Urge un pacto social y Zapatero no lo ve (todavía)
Escribe el profesor de economía, Antón Costas, “el ajuste es inevitable y las empresas han de tener flexibilidad para adaptarse a la nueva situación del mercado. Pero no da igual la forma en que se aborde. No es lo mismo que se produzca bajo fórmulas del sálvese quien pueda o del todos contra los más débiles, a que se lleve a cabo mediante una solución cooperativa que amortigüe y distribuya equitativamente el coste del ajuste y del cambio productivo. Ahora bien, una solución cooperativa que implique a empresarios, trabajadores y administraciones exige liderazgo. Requiere que alguien tome sobre sus espaldas la responsabilidad y la tarea de poner de acuerdo a todos los actores ante unos objetivos y una "hoja de ruta".
Esa tarea corresponde a la política y a los políticos. En primer lugar, al Gobierno. Es necesario un liderazgo político capaz de generar una solución cooperativa a la crisis económica que vaya más allá de las medidas parciales y haga emerger un interés general. El bien común. Y en estas estamos, esperando el liderazgo del Gobierno” .
Por mi parte, añado. Es una decisión cruel. Tenemos que prestar dinero y, en su caso, avalar a quienes, en teoría, guardan nuestro dinero. Bien, al menos conozcamos cuáles son a cambio nuestros activos y cuáles los intereses que nos corresponden. Y ¿qué más? Vamos a vivir otra reconversión productiva, sin duda. Así que el pacto social, donde podamos cuidar los intereses mínimos de los sectores sociales más castigados por el paro y la exclusión va a ser imprescindible. Una apuesta obsesiva por la justicia social, por la equidad en el reparto de esfuerzos en un gran pacto social, de esto se trata, a mi juicio.
Lo de una alternativa, “con menos y de otro modo, podemos vivir todos”, es irrenunciable, pero los pasos políticos que hoy debemos dar para superar la depresión económica, pasan todos por un pacto social que asegure la dignidad ciudadana de los excluidos por la crisis, y ponga sobre la mesa los esfuerzos que cada sector productivo, ¡y pasivo!, debe hacer para acceder a otro momento y modo del desarrollo económico español. Y esto, sin denuncia de la realidad, presión y negociación, no será posible. Nadie cede nada en situaciones de crisis, si no hay denuncia de la realidad, presión popular y pacto democrático. Si implicamos a todos en este pacto, podemos; con sacrificios, pero podemos, porque con menos, y de otro modo, hay para todos.
Yo estoy convencido de que la máxima, “con menos y de otro modo, hay para todos”, apunta a un cambio social irreversible en cuanto al modelo social de producción, distribución y consumo. La salida ya no puede ser, no debería ser, “más de lo mismo, u obedeciendo a la misma lógica económica general. Admito, sin embargo, que en situaciones tan extremas como la actual, en el pacto han de estar otros que lo vean instrumental y pasajero, hasta salir de esta crisis; ellos, a mi juicio, aspiran casi a la misma sociedad económica que se desvanece. Yo no la veo posible, ni sostenible, ni justa. Pero en el pacto imprescindible de hoy, deben estar.
Considero, además, que en cuanto se atisbe la luz, ese pacto social se romperá, porque los intereses últimos son tan diferentes como acabo de decir; y sin embargo, hasta ese momento, la urgencia es salir de la espiral de crisis, y para eso el pacto es ineludible, y el reparto de sacrificios y la fuerza social y política para que sea justo su sustancia política y moral.
Soy de los que creen que la situación va a ser tan seria para muchos sectores populares que el “pacto social” va a ser un “mal menor”. El gobierno no lo ve así, todavía, pero no tardará. Así que hablemos ya de “la proporción” en los esfuerzos, según posibilidades y responsabilidades; por tanto, una cuestión moral que tiene que hacerse política (denuncia y presión, negociación y acuerdo social), porque aquí nadie va a escaparse en solitario y las palabras gruesas ¡religiosas, revolucionarias o poéticas!, no solucionan los problemas.
Mi instinto me dicta hablar de “justicia estricta”, y sólo de justicia, caiga quien caiga entre quienes más se han aprovechado de la burbuja inmobiliaria y financiera, pero la política, la que parte de una correlación de fuerzas como la de las sociedades europeas, me aconseja una gran capacidad de pacto social para preservar la suerte de los más posibles.
Comprendo otras posiciones políticas y las razones éticas que, sobre el papel, las hacen más justas que la mía. Sólo que la moral civil, y la moral cristiana, tienen que valorar su respuesta sabia, tanto en el plano personal de lo que uno está dispuesto a hacer, como en el plano político de lo que entre todos podemos “imponernos y conseguir”, y esa respuesta sabia hoy se llama pacto social. Pero, ¿cómo es posible que el gobernante no lo vea con esta urgencia?
Esa tarea corresponde a la política y a los políticos. En primer lugar, al Gobierno. Es necesario un liderazgo político capaz de generar una solución cooperativa a la crisis económica que vaya más allá de las medidas parciales y haga emerger un interés general. El bien común. Y en estas estamos, esperando el liderazgo del Gobierno” .
Por mi parte, añado. Es una decisión cruel. Tenemos que prestar dinero y, en su caso, avalar a quienes, en teoría, guardan nuestro dinero. Bien, al menos conozcamos cuáles son a cambio nuestros activos y cuáles los intereses que nos corresponden. Y ¿qué más? Vamos a vivir otra reconversión productiva, sin duda. Así que el pacto social, donde podamos cuidar los intereses mínimos de los sectores sociales más castigados por el paro y la exclusión va a ser imprescindible. Una apuesta obsesiva por la justicia social, por la equidad en el reparto de esfuerzos en un gran pacto social, de esto se trata, a mi juicio.
Lo de una alternativa, “con menos y de otro modo, podemos vivir todos”, es irrenunciable, pero los pasos políticos que hoy debemos dar para superar la depresión económica, pasan todos por un pacto social que asegure la dignidad ciudadana de los excluidos por la crisis, y ponga sobre la mesa los esfuerzos que cada sector productivo, ¡y pasivo!, debe hacer para acceder a otro momento y modo del desarrollo económico español. Y esto, sin denuncia de la realidad, presión y negociación, no será posible. Nadie cede nada en situaciones de crisis, si no hay denuncia de la realidad, presión popular y pacto democrático. Si implicamos a todos en este pacto, podemos; con sacrificios, pero podemos, porque con menos, y de otro modo, hay para todos.
Yo estoy convencido de que la máxima, “con menos y de otro modo, hay para todos”, apunta a un cambio social irreversible en cuanto al modelo social de producción, distribución y consumo. La salida ya no puede ser, no debería ser, “más de lo mismo, u obedeciendo a la misma lógica económica general. Admito, sin embargo, que en situaciones tan extremas como la actual, en el pacto han de estar otros que lo vean instrumental y pasajero, hasta salir de esta crisis; ellos, a mi juicio, aspiran casi a la misma sociedad económica que se desvanece. Yo no la veo posible, ni sostenible, ni justa. Pero en el pacto imprescindible de hoy, deben estar.
Considero, además, que en cuanto se atisbe la luz, ese pacto social se romperá, porque los intereses últimos son tan diferentes como acabo de decir; y sin embargo, hasta ese momento, la urgencia es salir de la espiral de crisis, y para eso el pacto es ineludible, y el reparto de sacrificios y la fuerza social y política para que sea justo su sustancia política y moral.
Soy de los que creen que la situación va a ser tan seria para muchos sectores populares que el “pacto social” va a ser un “mal menor”. El gobierno no lo ve así, todavía, pero no tardará. Así que hablemos ya de “la proporción” en los esfuerzos, según posibilidades y responsabilidades; por tanto, una cuestión moral que tiene que hacerse política (denuncia y presión, negociación y acuerdo social), porque aquí nadie va a escaparse en solitario y las palabras gruesas ¡religiosas, revolucionarias o poéticas!, no solucionan los problemas.
Mi instinto me dicta hablar de “justicia estricta”, y sólo de justicia, caiga quien caiga entre quienes más se han aprovechado de la burbuja inmobiliaria y financiera, pero la política, la que parte de una correlación de fuerzas como la de las sociedades europeas, me aconseja una gran capacidad de pacto social para preservar la suerte de los más posibles.
Comprendo otras posiciones políticas y las razones éticas que, sobre el papel, las hacen más justas que la mía. Sólo que la moral civil, y la moral cristiana, tienen que valorar su respuesta sabia, tanto en el plano personal de lo que uno está dispuesto a hacer, como en el plano político de lo que entre todos podemos “imponernos y conseguir”, y esa respuesta sabia hoy se llama pacto social. Pero, ¿cómo es posible que el gobernante no lo vea con esta urgencia?