Liturgia del 2º Domingo de Adviento - INMACULADA 2024 (C)

Inmaculada que enaltece a los humildes
Inmaculada que enaltece a los humildes

2º Domingo de Adviento - INMACULADA 2024 (C)

El amor permanente y entrañable de Dios Padre, que nos habita y sostiene, la presencia luminosa de Jesús Resucitado, su Luz y el impulso de su Espíritu están con todos vosotros.


MONICIÓN DE ENTRADA


María es Inmaculada porque deja transparentar todo lo que de Dios hay en ella, sin reservarse nada. Que en esta celebración nosotros seamos capaces de empezar a descubrir que en nuestra esencia somos como ella inmaculados, y su ejemplo nos anime y estimule a realizarnos plenamente como ella.


Oración encendido 2º cirio corona de Adviento


Encendemos, Señor, esta luz como aquel que enciende una lamparilla para salir al encuentro del amigo que llega. Porque Tú eres, la voz más dulce, la paz más profunda, la alegría más verdadera que habita en nuestro interior, y que nos impulsa a cambiar el rumbo, convirtiéndonos en profetas de tu evangelio.


ACTO DE RECONOCIMIENTO


Como María en su precioso Magnificat reconocemos y damos gracias por los dones que Dios Padre nos ha dado y nos comprometemos a vivirlos y entregarlos en manso rebosar.


Nos has dado Padre el don de la inteligencia para que a través de ella te conozcamos a Ti y construyamos juntos un mundo fraterno. Para ello nos comprometemos a ponerla al servicio del bien común. Nos comprometemos Señor.


Nos has dado Padre el don de la sensibilidad para descubrir tu presencia en todas las cosas bellas que has creado para nosotros y para estar atentos a los demás y poder ayudarles. Nos comprometemos a cultivarla cada día. Nos comprometemos Señor.


Nos has dado Padre el don del amor. Nos comprometemos a cultivarlo siendo amables, cariñosos y serviciales con todos. Nos comprometemos Señor


Dios Padre Amoroso TIENE misericordia de nosotros, comprende nuestros fallos y nos guía de su mano a la vida eterna. Amén.

GLORIA


Gloria a Dios en el cielo….

Tú que quitas el pecado del mundo, Tú tienes piedad de nosotros...

Tú que quitas el pecado del mundo, Tú atiendes nuestras súplicas

Tú que estás sentado a la derecha del Padre, Tú tienes piedad de nosotros


ORACIÓN COLECTA


¡QUIÉN PUDIERA COMO TÚ, MARÍA!

Decir al mundo que, en la pequeñez, está el secreto de la felicidad y el asombro. Que, en la humildad, se funde la llave para conquistar a Dios que, en la docilidad, es donde uno se llena de la fuerza divina.


¡QUIÉN PUDIERA COMO TÚ, MARÍA INMACULADA!

Poseer aquella perfección que al mismo Dios enamora, asaltar algunos de esos dones tuyos con los que fuiste capaz de robar el mismo corazón al Creador. Vivir sintiéndonos amados por esa fuerza alta y extraña que, cuando se acoge, es oasis de eternidad y de paz.


¡QUIÉN PUDIERA COMO TÚ, MARÍA!

Responder siempre "SI", sin mirar a lo que atrás se deja, y ofrecer al Señor el campo de nuestro interior, limpio y convertido, cuidado y reluciente. Y que Él pudiera acampar sin miedo a ser rechazado. Caminar, como Tú lo haces, sin temor ni temblor sabiendo que, cuando Dios entra por una ventana de tu casa, la ilumina con rayos de paz y de alegría desbordantes.


Gracias, Virgen Inmaculada, eres don y regalo. Don para nuestra Iglesia. Regalo para todo el pueblo, que bajo la guía de tu ejemplo camina ilusionado dando a luz a Jesús. Amén.


Lectura del libro del Génesis (3,9-15.20):


Después que Adán comió del árbol, el Señor llamó al hombre: «¿Dónde estás?»

Él contestó: «Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí.»

El Señor le replicó: «¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?»

Adán respondió: «La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto, y comí.»

El Señor dijo a la mujer: «¿Qué es lo que has hecho?»

Ella respondió: «La serpiente me engañó, y comí.»

El Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón.»

El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.


Salmo 97


R/. Cantad al Señor un cántico nuevo,

porque ha hecho maravillas


Cantad al Señor un cántico nuevo,

porque ha hecho maravillas:

su diestra le ha dado la victoria,

su santo brazo. R/.


El Señor da a conocer su victoria,

revela a las naciones su justicia:

se acordó de su misericordia y su fidelidad

en favor de la casa de Israel. R/.


Los confines de la tierra han contemplado

la victoria de nuestro Dios.

Aclama al Señor, tierra entera;

gritad, vitoread, tocad. R/.


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (1,3-6.11-12):


Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria.


Lectura del santo evangelio según san Lucas (1.26-38):


En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.

El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»

Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.


El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»


Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»

El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»

María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»

Y la dejó el ángel.

HOMILÍA

En este adviento de 2024 el 2º Domingo coincide con la solemnidad de la Inmaculada Concepción, que en España prevalece sobre el domingo de adviento. Y es un acierto, porque María es sin duda la gran protagonista del Adviento.

Hemos escuchado un texto evangélico sobradamente conocido, que nos habla de  esta mujer, toda de Dios, que bajo la acción del Espíritu Santo consiente, da su SÍ incondicional al Creador y, así, por su medio, el hijo de Dios se hace hombre, persona humana como nosotros. Esta reflexión nos ha ayudado, sin duda, a conocer y admirar a María, la Inmaculada. A considerarla realmente la madre de Jesús por obra del Espíritu Santo.

Pero este evangelio, no habla solo de María. No está escrito solo para que la conozcamos, o conozcamos su historia. Estamos ante una catequesis que busca ayudarnos a crecer en la fe.

Por eso debemos preguntarnos: ¿Qué resuena en mí al escuchar esta Palabra de Dios, hoy, en este Adviento de 2024 en las circunstancias que estamos viviendo?  ¿Qué dice de mí y que me dice este evangelio?

Porque este texto habla también de nosotros. Nos dice a qué estamos llamados los seguidores de Jesús, nos habla de nuestra común vocación a “encarnar”, hacer tangible en nuestro mundo al Hijo de Dios, poniéndonos como referente a María.

Como a ella, también a cada uno de nosotros nos llega la palabra de Dios, que “entrando donde estamos” allí, en nuestra vida habitual, en nuestras familias y tareas, irrumpe con un saludo que nos paraliza y nos choca. Y como ella nos preguntamos, ¿qué saludo es éste? ¿De qué nos hablas, Señor? ¿Yo, “agraciado” lleno de tus dones? ¿Que estás conmigo? Todo eso nos suena, pero nuestra vida, como la de María, ya está organizada y planificada. Ya somos cristianos, medianamente buenos, vamos a misa, rezamos, ayudamos, ¿Qué quieres de nosotros ahora?

Y también nosotros nos llenamos de temor, nos da  miedo. Porque intuimos que la llamada de Dios, todas sus llamadas, nos sacan de lo habitual, de lo de todos los días, de lo que pensábamos,  pero con infinito amor y comprensión.

En vez de regañar nuestra falta de fe y compromiso (motivos tendría) nos dice: NO TENGAS MIEDO. No temas María, no temas José, no temas Inmaculada, Carmen, Antonio…  “Has encontrado gracia ante mí” Te miro con amor, te he elegido… para que tu vida sea fecunda, y sea una vida que viene de Dios, para que hagas presente, des a luz, a mi hijo en la tierra.

Y nos toca contestar. Arriesgar desde la fe, decir que SÍ y dejar que sea la fuerza del Espíritu la que nos cubra con su sombra y que lo que nazca de nosotros sea “hijo de Dios, vida de Dios”. O… callarnos, o decir que no, o darnos la vuelta y seguir con lo de siempre, con los  cumplimientos que controlamos y nos hacen sentirnos seguros. Quizá hasta justificándonos, “Yo no conozco varón, yo no tengo fuerza, yo soy mayor,  yo vivo en una sociedad que…” y no como pregunta, sino como barrera infranqueable.

Ojalá, aun en medio de pequeños o grandes temores, descubramos que el protagonismo, la fuerza es del Espíritu, no nuestra. Como en tantas otras ocasiones, que sin duda hemos experimentado. Entonces encontraremos la confianza y el amor suficiente, aunque sea para balbucir tan solo: “SÍ, hágase en mí”.  El resto es cosa del Espíritu.

Y es este mismo Espíritu el que quiere hacerse presente, nacer en el mundo, por puro amor a la humanidad, gratuitamente. Hoy, mirando a María, y como ella, solo nos queda admirar, agradecer y dejar que este amor que nos llena rebose y se derrame sobre los que nos rodean.

María (y cada uno de nosotros) empapada en su hijo, se convierte/nos convertimos en fuente de bondad, ternura, misericordia, cercanía, fortaleza y  libertad.


CREDO


Sacerdote.- ¿Creéis en Dios, que es nuestro Padre, que ha hecho todas las cosas y nos cuida con amor?

Todos.- Sí, Creemos.


Sacerdote.- ¿Creéis en Jesucristo, que ha puesto su Morada entre nosotros, para hacernos conocer a Dios?

Todos.- Sí, Creemos.


Sacerdote.- ¿Creéis en el Espíritu Santo que vive entre nosotros, y anima a la Iglesia para hacer un mundo mejor?.

Todos. Sí, Creemos.

ORACIÓN UNIVERSAL


María es la que dice SÍ a la vida, SÍ al servicio, SÍ a la entrega de sí misma en favor del otro; SÍ a ser cauce de la Buena Noticia de su Hijo Jesús. Oremos.


Queremos decir SÍ

• A una Iglesia que sea cauce de la Vida de Jesús de Nazaret, reflejo de la vida mariana como disponibilidad, servicio, acogida, portadora de vida y Vida en abundancia.


Queremos decir SÍ

• A unas  comunidades parroquiales y religiosas, que sean espacios abiertos a cuantas personas necesitan un techo, una escucha, una mano tendida, un plato de comida, un sentirse alguien para alguien.


Queremos decir SÍ

• Con nuestros hechos y actitudes, que  sean trasparencia de la vida de Jesús de Nazaret, camino de vida, de salud, de reconciliación, de esperanza y fe en el ser humano.


Queremos decir SÍ

• Al cuidado de nuestras madres con cariño y agradecimiento, con especial atención y delicadeza y ternura hacía las madres mayores, enfermas, que viven una soledad no deseada.


Queremos decir SÍ

En esta fiesta de María, celebramos con gozo el SÍ de María, ella es nuestro referente de vida en clave de servicio y entrega. Agradecemos la vida de Jesús de Nazaret, que vive por los siglos de los siglos. Amén.


En el momento de presentar la OFRENDA de toda la Iglesia oremos a Dios Padre Misericordioso


El Señor reciba de tus manos esta OFRENDA…

ORACIÓN OFRENDAS


Te presentamos el vino y el pan, frutos de la tierra y del trabajo de los hombres y mujeres que labraron la tierra con esperanza, y cosecharon con ilusión las uvas y el trigo. Junto a ellos ofrecemos nuestras vidas: con los fracasos y los triunfos, con los desalientos y las esperanzas. Te lo ofrecemos todo  con Jesucristo Nuestro Señor.

PREFACIO


El Señor está con vosotros

Levantemos el corazón.

Damos gracias al Señor nuestro Dios.


Te bendecimos, Dios y Señor nuestro,

creador del espacio y del tiempo,

y te agradecemos en este día tan señalado

el maravilloso testimonio de María, la Madre de Jesús, en quien, a través de toda su vida, plena de amor, hemos podido descubrirte como Dios Padre y Dios Madre de todos nosotros.

Acompañamos a María en su canto del Magníficat

para darte gracias por tu amor incondicional,

porque siempre estás con nosotros.

Unidos a todos los seres humanos,

a todos nuestros hermanos, 

nos proclamamos orgullosos hijos de María

y te cantamos este himno de agradecimiento y alabanza.

SANTO, SANTO, SANTO…


CONSAGRACIÓN Y PLEGARIA


SANTO eres en verdad, Padre,

y con razón te alaban todas tus criaturas,

ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro,

con la fuerza del Espíritu Santo,

nos das Vida y santificas todo.


Congregas a tu Pueblo sin cesar,

para que ofrezca en tu honor esta OFRENDA

desde donde sale el sol hasta el ocaso.


Recibimos tu Espíritu con alegría

para que santifique este pan y este vino

y se conviertan para nosotros

en el sacramento del Cuerpo y + la Sangre de Jesús,

en la Persona y la Vida de Jesús, aquí significadas.


Porque Él mismo,

la noche en que iba a ser entregado,

habiendo amado a los suyos,

que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.


Mientras cenaba con sus discípulos,

tomó un pan, y dando gracias te bendijo,

lo partió y lo repartió a sus discípulos, diciendo:


TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL,

PORQUE ESTO ES MI CUERPO,

QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.


Del mismo modo, acabada la cena,

tomó el cáliz,

y, dándote gracias de nuevo,

lo pasó a sus discípulos, diciendo:


TOMAD y BEBED TODOS DE ÉL,

PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,

SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,

QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS

Y POR TODOS LOS HOMBRES

PARA ILUMINAR VUESTRAS VIDAS.

HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.


ÉSTE ES EL SACRAMENTO DE NUESTRA FE.


Así pues, Padre, al celebrar ahora el memorial

de la ENTREGA de Jesús,

de su admirable resurrección y ascensión al cielo,

mientras esperamos su venida gloriosa,

te ofrecemos, en esta acción de gracias,

TODO lo que somos y tenemos.


Tú diriges tu mirada sobre esta OFRENDA de tu Iglesia

y reconoces en ella nuestra adhesión a Jesús,

que vino a revelarnos tu rostro

de verdadero Padre, que nos ama sin límite.


Nos unimos en este sacramento al Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,

que se entregó por nosotros para dejarnos su ejemplo de Vida.

Y nos abrimos de todo corazón a tu Espíritu Santo

para ser iluminados y fortalecidos en el seguimiento de Jesús, tanto individual como colectivamente.


Y así, unidos como hermanos,

formemos con Cristo un solo cuerpo

y un solo espíritu.


Él nos transforma en verdaderamente humanos

en nuestro diario caminar hacia tu Heredad,

donde seguiremos alabándote 

junto con tus elegidos,

con María, la Virgen Madre de Dios y madre nuestra,

a quien hoy celebramos como Inmaculada, 

su esposo san José,

los apóstoles y los mártires,

y todos los santos,

que nos precedieron en el camino hacia Ti.


Te ofrecemos, Padre, nuestro compromiso de adhesión a Jesús,

que ratificamos en esta celebración,

para que contribuya a la Paz y

la Humanización del mundo entero.


Confirmamos nuestra lealtad con esta tu Iglesia,

que peregrina en la Tierra,

fortalecida por nuestra fe y caridad.


Nos unimos a TODOS tus hijos de este Pueblo,

iluminado y fortalecido por Jesús,

junto con sus servidores: el papa Francisco,

nuestro obispo N…,

el orden episcopal, los presbíteros y diáconos.


Tú atiendes los deseos y compromisos

de esta Familia,

que has congregado en tu presencia

en este domingo, día en que Cristo

venció a la muerte.


Él nos ha hecho partícipes de su Sabiduría y Fortaleza, para que imitemos su ejemplo en el camino hacia tu Heredad eterna.


Te damos GRACIAS porque nuestros

hermanos difuntos…, familiares,

amigos y miembros de nuestra Comunidad,

tras su maduración en este mundo,

ya disfrutan contigo en tu casa del Cielo.


Queremos ser parte del Reino interior,

que tu Hijo nos reveló,

y extenderlo a nuestro mundo

para que podamos gozar TODOS de tu felicidad eterna,

junto con Cristo, Señor nuestro,

por quien concedes al mundo todos los bienes.

Por Cristo, con Él y en Él,

PADRENUESTRO


PADRE Y MADRE NUESTRA

EN QUIEN SOMOS Y VIVIMOS.

Santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad

en la tierra como en el cielo

TÚ NOS DAS HOY 

NUESTRO PAN DE CADA DÍA.

TÚ PERDONAS NUESTROS PECADOS

Y NOSOTROS QUEREMOS PERDONAR

A LOS QUE NOS OFENDEN.

No nos dejes caer en la tentación.

Y líbranos del mal. Amen


CORDERO DE DIOS


Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, Tú TIENES piedad de nosotros

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, Tú TIENES piedad de nosotros

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, Tú NOS DAS la paz

Jesús nos invita a ser pan partido y repartido para los demás.


ORACIÓN FINAL


Madre, eres espejo de la Esperanza, y por eso te invocamos al acercarnos a la Navidad. Enséñanos a saber esperar, como esperaste tú. Esperaste con ilusión y cariño el Nacimiento de tu Hijo. Esperaste con dolor al pie de la Cruz, y recibiste con alegría a Jesús Resucitado. 


Tú que sabes de dolores y alegrías, tú que sabes de esperanzas cumplidas, enséñanos a esperar: como una madre espera a su hijo, como el enfermo espera recuperar la salud, como esperan el pan los hambrientos, como esperan los humillados que se haga justicia, como todos esperamos la paz y la libertad.

Madre de la Esperanza, enséñanos a esperar, a saber confiar y colaborar. A m é n

BENDICIÓN

El Señor os bendice, os guarda

y en sus palmas os lleva tatuados.

Os acompaña en todos los caminos.

Y hace prósperas las obras de vuestras manos.

Sentíos siempre abrazados y bendecidos por este Dios enamorado,

Padre, Hijo y Espíritu Santo.

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