"Pocos Reyes y Reinas de la Historia del cristianismo merecerían tanto como Isabel la Católica la gloria de los altares" Mariano Delgado: "La obra de España en América es uno de los grandes capítulos de la Historia de la humanidad, con sus luces y sombras"

Mariano Delgado
Mariano Delgado

"España ha seguido en cierto sentido la senda del universalismo romano, creando un espacio cultural aún más extenso y admirable que el del Imperio de Roma. Pero la obra de España ha estado marcada sobre todo por el universalismo cristiano, y en eso consiste la diferencia fundamental con el espejo romano"

"El Imperio español no se diferencia de los otros por los desmanes cometidos (de todos los imperios se puede escribir una historia criminal), sino por la reflexión ética sobre los mismos gracias a la denuncia profética de los primeros dominicos de La Española, continuada por Las Casas y otros misioneros indiófilos"

"Si la Controversia de Valladolid (1550/51) hubiera tenido lugar en Oxford o en París, se enseñaría en todas las universidades del mundo y la UNESCO la habría declarado patrimonio espiritual de la humanidad"

"La Leyenda negra mezcla la 'imperiofobia' típica contra las potencias hegemónicas con una “hispanofobia” fundada en prejuicios antropológicos y componentes cuasi-racistas"

"La Inquisición Española fue una institución totalitaria, pero no singular en la época, pues, de una forma u otra, había instituciones parecidas en todos los países"

"La evangelización se convirtió poco a poco en la razón de ser del Imperio español, como muestra la historia de las Filipinas"

"Deberíamos considerar a Las Casas como un gran cristiano y un gran español, del que podemos estar orgullosos. En ciertos campos es también un pionero de la Iglesia del Vaticano II"

'El siglo español (1492-1659), un ensayo de historia espiritual' es el título del nuevo libro de Mariano Delgado, (Berrueces, 1955), Decano de la Facultad de Teología de Friburgo y recientemente elegido nuevo Decano de la Clase VII (Religiones del Mundo) de la "Academia Europea de las Ciencias y Artes" de Salzburgo (Suiza). Hoy nos presenta su nueva obra, un ensayo de historia espiritual, una declaración de intenciones inserta ya en el título.

El catedrático español sostiene a las claras que "la obra de España en América es uno de los grandes capítulos de la Historia de la humanidad, con sus luces y sombras", que "la evangelización se convirtió poco a poco en la razón de ser del Imperio español", que tenemos que estar "orgullosos" de Bartolomé de Las Casas y que "pocos Reyes y Reinas de la Historia del cristianismo merecerían tanto como Isabel la Católica la gloria de los altares".

Mariano Delgado
Mariano Delgado

"Solo pretendo reivindicar algo evidente", afirma, "algo que ya hicieron los alemanes en el siglo XIX y que hoy vuelve a despertar un interés renovado entre ellos". Además, declara que lo ha escrito alejándose de cualquier enaltecimiento nacionalista, algo en lo que es muy fácil caer, pero él tiene muy claro que "el oficio de historiador debe ejercerse con responsabilidad y conciencia de los demonios nacionalistas que se puedan alimentar".

El siglo de Oro español es una etapa de la historia en la que confluyen muchos elementos: La hª de España en América, la controversia de Valladolid, la Inquisición, los Reyes Católicos, los dominicos, los místicos… La historia es siempre un fenómeno con muchas aristas, lo mismo que el presente. No hay bandos de «buenos y malos», pero sí se puede decir que hay «víctimas» a las que no se ha dado suficiente voz. Es una historia fundamental para entender la actualidad.

¿Además de “un repaso por la historia espiritual de un período histórico donde España tiene el protagonismo mundial”, su libro es también un intento de reivindicar el protagonismo cultural, social y espiritual de la España de esa época?

En cierto sentido sí, pero se trata de reivindicar algo evidente, pues los mismos eruditos protestantes de hoy suelen reconocer el liderazgo de España en esos campos hasta mediados del siglo XVII: en la teología y filosofía política, en las modas culturales y en la mística.

Esta reivindicación ya comienza en Alemania, por ejemplo, a principios del siglo XIX, cuando autores protestantes del romanticismo desarrollan la nostalgia de España que se expresa en nuevas traducciones del Quijote, de Calderón o de Gracián (su «Oráculo manual» fue traducido por Schopenhauer). Con el renacer católico a finales del Siglo XIX después del «Kulturkampf» se vuelve también la mirada a España de forma intensa y se habla de nuestros teólogos y místicos como los «Magna hispani», los grandes hispanos.

Siglo de oro

Y ahora, por hablar sólo del mundo germanófono en el que me muevo desde hace 40 años, hay un interés renovado por la Escuela de Salamanca, Bartolomé de Las Casas incluído, con ediciones de gran calidad que documentan las grandes obras en latín y traducciones al alemán. Estoy preparando para la colección en que aparecen esas obras una edición de la «Apología» o defensa de los pueblos indios de Las Casas en latín y alemán. Y Bernat Hernández, el último biógrafo español de Las Casas, ha dicho que

mi edición alemana de obras escogidas en cuatro volúmenes (1994-1997) resulta en muchos sentidos (por el cuidado en la traducción al alemán y por el interés de los ensayos preliminares) más destacable que la misma edición española de las obras completas.

- Asegura usted en la introducción del libro que “los extranjeros suelen admirarnos, mientras nosotros nos autoflagelamos con un espíritu depresivo y masoquista” ¿Es hora de sentirnos orgullosos de la obra evangelizadora y civilizadora de América?

Sin ninguna duda: es hora de elevar la autoestima, sin caer en nacionalismos supre

macistas de ninguna clase o mirarse al ombligo. La obra de España en América es uno de los grandes capítulos de la Historia de la humanidad, con sus luces y sombras. Sin ella no se puede comprender el mundo actual. España ha seguido en cierto sentido la senda del universalismo romano, creando un espacio cultural aún más extenso y admirable que el del Imperio de Roma. Pero la obra de España ha estado marcada sobre todo por el universalismo cristiano, y en eso consiste la diferencia fundamental con el espejo romano.

Libro de Hosle

Con el filósofo alemán Vittorio Hösle en su obra Moral und Politik. Grundlagen für eine politische Ethik für das 21. Jahrhundert (1997, Moral y política. Fundamentos de una ética para el siglo XXI) podemos decir que los asirios no tuvieron compasión con sus víctimas, pero que dos mil años después cristianos como Las Casas, por nombrar sólo al más conocido, sí la han tenido y han criticado la opresión colonial. Porque la expansión del Imperio español, a diferencia de la de los imperios de la antigüedad, fue acompañada y «fiscalizada» por el Evangelio, que es un mensaje de libertad y de igualdad. No se puede compartir el Evangelio con los pueblos dominados y justificar una situación de dominio y explotación. Por eso, dice Hösle, España debería estar más orgullosa de sus Las Casas «que de todos sus conquistadores».

El Imperio español no se diferencia de los otros por los desmanes cometidos (de todos los imperios se puede escribir una historia criminal), sino por la reflexión ética sobre los mismos gracias a la denuncia profética de los primeros dominicos de La Española, continuada por Las Casas y otros misioneros indiófilos. Ellos y la “Escuela de Salamanca” han pensado un mundo globalizado que parte de la unidad del género humano y comprende el orbe como un espacio común de derecho.

Si la Controversia de Valladolid (1550/51), en la que el humanista Juan Ginés de Sepúlveda y Las Casas discutieron sobre la legitimidad de las conquistas y encomiendas y sobre si los pueblos del Nuevo Mundo (los “indios”) eran esclavos por naturaleza sin la facultad para vivir en “buena policía” o más bien personas libres y racionales con su propia y digna civilización, aunque diferente de la nuestra, hubiera tenido lugar en Oxford o en París, se enseñaría en todas las universidades del mundo y la UNESCO la habría declarado patrimonio espiritual de la humanidad.

La controversia de Valladolid

- Pretende usted situarse, en su estudio histórico, en el justo medio. ¿Es posible?

No es el justo medio lo que busco como intelectual o historiador, sino el ser honesto en la interpretación de las fuentes, evitando su instrumentalización al servicio de nacionalismos o populismos de uno y otro signo. Yo intento diferenciar y ponderar en mi interpretación de la historia de España. No se trata de escribir sobre lo que yo llamo «El Siglo Español (1492-1659)» con la mirada forense del juez que intenta pronunciar un veredicto. Y tampoco con la de una patriota exaltado que sólo ve resplandor y gloria.

La historia es siempre un fenómeno complejo, lo mismo que el presente. No hay bandos de «buenos y malos», pero sí se puede decir que hay «víctimas» a las que no se ha dado suficiente voz. Ver la historia también desde su perspectiva es algo que he intentado hacer, sobre todo en los capítulos que tratan de la expansión española allende los mares.

- ¿Los Reyes Católicos fueron católicos no solo de nombre y de título, sino con su vida y su forma de gobernar? ¿Merece Isabel la Católica, en especial, ser declarada santa por la Iglesia?

La interpretación de la historia tiene sus vaivenes, dependiendo de la mentalidad de cada tiempo. Pues los historiadores (malos) reinterpretan el pasado según los gustos y los intereses de su tiempo. Como acostumbra a decir Fernando García de Cortázar, parece que en España no hay nada más inseguro que el pasado.

Reyes Católicos

Respecto a los Reyes Católicos estamos ahora en una fase marcada por la «damnatio memoriae»: Como Franco los instrumentalizó para su visión anacronística de la España «una, grande y libre», utilizando el águila de San Juán como escudo o imprimiendo su retrato en los famosos «billetes verdes», hay ahora toda una generación de analfabetos en conocimiento histórico, pero con suficiente responsabilidad política para marcar el paso de España, que tiene a los Reyes Católicos por precursores del franquismo o quita la enseñaza del Siglo Español del currículo de las escuelas o de la formación diplomática: un error, un inmeso error.

En realidad, los Reyes Católicos han sido los creadores de la España que con «El Siglo Español» tuvo su período de hegemonía en la historia occidental. El título «católicos», que recibieron del papa Alejandro VI en 1496, los equipara practicamente en dignidad al emperador. En el aspecto personal y como gobernantes fueron realmente católicos de su época: por una parte, estaban dispuestos a seguir respecto a las minorías religiosas (judíos y moros) la razón de estado católica marcada por la inquisición, pero, por otra, eran conscientes de su papel y obligaban a la Iglesia en sus territorios a «reformarse» (evitando abusos, mejorando la observancia y disciplina en las órdenes religiosas, fomentanto catecismos para la evangelización del pueblo etc.) para poder apoyarse mejor en ella como instrumento de gobierno.

Por lo demás, intentaban seguir las pautas de buen gobierno de los espejos de príncipes en el seno del cristianismo, sin olvidar el bien común y el cuidado de los pobres, como hicieron también sus sucesores (baste ver en nuestro paisaje urbano, también en Hispanoamérica, los grandes y magníficos hospitales construídos en esa época, en España hoy a veces Paradores, Museos o sedes de parlamentos régionales). Pero como hombres de estado intentaban practicar el arte de la «política» según los parámetros de su tiempo que entonces como ahora no estaba exento de un cierto «maquiavelismo».

Isabel la Católica

Pocos Reyes y Reinas de la Historia del cristianismo merecerían tanto como Isabel la Católica la gloria de los altares. Si no ha podido ser hasta ahora, se debe también a ese cambio de mentalidades que para algunos hace incompatible la canonización con la facticidad de la expulsion de los judíos, aunque fuera por presión de la misma Inquisición, es decir, por la razón de estado «católica». Siguiendo esa mentalidad hodierna habría que bajar a muchas personas de los altares.

- ¿A la Leyenda Negra le falta fundamento?

Como ya mencioné más arriba, de todo Imperio se puede escribir una historia criminal, también de la Iglesia. En el fondo es el precio de la pretensión hegemómica de España en la Primera Edad Moderna y la consecuancia de la primera gran batalla propagandística después de la invención de la imprenta. Los enemigos de España la ganaron, porque Felipe II y sus sucesores prácticamente no quisieron o no supieron hacer una contra-propaganda eficaz: tan seguros estaban de la superioridad moral de la causa española, y de que Dios estaba con ellos.

Pasó también después con el “criollismo” en la emancipación de la América hispana y está pasando ahora delante de nuestros ojos con el nacionalismo catalán. Renunciar a la batalla de las ideas no es nunca una buena solución. La Leyenda negra mezcla la “imperiofobia” típica contra las potencias hegemónicas con una “hispanofobia” fundada en prejuicios antropológicos y componentes cuasi-racistas.

Leyenda negra

- Por ejemplo, Lutero dice que los españoles son “en su mayoría, marranos y mamelucos, que no creen en nada”

Exactamente. Dice además que para los alemanes en caso de tener que elegir sería mejor caer bajo el dominio de los turcos que de los españoles. Pues los turcos cuidan la justicia, mientras que los españoles, «como se ve en el Milanesado», no hacen más que barrabasadas e instaurarían en los países alemanes la «tiranía española», lo contrario de la «libertad tedesca». Pero también nacionalistas italianos como el mismo papa Paulo IV, un Carafa, que intentaba echar a los españoles de Italia, los tilda de pueblo extranjero devaluado por sangre extraña (de judíos y moros). Y «judíos y marranos desleales» gritan los romanos a las tropas de Carlos V durante el «Sacco di Roma» (1527).

- ¿Felipe II fue “el nuevo Constantino protector de la Iglesia”, como insinúa en su libro?

No digo que lo fuera, sino que se veía así, si tomamos en serio la iconografía del Concilio de Nicea en la magnífica biblioteca de El Escorial. El emperador siempre fue visto como el «protector de la Iglesia».

Apoteósis de la monarquía de Lucas Jordan

En «El Siglo Español» la dignidad imperial vino a España con Carlos V. Su hijo Felipe II y sus sucesores no fueron emperadores, pues esa dignidad pasó al hermano de Carlos V (Fernando) y a sus descendientes, la rama que gobernó Austria. Pero durante «El Siglo Español», Su Majestad Católica el Rey de las Españas era más poderoso e importante que el emperador. Y Felipe II tenía conciencia de ello. Baste ver el fresco que Lucas Jordán pintó en 1692 para la bóveda de la escalera principal de El Escorial y que es una apoteosis o gloria de la Casa de Austria: de rodillas sobre una nube, Carlos V ofrece a la Santísima Trinidad en su mano izquierda la corona imperial y en la derecha la de los reinos de España como símbolo de su Monarquía universal, mientras que su hijo Felipe II, que no pudo ser emperador, le ofrece un «Globus», es decir, un orbe católico como prenda de su Monarquía Hispánica, que comprendía también a Portugal y había propagado el evangelio por todo el mundo, superando así a su padre, el César.

- ¿La Inquisición española no fue tan sanguinaria como suele decirse, ni siquiera en cuanto al número de condenados a muerte?

La investigación histórica ha mostrado que el número de condenados a muerte (unos 7'000 en tres siglos) es relativamente pequeño si se compara, por ejemplo, con los horrores de la «Noche de San Bartolomé» en Francia, la persecución de los católicos en Inglaterra o las condenas de brujas a la hoguera en otras partes de Europa.

Pero los números no lo son todo, aparte de que, como decía nuestro Miguel Servet en Ginebra ante Calvino, «perseguir criminalmente por la doctrina de las Escrituras o por cuestiones que dependan de ellas..., es una nueva invención, ignorada de los apóstoles y discípulos de la Iglesia antigua”. Es parte del agustinismo político a partir del medievo. No faltan autores que relativizan el peso de la Inquisición en la Historia de España, o que incluso hablan de que significó un progreso en el quehacer de los tribunales, pues todo quedaba documentado en las actas del proceso y los reos tenían el derecho a defenderse antes de firmar la confesión. De las actas se desprende a veces una visión menos edulcorada.

Inquisición

El jesuita e historiador Juan de Mariana ha comentado con ironía la diferencia entre la cultura jurídica de la Inquisición y de la tradición española: la gente se extrañaba, por ejemplo, de «que los hijos pagasen por los delitos de los padres, que no se supiese ni manifestase el que acusaba, ni le confrontasen con el reo ni hubiese publicación de testigos, todo contrario a lo que de antiguo se acostumbraba en los otros tribunales». Además, a los españoles de la época «les parecía cosa nueva que semejantes pecados se castigasen con pena de muerte, y lo más grave, que por aquellas pesquisas secretas les quitaban la libertad de oír y hablar entre sí, por tener en las ciudades, pueblos y aldeas personas a propósito para dar aviso de lo que pasaba; cosa que algunos tenían en figura de una servidumbre gravísima y a par de muerte».

La Inquisición Española fue una institución totalitaria, pero no singular en la época, pues, de una forma u otra, había instituciones parecidas en todos los países: se intentaba controlar y disciplinar a la población con arreglo a la “razón de estado”, ya fuera esta la católica, la anglicana o la protestante.

- ¿Por qué la mayoría de los Grandes Inquisidores fueron dominicos?

Porque tenían fama de una sólida formación teológica, necesaria para examinar posibles delitos «contra la fe y las sanas costumbres». En el Siglo Español no faltan entre los inquisidores miembros de otras órdenes o del clero secular. Donde si abundaban los dominicos, pero luego también los jesuitas, es entre los calificadores que eran los que hacían el trabajo teológico para los jueces. Y también es verdad que entre los teólogos escolásticos en general y entre los dominicos en particular se cultivaba un cierto «aristocratismo» en el sentido que se tenían por los guardianes de las esencias o de la identidad de la Iglesia.

Místicos españoles

- ¿Podemos sentirnos orgullosos de nuestros grandes místicos del siglo español y de nuestro imperio “global y evangelizador”?

Sin ninguna duda. Mientras que algunos españoles bajo la divisa del «Plus ultra» intentaron explorar y conquistar el Nuevo Mundo, otros se entregaron con el mismo celo al conocimiento de sí mismos ante Dios, a la oración mental en meditación y contemplación. Sabían que la primera condición para transformar el mundo es dejarse transformar por Dios, crecer en la imitación de Cristo y en todas las virtudes. Ese movimiento hacia adentro es el contrapunto del pensamiento fáustico de la modernidad y del ritualismo y de la teatralidad del catolicismo barroco hispano.

Y la evangelización se convirtió poco a poco en la razón de ser del Imperio español, como muestra la historia de las Filipinas. Allí apenas había algo que ganar al principio. Y cuando la Corona pensó en retirarse para concentrarse en América, los misioneros lo impidieron, pues no se debería decir de Su Majestad Católica que no fomentaba la evangelización donde no había oro o plata.

La evangelización de los pueblos del Nuevo Mundo es también un proceso complejo, que ha creado en el mundo el paisaje católico actual: más de una tercera parte de los católicos rezamos el Padrenuestro en español. Pero los misioneros eran hijos de su época y no tenían en la mochila la teología de las religiones no-cristianas del Concilio Vaticano II, según la cual la Iglesia “no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero».

Los misioneros estaban marcados por los dogmas exclusivistas de los Concilios de Florencia y Trento sobre de la necesidad del bautismo y de la pertenencia a la Iglesia para la salvación. Así leían también el final del Evangelio de San Marcos (16,15-16): «Id por todo el mundo y anunciad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará; el que se niegue a creer se condenará». Por eso se apresuraban a evangelizar y bautizar a la mayor cantidad de gente posible.

Mística sufí

- ¿Hay influencias sufíes en la mística española?

Hay innegables analogías, que han llamado la atención de investigadores como Miguel Asín Palacios, Cristóbal Cuevas o Luce López-Baralt. Si tenemos en cuenta la diferencia fundamental entre el horizonte interpretativo cristiano (comunión amorosa de personas en la Trinidad y encarnación de Dios en el cristianismo como condición para la posibilidad de la deificación) y el islámico (monoteísmo radical que acentúa la diferencia entre Dios el misericordioso y el hombre, y niega la encarnación y la posibilidad de la deificación), es prácticamente imposible una influencia sustancial del islam sobre la mística cristiana.

Las analogías, por tanto, no pueden referirse a la interpretación místico-teológica de lo experimentado, sino solo a la manera de hacerlo: al estilo de los comentarios en prosa con una técnica circular y un lenguaje espiritual polivalente y aleatorio, y a algunas metáforas y símbolos. Estas analogías son a veces demasiado fuertes como para que ser casuales o fruto de la universalidad de la experiencia mística que conlleva un lenguaje parecido. Algunos investigadores sospechan que la tradición oral y escrita de los moriscos pudo haber sido la cadena de transmisión. Pero no se ha podido probar nada en concreto. En España, que en el medievo había sido el lugar de una precaria convivencia entre cristianos, moros y judíos y que en el siglo XVI tenía muchos conversos en su seno, el conocimiento de las corrientes místicas del judaísmo y del islam estaba en el ambiente.

- ¿Puede que el famosísimo 'Nada te turbe' no sea de Santa Teresa?

Puede ser, y aventuro esa hipótesis en el libro. Lo que sí es cierto es que la primera versión «impresa» se encuentra en la obra «Guía espiritual» (1675) de Miguel de Molinos. De todos formas, el texto corresponde básicamente a la experiencia mística teresiana. Aunque llama la atención que el concepto fundamental de Santa Teresa es «la humildad». Esa es la que todo lo alcanza de Dios, mientras que el texto «Nada te turbe» habla de «la paciencia», un término muy «quietista».

Fray Bartolomé

- ¿Cree, como Gabriela Mistral, que Bartolomé de Las Casas fue “una honra del género humano”?

Sin ninguna duda, aunque sé que es un personaje controvertido, sobre todo en España. Muchos españoles, también con suficiente formación intelectual como para comprender su talante y lenguaje «profético», se sienten ofendidos al leer algunas cosas que Las Casas ha escrito sobre los conquistadores y encomenderos, que llama a veces genéricamente «españoles» o «cristianos», entre otras cosas porque con la «Brevísima relación de la destruición de las Indias», y probablemente en connivencia con el Inquisidor General Fernando de Valdés, en cuyo obispado de Sevilla pudo imprimirla, quería meter presión a la conciencia real para permitir el envío de la Inquisición al Nuevo Mundo. Abrigaba la esperanza de que esta pudiera poner fin a los desmanes, si no lograban hacerlo las Audiencias Reales.

Creo honestamente que debemos ver en Las Casas a nuestro «profeta» en «El Siglo Español», que nos recuerda a tiempo y a destiempo como los antiguos profetas de Israel los desmanes y las injusticias frente a los indios, proponiendo además siempre remedios de buen gobierno. No puede ser que intelectuales de gran renombre en todo el mundo (Hispanoamérica, el mundo anglófono, el francófono, el germanófono) lo vean como Gabriela Mistral y nosotros siempre intentemos desacreditarle con argumentos ad personam o negarle el pan y la sal del reconocimiento como notable pensador (es lo que hace básicamente Ramón Menéndez Pidal en su polémico libro «El Padre Las Casas. Su doble personalidad», 1963) en la línea de los mejores autores de la Escuela de Salamanca, pero con la ventaja de que conocía el buen trecho que va del derecho al hecho. Por ello reclamaba siempre cambiar la perspectiva y aprender a ver las cosas «como si fuéramos indios». Este es un principio elemental de una perspectiva cristiana de la historia.

En mi libro hablo mucho de Las Casas, cuando hay lugar de hacerlo, pero creo que lo hago con cierta ponderación y criticando sobre todo las extrapolaciones de su pensamiento y de sus críticas a «los españoles» que hacen algunos con fines políticos (por ejemplo los criollos durante la emancipación de Hispano-América y los indigenistas después), y de las que él evidentemente no tiene la culpa, como tampoco la tiene de la instrumentalización de su «Brevísima relación», un espejo de príncipes «ex negativo», por los enemigos de España para la Leyenda Negra.

Brevísima relación

Si tenemos en cuenta su espiritualidad y su compasión con los indios y su amor por el «derecho», es decir, la fuente de su profetismo y su pensamiento, deberíamos considerar a Las Casas como un gran cristiano y un gran español, del que podemos estar orgullosos. En ciertos campos es también un pionero de la Iglesia del Vaticano II (visión de las religiones no-cristianas, compasión con los sufrientes en el sentido del comienzo de la «Gaudium et spes»). Yo lo he llamado en un libro «piedra de tropiezo» y «signo de contradicción», y él mismo se veía así en varias ocasiones.

- ¿Se llegó a justificar la esclavitud con la teoría de que “los africanos descendían de Cam, el tercer hijo de Noé, a quien éste maldijo como esclavo de sus hermanos”?

Sí, es algo muy conocido. La esclavitud se justificó con diferentes teorías: por ser prisioneros en guerras “justas”, por ser, como decía Aristóteles, “esclavos por naturaleza”, es decir, gente sin el raciocinio suficiente para vivir de forma civilizada (a la europea), y en el caso de los negros también se recurrió a la Biblia como fuente de legitimación, por ejemplo, con la teoría de que los africanos descendían de Cam, el tercer hijo de Noé, a quién este maldijo como esclavo de sus hermanos (Gn 9,25-27).

La trata negrera es sin duda uno de los capítulos más crueles y tristes de la historia occidental (sin olvidar que los africanos también fueron esclavizados por los musulmanes y que fue el impulso de la conciencia de algunos cristianos, sobre todo de los cuáqueros, lo que condujo a la abolición de la esclavitud en el siglo XIX). Y la recepción o interpretación de la Biblia no es algo inocente, pues ha servido para justificar tanto la liberación como la opresión, el cuidado y la explotación de la naturaleza.

Papa y movimientos populares

- ¿El Papa Francisco puede considerarse un fruto de la utopía paniberoamericana de la Teología de la Liberación, en su vertiente de la Teología del Pueblo argentina?

En cierto sentido sí. Algunos teólogos jesuitas de esa corriente argentina han sido sus maestros. Su lenguaje (por ejemplo al leer sus encíclicas y otros escritos en español, la lengua original) es el del documento de “Aparecida”, en cuya redacción participó. Propaga naturalmente la utopía misionera del Buen Pastor con vida en abudancia para todos y especial cuidado de los más desfavorecidos. Ciritica con virulencia los excesos del capitalismo y del liberalismo (aunque poco o nada dice de los males del comunismo, del chavismo o del peronismo). Y como otros representantes de la utopía paniberoamericana, de los que hablo en mi libro, considera la Amazonia como un espacio clave para el futuro de la humanidad.

*Mariano Delgado es decano de la Facultad de Teología de Friburgo y profesor de Historia de la Iglesia

Libro de Mariano Delgado

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