Antonio Aradillas "'Camino' precisa inexcusablemente una revisión"
En el caso de Camino, su autor repetidamente manifiesta su condición de "hijo de la Iglesia y de su tiempo"
"La Obra" por antonomasia, de Dios, es una fantasía y un convencimiento insoportable
Aunque el “copio, copias, copiare” anónimo, de los escritores inmaduros o perezosos, hoy intitulados “negros”, por lo de siervos o esclavos, siempre estuvo presente y activo en la literatura universal, y también en la Iglesia y en sus alrededores, yo creo que en el caso de Camino de San José María Escrivá de Balaguer no es aplicable…
Se cumple por ahora el nonagésimo aniversario de la “Obra” –“Opus Dei”, y con docencia y decencia profesorales, el catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, Gómez Moreno, ha publicado un serio y documentado estudio en la revista “Archiletras Científicas”, sobre el tema. En el estudio, y con las correspondientes garantías doctorales, asevera haber llegado a la conclusión de que Camino, el libro-eje y corazón de la pastoral, interpretación religiosa y comportamiento ético moral del Opus y de sus congéneres, se inspiró en otro ya existente . Camino fue publicado por quien aparece como autor, en Cuenca, en 1934 con el título de Consideraciones Espirituales, que precisamente se concretan en 999, distribuidas en 46 apartados o capítulos.
El opúsculo –“manualito”- que le sirviera de inspiración a Camino, porta el largo e historiado título de El alma victoriosa de la pasión dominante pormedio del examen particular de la conciencia, de los ejercicios cotidianos y práctica de devociones. Lo firma el Xavier Hernández, “de la extinguida Compañía de Jesús, publicado en Madrid en 1758 en la imprenta de Federico Cano” y cuyos ejemplares se hallan en las librerías de esta Corte, con las debidas licencias”. “Fue tan notable su éxito que en 40 años se publicaron nada menos que siete ediciones”.
Más que copiar, o haber copiado, lo que realmente pudiera y debiera preocupar es que se le siga confiriendo plena y absoluta autoridad y prestancia a lo que, siendo más o menos provechoso para su tiempo, tenga que seguir siéndolo a perpetuidad
Efectuada la lectura y reflexión de las variadas coincidencias entre Camino y El alma victoriosa de la pasión dominante, sin excesos de piedad o impiedad, llego a la conclusión de que el parangón es muy leve entre uno y otro, y menos como para asegurar en este caso que el plagio tiene nombre de santo.
Repetidamente leído el testo del padre Hernández, de la posteriormente resurgida Compañía de Jesús, se impone concluir que la doctrina impartida en él es idéntica a la de cualquier otro manual de piedad y perfección cristiana de la época, con venerable recuerdo y mención para El ejercicio de perfección y virtudes cristianas del célebre y celebrado padre Alfonso Rodríguez, también jesuita. No solamente la doctrina, sino la pedagogía y los métodos de adoctrinamiento. Y es que apenas si podía ser otra. Los “Nihil obstat” y los “Imprimatur” canónicos rituales frustraban todo intento de renovación. En el caso de Camino, su autor repetidamente manifiesta su condición de “hijo de la Iglesia y de su tiempo”.
Mi leal, laudatoria excusa y explicación bibliográfica para la “Obra” en su nonagésimo cumpleaños, pero sin que esto me exima y libere de insertar aquí y ahora algunos reparos:
Más que copiar, o haber copiado, lo que realmente pudiera y debiera preocupar es que se le siga confiriendo plena y absoluta autoridad y prestancia a lo que, siendo más o menos provechoso para su tiempo, tenga que seguir siéndolo a perpetuidad, “por los siglos de los siglos” , como si el “Samper idem” se encontrara en la raíz, y definiera inequívocamente a la Iglesia. El propio nombre de la entidad, institución, movimiento religioso, Iglesia aparte, prelatura, o lo que sea, resulta ser ambicioso en exceso, destacándose académicamente el concepto de “conseguir algo, especialmente poder, riqueza o fama”.
Llamar, ser y pretender actuar como “obra” –“La Obra”- por antonomasia, de Dios, es una fantasía y un convencimiento insoportable a los ojos de Dios y a los de los hombres, por canónicos y ortodoxos que sean, o fueran, quienes hubieran registrado tal denominación “piadosa”. ¿Acaso todos los demás y sus cosas, que no pertenezcan al “Opus Dei”, no serán hijos de Dios, en proporciones idénticas? ¿Acaso todo cuanto acontece, por ejemplo, en sus colegios, son merecedores de tan sacrosanto marchamo? ¿De donde y de quién procederemos, o seremos hijos, los demás? ¿Seremos por eso, menos santos, que quienes se creen “hijos” y “jefes” que quienes no pasan del grado de “gente, o clase, de tropa”?
Aparte de destacar que el libro Camino precisa inexcusablemente una revisión cristiana, con nuevos “Nihil Obstat” e “Imprimatur”, también la palabra Camino, con la exclusividad y ortodoxia que parece incluir, la demanda con santa y fervorosa urgencia. El término y concepto de “Padre” se halla en las mismas circunstancias, dado que, según el santo evangelio, “uno solo es vuestro Padre” y este es nada menos que Dios, sin acaparadores, subterfugios y sucursales de ninguna clase.
¡Felicidades nonagenarias, con la expresión de la humilde súplica de que por la gracia de Dios y la singular ayuda del papa Francisco, todos aspiremos a ser la Iglesia sinodal y “en salida”, mediante el servicio a los pobres más pobres…!
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