Reconocimiento de los progresos que se advierten en la protección de los menores El Vaticano tampoco acaba de ofrecer un relato coherente y creíble (II)
El Vaticano, sin embargo, no acaba de sanar ni de funcionar de modo coherente y eficaz: no parece funcionar con la claridad y coherencia debidas. El abandono de Zollner, por tanto, no es fácilmente digerible
La perversa ideología (secreto de oficio, ocultación y encubrimiento, desinterés por la víctima) de los tiempos de Juan Pablo II y Benedicto XVI ya no es posible. ¿Tanto cuesta aceptar tan evidente exigencia evangélica?
Toda casa dividida contra sí misma acaba por derrumbarse. Es ley de vida. ¿Poe qué se sigue actuando desde la polarización, la división y el enfrentamiento? Nadie lo entiende.
Algo huele mal en el Vaticano. No es de recibo prescindir del miembros más competente y prestigiado en toda la Iglesia en la lucha frente a la pederastia.
Toda casa dividida contra sí misma acaba por derrumbarse. Es ley de vida. ¿Poe qué se sigue actuando desde la polarización, la división y el enfrentamiento? Nadie lo entiende.
Algo huele mal en el Vaticano. No es de recibo prescindir del miembros más competente y prestigiado en toda la Iglesia en la lucha frente a la pederastia.
2. Reflexiones sobre el portazo del Padre Zollner
En la anterior entrega, puse de relieve lo que, por otra parte, es una evidencia: la Iglesia en España, hoy por hoy, carece de un relato coherente y creíble sobre la pederastia. En esta nueva reflexión, trataré de valorar lo que entraña, refleja y significa el portazo del Padre Zollner en la Comisión Pontificia de protección de menores.
a. Se han hecho progresos
No obstante el contenido principal de sus manifestaciones, creo que es obligado iniciar su valoración mediante la puesta de relieve de los esfuerzos realizados en el pontificado de Francisco, así como de los progresos obtenidos. Personalmente, veo también, al igual que Zollner, progresos.
Sin embargo, después de la actualización del m. p. Vox estis lux mundi, “era importante tener claridad ahora" (Zollner). “El nivel de conciencia de lo que es el abuso y de lo gravemente que puede dañar a las víctimas (…) hace necesario que, como Iglesia, abordemos juntos una política coherente también a la hora de perseguir a los autores y a los encubridores, y que examinemos también qué tipo de responsabilidad institucional, qué tipo de cuestiones sistémicas se están abordando realmente” (Zollner). Sin duda alguna. Sólo una política coherente permite construir un relato coherente y creíble. Cualquier detalle, y más tratándose de una cuestión que tanto ha afectado al testimonio del cristianismo y que tanto sufrimiento ha causado, puede dar al traste con la buscada recuperación de la credibilidad y seguir siendo un verdadero contra testimonio.
Esta perspectiva debiera estar ya plenamente asumida. No es extraño que Zollner mostrase su perplejidad por cómo se estaba actuando en el caso del jesuita esloveno Marko Ivan Rupnik, acusado de abusos a religiosas. Detalle que a muchos ha podido parecer insignificante pero que, en mi opinión, ha sembrado el camino de dudas e interrogantes. Creo que las dos cuestiones planteadas por Zollner sobre Rupnik eran pertinentes: “Quién percibió que algo andaba mal y no fue más allá?” y cómo la CDF había cerrado el caso alegando su prescripción. Cuestiones como las anteriores hacen que la Iglesia no sea fiable ni siquiera a nivel de gobierno universal. ¿Cuáles fueron las consecuencias de tan valiente toma de posición por parte de Zollner y si han tenido algo que ver con un impuesto abandono de la Comisión pontificia?
b. Roma no acaba todavía de sanar
Siempre lo he creído así. Lo he manifestado y escrito en distintos momentos. He sido vilipendiado por ello y he tenido que padecer el nada evangélico ‘borrado de la memoria’, que, con tanta frecuencia, ha venido utilizando el Vaticano contra quienes nos hemos posicionado en un determinado sentido, en ésta y en otras cuestiones, fieles a nuestra conciencia y en servicio de lo que, honestamente, entendíamos como la verdad.
Es sabido que, en la Iglesia, aunque se finja en demasía (Delgado, La ‘santidad fingida’, 2016) y aunque se adopte la costumbre de tolerar ciertas cosas y silenciar otras (Delgado, La verdad silenciada, 2020), no se acaba de otorgar la trascendencia debida a los hechos (la realidad), que siempre acaban por imponerse con sus efectos consiguientes. Se hace caso omiso de la enseñanza evangélica: lo oculto se manifestará y se descubrirá, se dará a conocer a todos (Mc 4, 21 y Lc 8, 17). ¡Gravísimo error! Estas son las cosas que pasan cuando el evangelio se margina y no fija el estilo de vida de quienes dicen ser seguidores de Jesús.
Es más, sus líderes religiosos, henchidos de una supuesta superioridad, parecen seguir sin respetar al simple creyente. Da la impresión que siguen creyendo que pueden manipularle y engañarle sin límite alguno. Pero, no es así. Ahora es otro tiempo. Ya no se puede repetir el pasado. Ahora el creyente ya no se traga cualquier cosa, por mucho que se presente revestida de autoridad jerárquica. Ahora tiende, felizmente, a actuar su mayoría de edad y, a formarse, previo el debido discernimiento, su propio juicio. ¿Por qué cosas tan elementales no figuran en el manual de instrucciones del buen gobierno en la Iglesia? ¿Por qué sus líderes se empeñan en caminar abrazados a sus contradicciones? Así no se construye un relato coherente de nada. Así no se recupera la credibilidad perdida. Así no serán creíbles ni fiables.
"Es muy frustrante darse cuenta de que, a pesar de todo lo que ha sucedido, lo que se ha discutido, debatido y reflexionado en términos de abuso y su prevención, todavía no hemos avanzado" (Zollner). Suficiente, añadiría yo. Por mucho que se pretenda paliar, por mucho que se resalten sus méritos, que los tiene, el desplante o el portazo del Padre Zollner, quizás el más destacado (competente) miembro de la Comisión pontifica, no es fácilmente digerible. Es fruto de su coherencia y honestidad, de su coraje y compromiso con la verdad. Tampoco lo fue, en su día, el abandono de la misma Comisión por parte de Marie Collins (‘resistencia’ desde la propia CDF). El coraje de la irlandesa, sin embargo, hizo avanzar notablemente en el proceso por erradicar este ‘crimen sacrílego’. Estoy seguro que la actitud del Padre Zollner significará también un gran impulso en la misma dirección. Pero, se ha de reconocer que esta actitud de Zollner es pertinente, de muy complicada respuesta al más alto nivel del Gobierno en la Iglesia y, al mismo tiempo, pone en jaque o en duda demasiadas cosas, que deberían estar, ya hace tiempo, superadas. “Quien tenga oídos, que oiga” (Mt 13, 9).
Con el respeto a cualquier otra interpretación de lo ocurrido, yo veo, en el abandono de Zollner, una clara proclama. El verdadero problema sigue residenciado donde siempre ha estado: en el propio Gobierno universal de la Iglesia. Aunque se podría mirar más atrás, hubo un tiempo, coincidente con Juan Pablo II y Benedicto XVI, en el que se fijó, confirmó y consolidó una doctrina, mejor dicho, una perversa ideología del pasado (secreto de oficio, ocultación y encubrimiento, desinterés por la víctima) al respecto. Tal ideología, claramente antievangélica, no sólo se extendió por todo el cuerpo social del gobierno universal de la Iglesia sino que, a través de la Congregación competente, se impulsó y se impuso de hecho en las Iglesias locales, esparcidas por el mundo. Quienes las presidían, los obispos diocesanos, no tuvieron el coraje, al tratarse de orientaciones ajenas al evangelio, de oponerse y no obedecerlas. Y, pasó lo que tenía que pasar.
Las manifestaciones de Zollner, fruto de su experiencia y su conocimiento, testimonian una evidencia: todavía quedan rescoldos, que, de vez en cuando, se encienden y afloran. Todavía se expresan ciertas resistencias, incluso al propio Concilio Vaticano II, y todavía aparece la extrema polarización y división (enfrentamiento) en la propia Iglesia, que, entre otras motivaciones, trae causa, precisamente, de los diferentes modos de entender este escándalo y esta lucha contra la pederastia. Guste o no, lo cierto es que, en el interior de la Iglesia y a todos los niveles, sobre todo el de su gobierno, es urgente seguir profundizando en la actitud correcta y exigible. Se ha de proseguir el camino emprendido, pese a quien pese, pero con coherencia. Toda casa dividida contra sí misma acaba por derrumbarse. Es ley de vida.
c. El por qué de la actitud de Zollner
Además de cuanto hemos señalado, el Padre Zollner. según las manifestaciones aparecidas en los medios de comunicación, ve necesario corregir ciertos aspectos de la política de la Iglesia contra la pederastia, a saber:
1). La transparencia -no habría que señalarlo- debería informar y regir todo el quehacer de la Iglesia y de sus instituciones, a todos los niveles y en todas las cuestiones. También en la gestión de la pederastia. La transparencia debería ser una cualidad de cualquier gobierno que se precie de tal. Sin embargo, a pesar de lo que ha caído, sigue sin estar del todo presente en las instituciones del gobierno universal, encargadas de su gestión. Zollner lo dice con toda claridad: "debería haber transparencia sobre cómo se toman las decisiones dentro de la comisión". ¿Por qué no la hay? ¿Quién es el responsable? ¿Cómo se puede continuar en la gestión sin transparencia? Esta situación innegable no hará que la gestión de la Comisión en cuestión añada un ápice de credibilidad/fiabilidad, ni hará posible una política y relato coherentes. Tampoco es cuestión de puras declaraciones en las que se anuncia, como ahora, su reajuste. ¿Por qué no se procedió a tales reajustes con anterioridad? Una vez más, sale a la luz la no probada condición de expertos de sus miembros, así como la urgencia de un cambio de mentalidad y de estilo de vida. Se trata de algo mucho más profundo y extenso, que parece que no se quiere aceptar del todo pues siguen las resistencias.
2). Aunque parezca increíble, lo cierto es que, para Zollner, “falta claridad sobre el proceso de selección de los miembros y del personal, sobre sus respectivas funciones y responsabilidades”. Muy grave deficiencia, que debe ser corregida con urgencia. Las funciones y responsabilidades de cualquier institución u órgano de gestión o de gobierno deben fijarse con toda claridad a través de la norma correspondiente. De no ser así, se corre el riesgo de que se siga gestionando como ha venido siendo habitual, esto es, de modo arbitrario. Lo cual dará al traste con la Comisión pontificia misma al convertirla en ineficaz y contra testimonial.
Desde los inicios mismos de su creación (2014), he tenido dudas razonables respecto a la selección de los miembros que la integren y respecto a la selección del personal a su servicio. Ahora veo confirmada tal impresión y de modo autorizado. Falta claridad al respecto, dice Zollner. Existen dudas razonables sobre la condición (competencia) de sus miembros. No es suficiente con que se les atribuya en los medios la condición de expertos. Creo que tengo demostrada una cierta competencia doctrinal sobre el tema. Mis tres libros publicados sobre el abuso sexual en la Iglesia así lo acreditan. Igualmente puedo sumar mi asesoramiento profesional a sacerdotes acusados por abuso sexual a menores e incluso mi actuación como abogado en algún caso. Un poco he aprendido de cómo se actuaba y se procedía.
Pues bien, desde la perspectiva de mi experiencia y mis reflexiones doctrinales publicitadas, he de confesar que no pondría la mano en el fuego sobre tal condición de expertos (competencia) de muchos de los nombrados miembros de la Comisión pontificia de protección de menores. Tampoco parece que Zollner estuviese seguro al respecto. Es más, el criterio de la paridad (varones/mujeres) tampoco garantiza una buena selección de los componentes de la Comisión. Creo que, ante todo y sobre todo, se ha de buscar la competencia y la preparación en relación con la función a desempeñar. Lo contrario, seguir otro criterio, puede interpretarse como la búsqueda de una cierta complacencia en los medios. Pero, si somos sinceros, no será por su demostrada competencia.
3). En esta misma línea, Zollner llama la atención sobre una no despreciable cuestión, a saber: “y otra área de preocupación es la responsabilidad financiera y la rendición de cuentas, que creo que es inadecuada. Es crucial que la Comisión muestre claramente el uso de los fondos en su trabajo”. Otra deficiencia digna de ser resaltada y que tanto tiene que ver con la transparencia, la rendición de cuentas y el destino de los fondos que tenga asignados. “Quien tenga oídos, que oiga” (Mt 13, 9).
4). El Padre Zollner, en un momento dado, deja entrever que no acaba de estar convencido de que la Comisión forme parte de la Congregación para la doctrina de la fe (PE, art. 78). En ese marco, a la vista quizás del negro historial de la Congregación en la protección de los menores, afirma con rotundidad: “Por último,“no conozco ninguna norma que regule la relación entre la comisión y el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, desde que la comisión se incorporó al Dicasterio el pasado mes de junio”. Otra muy grave deficiencia de funcionamiento, incomprensible a estas alturas y que urge modificar.
No son suficientes las palabras de Francisco, pronunciadas a la Comisión en abril de 2022: “Quizá alguno podría pensar que esta ubicación pueda poner en riesgo vuestra libertad de pensamiento y de acción, o quizá también quitar importancia a las cuestiones de las que os ocupáis. Esta no es mi intención ni es mi expectativa. Y os invito a estar atentos para que esto no suceda.
La Comisión para la protección de los menores está instituida en el Dicasterio que se ocupa de los abusos sexuales por parte de los miembros del clero. Al mismo tiempo, he distinguido vuestra gerencia y vuestro personal, y seguiréis relacionándoos directamente conmigo mediante vuestro presidente delegado. Está [colocada] ahí, porque no se podía hacer una “comisión satélite”, que funcionara sin estar aferrada al organigrama. Está allí, pero con un presidente propio nombrado por el Papa (…).
La Constitución Apostólica marca un nuevo inicio. (Os pone) en el organigrama de la Curia en ese dicasterio, pero independientes, con un presidente nombrado por el Papa. Independientes. Es vuestra tarea expandir el alcance de esta misión de forma que la protección y el cuidado de las personas que han sufrido abusos se vuelva norma en todo ámbito de la vida de la Iglesia. Vuestra estrecha colaboración con el dicasterio para la Doctrina de la Fe y con otros dicasterios debería enriquecer vuestro trabajo y este, a su vez, enriquecer el de la Curia y de las Iglesias locales. Cómo pueda ocurrir de la forma más eficaz, lo dejo a la Comisión y al dicasterio, a los dicasterios”.
Aquí nos encontramos con la expresión de buenos deseos y mejores orientaciones. Pero, claramente insuficiente, como ha alertado Zollner. A mí tampoco me gusta tal adscripción. La gestión respecto del abuso sexual del clero, históricamente realizada por la CDF, pero escandalosamente fallida, me hubiese llevado a residenciar tal competencia en una Congregación diferente. Por ejemplo, en la Congregación para el clero (PE, arts. 113 y ss.). Y, por supuesto, con una estructura orgánica distinta. Su supuesta independencia me parece un centro de problemas relacionales entre su Presidente delegado propio, el Presidente de la CDF y el resto de Presidentes de congregaciones con los que, competencialmente, se relaciona. Demasiados centros de poder y decisión, apto para provocar desavenencias, conflictos y enfrentamientos. En cualquier caso, lleva mucha razón Zollner al señalar la ausencia de norma alguna que regule la relación entre la Comisión y la CDF.
d. Algo huele mal en el Vaticano
Sin duda alguna. Es muy decepcionante que, a estas alturas, surjan tales desavenencias, las resistencias, ineficacias y muestras claras de no acabar de comprender su papel. Visto el problema desde fuera, como es mi caso, da la impresión que vuelven a saltar, una vez más, todas las alarmas, aparecen las dudas sobre su funcionamiento y, en consecuencia, el resultado de la gestión se podría calificar por muchos de negativo. Lo que aparece con toda certeza es que “debido a estos problemas estructurales y prácticos, he decidido desvincularme de la Pontificia Comisión para la Protección de Menores”, concluyó Zollner. Esto es, lo cierto es que la Comisión, por estos motivos confesados por Zollner o por otros probables que todavía no han aflorado, ha perdido un experto de gran nivel y a quien tanto, según manifestaciones de muy diferente procedencia, tanto se debe en la configuración actual y en los trabajos de la propia Comisión. ¿Por qué se permite el lujo de prescindir de tan significado experto? ¿Qué es lo que, en verdad, ha ocurrido, esto es, cuál ha sido la verdadera causa de tal abandono y de su aceptación por Francisco? No acabo de creerme la versión oficial.
El hecho en sí (abandono efectivo), haya sido voluntario o provocado, me parece incomprensible e inexplicable. Ha causado honda preocupación en toda la Iglesia. Como la transparencia no es cualidad, hoy por hoy, definitoria del gobierno eclesiástico, todo acerca de este abandono se puede ver rodeado de cierta nebulosa que le resta credibilidad. Todo parece un montaje o una presentación de un incidente, que se quiere justificar con tacto y cuidado. Pero la verdad de lo que haya ocurrido, no desvelado, parece haber transitado por otros cauces. Así se puede deducir de la reciente Carta de la expresidenta de Irlanda Mary McAleese y de Marie Collins, dirigida a Francisco, pidiéndole “una revisión externa e independiente”.
¡La guinda que faltaba! En opinión de las autoras de la Carta, nos refiere José Lorenzo en RD, “hay intentos de destacadas figuras de la Iglesia ‘por desacreditar al padre Zollner’, cuya integridad y honestidad (…) están fuera de toda duda. Su compromiso con la protección de los niños dentro de la iglesia es insuperable”. La actividad desplegada por el Padre Zollner en la Comisión que ahora abandona ha sido esencial para ir reconstruyendo la confianza derrotada de las víctimas y los fieles. ¡Cómo se puede echar por tierra lo tan dificultosamente levantado! Sólo, efectivamente, la intervención de Francisco puede evitar que la Comisión “se hunda sin dejar rastro y se lleve consigo la credibilidad de Santa Sede”. ¿No es ya demasiado tarde?
Algo, sin duda, huele mal en el Vaticano. Ojalá me equivoque. Pero, el futuro no es halagüeño. Los nubarrones ya han aparecido en el horizonte. Vuelve a causarse demasiado daño a las víctimas y a la credibilidad de la Iglesia. Esperemos.
(Continuará)
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