—¿Cuál es la base de este “Santiago en el fin del mundo?
—Digamos que investigamos todos esos mitos que pasan por nuestra piel de toro y elaboro un mapa, un posible viaje de Santiago llegando a las costas de Cartagena, pasando por Granada, Cádiz, Sevilla, toda la Vía de la Plata hasta llegar a Astorga, de ahí a Santiago, y el camino de vuelta, con el famoso encuentro con la Virgen del Pilar de regreso a Jerusalén, donde se convierte en el primer apóstol en ser asesinado.
—Santiago es una figura enraizada en toda España.
—Quitando a la Virgen María es la advocación que más parroquias tiene, en España y Latinoamérica. Es el patrón de España y tiene mucho predicamento en nuestro país. Ese relato hunde sus raíces en una hipotética presencia de Santiago en Hispania, de la que nadie ha hablado a lo largo de la historia, es la primera vez que se ficciona ese viaje, pero que sí tiene un componente histórico claro que es la declaración del Vaticano de que los restos de Santiago están en la capital compostelana.
-¿Es todo ficción?
—A partir de ahí ha sido una investigación de muchos años. Es una novela, pero basada en mitos, leyendas y el supuesto paso de Santiago por distintos lugares de la Península Ibérica que forman parte de las fiestas, de las tradiciones y de la cultura de todo el país.
—¿Qué le atrae de la figura de Santiago?
—Es el símbolo de la valentía, del arrojo, de ir más allá. Es el apóstol más valiente de los doce y uno de los más cercanos a Jesús, junto con Pedro y con Juan. Le llamaban “El hijo del trueno” por algo, era muy impulsivo, con mucho carácter, muy valiente y a la vez con una personalidad tendente tanto a las grandes gestas como a los grandes fracasos.
—Entre las gestas, supongo, la evangelización de España.
—La peregrinación de Santiago en España fue un fracaso, porque según cuentan los pocos relatos que nos han llegado apenas logró convertir al Evangelio a los siete varones apostólicos, no a más. De hecho la Virgen se le aparece en el Pilar de Zaragoza para darle ánimos porque él regresaba a Jerusalén pensando que había fracasado en su misión. Sin embargo ese fracaso de alguien que muere sin dejar rastro ha configurado la que hoy es, con permiso de La Meca, la mayor peregrinación de la humanidad.
—¿Qué tiene de atractivo el Camino de Santiago para atraer a tanta gente?
—Creo que tiene que ver con nuestra forma de ser. Somos un pueblo que se ha ido encontrando en el camino con gente, que somos un compendio de muchas culturas, etnias, tradiciones y que nos encontramos en la calle, en el bar, caminando y abriéndonos a distintas experiencias. Lo que fascina del camino, cualquiera de los que existen, es que las motivaciones pueden ser distintas pero todos aprenden mucho mientras van caminando, van construyendo su propio camino encontrándose con gente, con su propio cansancio, son conscientes de sus límites. Eso dice mucho de la condición humana y del camino como protagonista de la vida. El camino de Santiago es una metáfora de la vida en la que te vas encontrando gente, fracasas, te equivocas, pecas, cometes errores, también aciertos, aprendes, das marcha atrás.
—El patrón de España se representaba mucha veces como Santiago Matamoros.
—Ahora algunos están volviendo a querer recordar el mito de Santiago Matamoros o aquella visión de un Santiago ultranacionalista que no tiene nada que ver con al realidad. Santiago era un judío que no había salido de su pueblo y que se va a los confines del mundo conocido para llevar un mensaje universal. Eso no casa con una visión de un Santiago que odia a los extranjeros o que quiere imponer una moral de poder, eso es un error.
—¿La literatura está en un momento dulce?
—La pandemia, que nos ha destrozado la vida a todos, al menos en principio ha conseguido que muchos volvieran a recuperar placeres; el confinamiento hizo que muchos volvieran a leer, hablar con los suyos o mirarse a los ojos.
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