesús declara que es el verdadero pan del cielo, que viene de Dios? Su propuesta era escandalosa.

2. La pretensión de fabricar una divinidad a nuestra medida y desde ahí interpretar la divinidad de Jesús, sigue siendo tentación para los cristianos de todos los tiempos; también para nosotros. Aunque Jesús de Nazaret en su conducta se manifestó como amor compasivo hasta perder la vida por construir la fraternidad, nosotros seguimos con esa divinidad fabricada dentro de nuestras cabezas que infunde miedo y nos impide vivir en paz. Si realmente confesamos que Jesucristo en su forma de vivir y de morir, es el Hijo, la Palabra, Dios mismo autocomunicándose en nuestra condición humana, cambiemos de lógica: Dios nos resulta incomprensible e incontrolable en su misma cercanía de amor realizada en la conducta histórica de Jesús.

3. Se puede creer que hay un ser supremo que gobierna y domina todo imaginándonos a ese todopoderoso como un señor que está en los cielos vigilando todo para al final ajustar cuentas. Pero esa creencia nada tiene que ver la fe o experiencia cristiana. Nosotros creemos que Dios es inabarcable, no cabe en nuestras cabezas. Sin embargo en la conducta de Jesús hemos percibido su gloria que es su bondad infinita, su ternura que nos deja fuera de juego. Porque nos ama y nos mira con esperanza incluso cuando somos malos. Esa es la gran novedad de la fe o experiencia cristiana. Una buena noticia para todos muchas veces agobiados por nuestros miedos a ser condenados. Es verdad que somos libres y podemos echar a perder nuestra vida. Como una madre buena que, sin poder evitarlo, ve a su hijo destruirse con la droga ,lamentará nuestro fracaso. Pero nunca nos condenará. Es la buena noticia del Evangelio.

“Comer la carne y beber la sangre” (domingo 20º,19 de agosto)

1, “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre”. Este evangelio se refiere a la celebración eucarística. Sale al paso de interpretaciones gnósticas que reducían la celebración a un mero símbolo. Por eso destaca bien el realismo, presentando la carne y la sangre como verdadera comida. “Carne y sangre” en lenguaje bíblico significa toda la persona con sus intenciones, proyectos y forma de vivir. “Carne y sangre” se refieren a la humanidad íntegra de Jesús en la que Dios se entrega como amor, vida, perdón y paz. Ello explica que el cuarto evangelista, en vez de traer como hacen los evangelios sinópticos el relato de la última cena, trae el lavatorio de los pies. Así da a entender que celebrar la eucaristía, “comer la carne y la sangre” de Jesucristo significa recrear la conducta de Jesús, servir a los demás con amor gratuito.
2. La palabra “carne” es la misma que el cuarto evangelista emplea cuando habla de la encarnación: “La palabra se hizo carne”. Y la encarnación incluye no sólo el nacimiento y conducta histórica de Jesús, sino también su muerte y su resurrección, consecuenci de aquella conducta. En la eucaristía comulgamos el cuerpo del Resucitado. Ese cuerpo que no sólo tiene vida sino que “comunica vida”. Es individuo solidario. La comunión eucarística debe ser un paso adelante en esa existencia solidaria que nosotros llamamos caridad o relación de amor con Dios y con los demás.
3. El efecto principal de la eucaristía es nuestra unión personal con Cristo: “el que come mi carne y bebe mi sangre, vive en mí y yo en él”. Según el cuarto evangelista, permanecer en Jesucristo, es participar su propia vida, como los sarmientos participan la única vida de la vid. Es la experiencia de fe cristiana que Pablo expresa cuando escribe: “es Cristo quien vive en mí”. Es la fe o experiencia cristiana que celebramos y fortalecemos en la eucaristía. No se trata de una práctica religiosa que se debe cumplir, sino de celebrar gozosamente nuestro encuentro con Jesucristo resucitado para ir configurando nuestra conducta siguiendo sus pasos.

El Espíritu es el que da vida (domingo 21º, 26 de agosto)

1. Cuando Jesús invitó a “comer su carne y beber su sangre” algunos lo entendieron como suena y se escandalizaban: “este modo de hablar es intolerable”. Por eso Jesús aclara: “el Espíritu es el que da vida, la carne no sirve para nada”. Para entender y participar la riqueza de la eucaristía es necesaria la fe.

2. Y la fe no se reduce a creencias: dicen los que tienen autoridad que Jesucristo está en el pan consagrado, y aunque no lo veo lo acepto. La fe cristiana es una entrega total de la persona, muy similar a la entrega que implica el amor, a la presencia de Dios revelado en Jesucristo. En esa entrega uno interpreta la voluntad de Jesús en la última cena: “siempre que os reunáis a celebrar mi memoria compartiendo el pan estaré con vosotros ofreciendo mi conducta como verdadero pan de vida”

3. Se trata de recibir el espíritu de Jesús. La confianza que respiró en su intimidad con el “Abba”. El apasionamiento por construir la fraternidad en este mundo. La fuerza para soportar las contradicciones del camino sin dejarse abatir por el sufrimiento. Todos los sacramentos son una profesión pública de la fe como apertura de amor y gratitud a Dios que se da en Jesucristo y está presente amando en todos y en todo. Un encuentro que tiene lugar y se fortalece de modo especial en la eucaristía. Por eso el que preside la celebración, después de hacer lo que Jesús hizo en la última cena, proclama: “este es el sacramento de nuestra fe”. Una fe que nos abre a la esperanza del encuentro definitivo: “¡Ven, Señor Jesús!”
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