Presentación de la Opera Omnia de San José de Calasanz en Madrid Carlos Osoro: “Es el momento de sacar la ternura que llevamos dentro, como hizo este santo gigante”
Juan María Uriarte: “Calasanz llevó adelante su obra con fidelidad creativa y libre, no pasiva e, incluso, a veces, heroica”
Pedro Aguado: “Es justo y necesario que se conozca al padre de la escuela popular cristiana”
"La virtualidad de un carisma consiste en que es capaz de suscitar nuevas respuestas en los hijos e hijas del fundador. Amar a Calasanz no es quedarnos fijos en él, sino ser fieles a él dando nuevos pasos escolapios”
Javier Cortés: “Calasanz fue altavoz de anuncio y denuncia nada fácil, mirando al futuro y con una innovación enraizada en el Evangelio”
"La virtualidad de un carisma consiste en que es capaz de suscitar nuevas respuestas en los hijos e hijas del fundador. Amar a Calasanz no es quedarnos fijos en él, sino ser fieles a él dando nuevos pasos escolapios”
Javier Cortés: “Calasanz fue altavoz de anuncio y denuncia nada fácil, mirando al futuro y con una innovación enraizada en el Evangelio”
Hay santos que, por muchos años que pasen, nunca pierden el aura. Algo evidente en San José de Calasanz, fundador de los Escolapios y patrono de las escuelas populares. Tanto por su carisma personal como por la trascendencia y el influjo de su orden religiosa, que supo colocar, desde hace siglos y cuando nadie lo hacía, a los niños y a los jóvenes pobres en el corazón de sus desvelos.
Así lo destacaron todos los que intervinieron en la presentación de la Opera Omnia de San José de Calasanz. En primer lugar, dirigió unas palabras a los presentes el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, 'enamorado' del santo por haber hecho magisterio, por haber sido maestro como él y, porque considera que “la educación es algo fundamental, porque hace personas”.
Para el cardenal madrileño, “vivimos un momento nada fácil, pero precioso de la vida de la Iglesia, un momento para sacar la ternura que llevamos dentro, como hizo este santo gigante, que abrió las primeras escuelas populares”. Y concluyó, pidiendo la bendición de Dios para la tarea educativa de los escolapios.
A continuación, el superior general de los Escolapios, Pedro Aguado, saludó a los presentes y aseguró que “la Opera Omnia es un deseo largamente soñado por los escolapios y una necesidad muy sentida en el conjunto de las Escuelas Pías y en el mundo educativo”. Y, además, porque, como añadió el general, “es justo y necesario que se conozca al padre de la escuela popular cristiana”.
Porque, como señaló el padre Aguado, a través de la lectura de sus escritos, “podemos acercarnos a sus convicciones, aspiraciones y esfuerzos, conocer los rasgos de su alma y su honda espiritualidad y, conociéndole, podemos amar más a este sacerdote, religioso, escolapio, santo y fundador”.
Los editores también dieron sendas pinceladas de la Opera Omnia. El padre José Pascual Burgués, historiador y archivero general de los Escolapios, presentó los datos técnicos de la obra: 5.000 escritos en 10 volúmenes, cuya cronología va de 1588 hasta 1648, en los que San José de Calasanz aborda desde cuestiones materiales y organizativas, hasta la vida interna de la Orden p las relaciones con los Papas y cardenales de la época.
Por su parte, Ricardo Cerverón, profesor de la Universidad Católica de Valencia, subrayó la importancia de los 2 últimos volúmenes de la Opera Omnia, en los que quizás resida, a su juicio, “la mayor novedad de la obra: su pensamiento sobre la educación de los más pobres”.
El núcleo de la presentación de la Opera Omnia de Calasanz estuvo encomendado al obispo emérito de San Sebastián, Juan María Uriarte, y al marianista y especialista en educación, Javier Cortés. El obispo, que también fue ex alumno de las Escuelas Pías, comenzó hablando del carisma del santo, “al que los pobres convirtieron” y, a ellos dedicó su carisma de una “escuela gratuita”.
Según Uriarte, San José de Calasanz llevó adelante su obra, a pesar de las enormes dificultades internas (su congregación llegó a ser suprimida por el Santo Oficio), “con fidelidad creativa y libre, no pasiva e, incluso, a veces, heroica”. Una aportación creativa.
Y Uriarte citó, como su aportación fundamental, “la fundación de la orden religiosa destinada a niños y adolescentes pobres, su obra maestra”. Una fundación que se sustenta en varios principios. Primero, “su intuición de conjugar en la educación la fe y las ciencias humanas”. En segundo lugar, “la opción preferencial por los pobres”. En tercer lugar, es “precursor de una sensibilidad ecuménica inusual en su tiempo” y en sus colegios admite a protestantes y a judíos, que son respetados en sus creencias.
Por su parte, Javier Cortés, subrayó, en su intervención, que Calasanz fue “altavoz de anuncio y denuncia nada fácil, mirando al futuro y con una innovación enraizada en el Evangelio”. Por eso, “marcó el futuro de la educación católica” desde dos claves: su profunda experiencia de seguimiento del maestro y su lectura misericordiosa (no judicial) del presente que le tocó vivir.
Según Cortés, Calasanz lleva a la educación un bagaje, que es “el modelo del maestro Jesús, con sus tres características: la ternura de la acogida, la palabra que ilumina y la firmeza de una propuesta de camino”. Por eso, a su juicio, “en estos elementos la escuela católica encontrará sus raíces”.
En la clausura del acto, el padre Aguado, aseguró que hay que recibir esta obra como una “acción de gracias a Dios por el don de Calasanz, su persona y su carisma, su testimonio y su ejemplo, su paternidad para todos nosotros. Calasanz no es sólo el fundador de las Escuelas Pías, sino el que las sigue fundando, cada día. Su palabra, sus escritos, su vida entera siguen estimulando la vida y la misión de todos los escolapios, de la familia calasancia, de las fraternidades, de todos nosotros”.
A su juicio, “el proyecto de Calasanz es el proyecto de Dios para los niños y jóvenes, especialmente los más necesitados. Por eso es un proyecto, que precisa respuestas nuevas. La virtualidad de un carisma consiste en que es capaz de suscitar nuevas respuestas en los hijos e hijas del fundador. Amar a Calasanz no es quedarnos fijos en él, sino ser fieles a él dando nuevos pasos escolapios”.
El General de los Escolapios reconoció que “nuestras escuelas y nuestras sociedad están hoy muy desafiadas”. En este contexto, a su juicio, la escuela cristiana debe estar centrada en el niño y en su desarrollo, debe ser “una escuela segura”, una escuela “con alma, que enseñe a los alumnos el amor de Dios y les ayude a encontrase con él”, “una escuela abierta a todos” y “una escuela que busca transformar la sociedad, para acercarla a los valores del Reino de Dios”.
Y para eso, “necesitamos la audacia que él tuvo para buscar nuevas fronteras y nuevos horizontes. Nuevos países y nuevos contextos en los que sembrar la propuesta calasancia. Nuevas vocaciones plenas de pasión por la misión escolapia. Nuevos Calasanz”.