La VERDAD se escribe con letras mayúsculas 'Pensar con el Evangelio' es la cuestión, eje y título del libro publicado por Ángel Luis Fariña Pérez
"'Pensar', es decir, 'reflexionar, examinar con cuidado algo para formar dictamen', es un verbo condenado hoy a la desaparición"
"Diagnóstico tan generalizado es aplicable reduplicativamente también a cuanto tiene relación aluna con la Iglesia. En esta se piensa aún menos. Todo nos lo sirven jerárquicamente pensado y hasta 'dogmatizado'"
"Esta es la cuestión, eje y título del libro publicado por Ángel Luis Fariñas Pérez, fraile de la Orden de Predicadores. El libro tiene 210 páginas, editado por 'El ojo de Poe', con el aval de un certero prólogo de fray Jesús Díaz Sariego"
"Aportación meritoriamente pastoral del libro al que hago referencia, es su acentuación de que "la Verdad ha de buscarse, con la seguridad de encontrarla en lo cotidiano de la vida". ¡Ánimo y a dedicase a pensar con el Evangelio, dejando de lado otras fórmulas 'eclesiasticoides' y anti -sinodales, que nos han sido y se nos ofrecen con 'santa' anestesia"
"Esta es la cuestión, eje y título del libro publicado por Ángel Luis Fariñas Pérez, fraile de la Orden de Predicadores. El libro tiene 210 páginas, editado por 'El ojo de Poe', con el aval de un certero prólogo de fray Jesús Díaz Sariego"
"Aportación meritoriamente pastoral del libro al que hago referencia, es su acentuación de que "la Verdad ha de buscarse, con la seguridad de encontrarla en lo cotidiano de la vida". ¡Ánimo y a dedicase a pensar con el Evangelio, dejando de lado otras fórmulas 'eclesiasticoides' y anti -sinodales, que nos han sido y se nos ofrecen con 'santa' anestesia"
“Pensar”, es decir, “reflexionar, examinar con cuidado algo para formar dictamen”, es un verbo condenado hoy a la desaparición y a su inexorable tachado de los diccionarios, en cualquiera de sus tiempos, pasados, presentes y futuros. Si acaso, y siendo compasivo con los celadores académicos, acepto que, tal y como está el panorama, hablado, escrito y practicado, al término “pienso” en su acepción de “proporcionar alimento a los animales”, será al que se prometan mayores, aunque también indecisas esperanzar de perdurabilidad.
Y es que hoy se piensa poco. Muy poco. Casi nada. Las explicaciones son múltiples. Desde las que se hacen surgir de las prisas, hasta del dolor de cabeza, la extenuación y el compromiso que lleva consigo tal tarea, que precisamente diferencia a los no animales racionales de por sí y por naturaleza . Pensar es un lujo. Y una incomodidad y pérdida flagrante de tiempo para la mayoría, que podría y debería emplearse en disfrutar de la vida “caiga quien caiga” y “hasta que el cuerpo aguante”.
Diagnóstico tan generalizado es aplicable reduplicativamente también a cuanto tiene relación aluna con la Iglesia. En esta se piensa aún menos. Todo nos lo sirven jerárquicamente pensado y hasta “dogmatizado”. El AMÉN suple con generosidad, acierto y tranquilidad de conciencia, a pensar por su propia cuenta, tanto por lo que respecta a esta vida como a la “otra”. Más aún a quienes piensen lo contrario y así lo manifiesten, los anatemas divinos y humanos les son y serán servidos sin escusas ni pretextos. En ocasiones, hasta si se trata del santo Evangelio.
Y esta es la cuestión, eje y título del libro publicado por Ángel Luis Fariña Pérez “fraile de la Orden de Predicadores , bachiller en Teología por la Facultad “San Vicente Ferrer” de Valencia, y licenciado en Teología Pastoral por la Universidad Pontificia de Salamanca “, en la actualidad profesor de Educación Secundaria y párroco de la Real Basílica de Nuestra Señora de Atocha en Madrid. El libro tiene 210 páginas, editado por “El ojo de Poe”, con el aval de un certero prólogo de fray Jesús Díaz Sariego, “Prior Provincial de los Dominicos de la Provincia de Hispania y Presidente de la Conferencia Española de Religiosos”, o CONFER.
El subtítulo de libro de Ángel Luis es “Buscar la verdad desde lo cotidiano de la vida”. Y es que, en cristiano, pensar si no es con el Evangelio, no es pensar. Es -sería- otra cosa distinta, y hasta contrapuesta, aún con la más indiferente y equivocada de las intenciones por piadosas que sean, así nos sean presentadas o las presentemos nosotros. La VERDAD se escribe con letras mayúsculas y cada una de sus sílabas se corresponderán con las del Evangelio y las del Bautismo.
De no ser así, también a la palabra “verdad” se la tendrá que expulsar de los libros litúrgicos, aunque estos sean incensados y besados respetuosamente por el celebrante principal y más si este es mitrado. La Verdad es una. Y hay que buscarla. No suele ser objeto de regalo. Ni jamás es y está sola. En cristiano, es decir, por exigencias del Evangelio, trinitariamente la Verdad está siempre uncida a la Vida y ael Camino , encarnados en Jesús.
Aportación meritoriamente pastoral es el libro al que hago referencia, en su acentuación de que “la Verdad ha de buscarse, con la seguridad de encontrarla en lo cotidiano de la vida”. “Cotidiano”, seglar-“seglara”- , normalidad, sencillez, humanidad, humildad, vida en familia, consagración o no, exención de privilegios “humanos y divinos”, ser y exigir ser tratados como “uno más”, pobreza, falta de reconocimiento “oficial” por parte de la” autoridad competente”, serán notas calificadoras que hacen posible el milagro de que “la cotidianidad llegue a ser el único y peremne manantial de la sacramentalidad de la Verdad de por vida.
¡Ánimo y a dedicase a pensar con el Evangelio como guía, a su búsqueda en lo cotidiana, dejando de lado otras fórmulas -baratas o caras-, ”eclesiasticoides“ y anti -sinodales, que nos han sido y se nos ofrecen con ”santa” anestesia,pero aún con rangos litúrgicos o papa-litúrgicos!.
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