"Quizás hemos confundido los fuegos artificiales con la luz" Los fuegos artificiales de la tecnología deslumbran pero no iluminan. Que vea...
El siglo XVIII es llamado en Europa el “siglo de las luces”: la Ilustración (luz – tinieblas), porque se pensaba -y se piensa- que la ciencia, el progreso tecnológico, la industrialización iban a sacar al ser humano de las tinieblas de la religión y de la fe
- v 46. Jesús sale de Jericó y al borde del camino se hallaba Bartimeo, el hijo de Timeo, que era ciego y estaba mendigando. (En la tradición de san Juan el ciego lo era de nacimiento. (Jn 9).
Probablemente en esta situación de ceguera y al borde del camino nos encontramos también muchos de nosotros: estamos ciegos, no vemos el camino, no vemos la salida a nuestra situación personal, a los problemas socio-políticos, ni a la misma situación eclesial.
El siglo XVIII es llamado en Europa el “siglo de las luces”: la Ilustración (luz – tinieblas), porque se pensaba -y se piensa- que la ciencia, el progreso tecnológico, la industrialización iban a sacar al ser humano de las tinieblas de la religión y de la fe.
Pero quizás hemos confundido los fuegos artificiales con la luz, “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8,12). Los fuegos artificiales deslumbran y ciegan más que iluminan.
Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME
- Ver en la vida
Necesitamos ver en la vida, necesitamos situar bien los problemas, saber hacia dónde vamos, poner la esperanza en lo que vale la pena. ¿Quizás podríamos decir que ver es creer? El ciego Bartimeo cree en JesuCristo -hijo de David- antes de ver.
El ser humano es quien ve, quien necesita ver para vivir. Vemos con inteligencia -somos seres racionales-, pero también, y sobre todo, vemos con el corazón y con la fe.
- Ten compasión de mí.
vv 47-48 El ciego comienza a gritar: “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí” … Muchos le reprendían para que se callara. Pero gritaba más: ten compasión de mí.
Es una expresión muy frecuente en tantos enfermos que se acercan a Jesús: Ten compasión de mí, ayúdame, que vea, si quieres puedes limpiarme, si quieres puedes curarme.
Es el reconocimiento de nuestras miserias, de nuestras cegueras y pecado, al mismo tiempo que es el reconocimiento de que la luz no está en nosotros.
Por otra parte es también la actitud de Jesús, que con frecuencia siente lástima, mira con afecto, etc.
La mayoría de los discípulos le reprendía al ciego y no le dejaba que expresara su debilidad y ceguera.
Es una situación semejante a la actual: el nihilismo en que vivimos nos ha sumido en una ceguera y ni tan siquiera se permite que afloren las cuestiones más elementales de la existencia.
Pero las mayorías llamadas democráticas, las mayorías sociológicas impiden que gritemos: ten compasión de nosotros. Los ámbitos escolares, universitarios, los medios de comunicación, la política no ofrecen luz, más bien ofrecen la oscuridad de los hijos de las tinieblas.
2.v 51 Señor, que vea.
Aquel hombre quería ver. La luz es el símbolo de la Verdad, del saber dónde estamos en la vida, hacia dónde vamos, qué sentido tiene todo esto.
Señor que vea, es una auténtica oración.
Hay cosas que únicamente se entienden -y resuelven- en la fe y en la oración, que no es otra cosa que ponerse en referencia a Dios.
En muchos momentos de la vida en los que uno no sabe por dónde tirar, lo único que nos cabe es poner nuestra vida confiadamente en referencia a Dios: que vea el camino. Y la salida está en la confianza en Dios.
3v 52 Jesús le dijo al ciego: vete, tu fe te ha salvado, e inmediatamente recobró la vista.
Lo más fundamental en la vida es la fe, es decir, la confianza. La fe es el acto más central y envolvente de la existencia humana: uno vive “de”, “por“ y “para” lo que cree. Uno vive iluminado (luz), desde la realidad en la que cree. Uno ve desde su fe. La pregunta elemental para saber cuál es mi fe es preguntarme: qué es lo que más me importa en la vida. La respuesta que nos demos es nuestro dios y nuestra fe.
San Juan comienza su evangelio con un espléndido prólogo que es un canto a la LUZ:
Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
En la Palabra había VIDA y la VIDA era la LUZ de los hombres.
La LUZ brilla en la tiniebla y las tinieblas no pudieron sofocar la LUZ.
La palabra era la LUZ verdadera, que ILUMINA a todo hombre.
Señor, que veamos.
Etiquetas