" El poder y la ambición es lo que divide y corroe las relaciones humanas" Dos modos de ser en la vida: mandar o servir
"Una de las grandes ideas -¿logros?- del concilio Vaticano II fue la de haber reinterpretado la autoridad en la Iglesia en clave de servicio"
"Estos días está comenzando un sínodo sobre la sinodalidad. Sínodo significa 'caminar juntos'. ¿Conseguirá el papa Francisco que en la Iglesia caminemos juntos y entre iguales todos los cristianos?"
- un contraste dramático
La primera lectura hoy (Isaías) nos habla del IV canto del Siervo de Yahvé: humillado y entregado por los demás. Por contraposición hemos asistido a la petición de poder los dos hijos del Zebedeo (Marcos).
Es un fuerte contraste. Mientras el Siervo de Yahvé es una entrega liberadora del ser humano, los Zebedeos y los otros diez discípulos y no pocos cristianos de la iglesia de Marcos y de las nuestras mostramos nuestra voluntad de dominio.
Son dos maneras de situarse ante la existencia: poder y amor-servicio, dos estilos de vida que nos interpelan a los creyentes siempre tentados de vivir desde el poder.
¿Cuál es nuestra postura en la vida? La ambición humana está siempre a punto de explotar. El poder y la ambición es lo que divide y corroe las relaciones humanas. El servicio y el amor construye bien comunidades, iglesias y relaciones humanas.
- 02. Entre vosotros no puede ser así.
Los jefes de la tierra tiranizan y oprimen a los suyos … Entre vosotros no puede ser así. El que quiera ser el mayor, ha de ser vuestro servidor.
Los lectores, los cristianos de las comunidades de Marcos que escuchan este evangelio, reciben esta regla de la comunidad eclesial: entre vosotros no deben darse relaciones de poder, sino de servicio.
Los cristianos de estas comunidades de Marcos probablemente vivían ya una eclesiología influenciada por los modos imperiales del momento y veían en Jesús a un hombre con poderes divinos, un héroe divino.
Pero JesuCristo entendía la vida de otra manera:
- La actitud de JesuCristo.
Cristo no es un poderoso líder religioso. El relato evangélico de hoy es la tercera vez en la que Jesús habla de su final: entregado y crucificado (resucitado). El hijo del hombre ha venido a dar la vida. El IV canto del siervo de Yahvé es una parábola de amor silencioso y gratuito.
Jesús vive en actitud de amor, servicio y entrega. Jesús se hace solidario con la humanidad, con el pecado de la humanidad. El que no era pecado se hizo pecado para así liberarnos de él a nosotros.
El amor es donación, el poder crea relaciones de dominio. Al ser humano le salva no el poder, ni la riqueza, sino solamente el amor. Jesús ama, nos ama. (Incluso al final seremos juzgamos por el amor de Dios en JesuCristo).
- Actitudes en la Iglesia.
Ni los dos Zebedeos, ni el resto de discípulos comprendieron a Jesús.
Seguir a Jesús -que eso es la Iglesia- significa seguir un camino de entrega y servicio, y es un camino que, probablemente, pase por el sufrimiento, persecución, marginación.
Si en la Iglesia hay una búsqueda del poder -que la hay- si entre sus miembros, especialmente en la jerarquía hay relaciones de poder -que las hay-, si se da una dialéctica del poder -que se da-, entonces esa Iglesia está muy lejos de ser la que Cristo pensó y quiso para los suyos.
Decía el papa Francisco que le gustaría una Iglesia que se pareciese a hospital de campaña donde se curan las heridas.
Y no es menos cierto que en la Iglesia y en el mundo hay muchas personas que sirven ya ayudan a los demás. Demos gracias a Dios por ello.
- Entre poder y servicio: sinodalidad.
Una de las grandes ideas -¿logros?- del concilio Vaticano II fue la de haber reinterpretado la autoridad en la Iglesia en clave de servicio.
Ahora, estos días está comenzando un sínodo sobre la sinodalidad. Sínodo significa “caminar juntos”. ¿Conseguirá el papa Francisco que en la Iglesia caminemos juntos y entre iguales todos los cristianos?
- conclusión
En tiempo de Jesús y siempre, también hoy, la ética dominante está de parte del poder y no del amor y servicio. JesuCristo muestra la otra cara de las cosas: la victoria no está en el éxito, sino en la entrega, y la salvación del ser humano no está en el pedestal del poder, sino sobre la “piedra que desecharon los arquitectos”, que es Cristo, (Mc 12,10)