Sin discernimiento no hay sinodalidad

Francisco camina con su pueblo - Foto Guilherme Cavali
Francisco camina con su pueblo - Foto Guilherme Cavali

La violencia, que se manifiesta especialmente en actos de intolerancia, quiere ser impuesta como el nuevo parámetro

Las voces de mucha gente han sido recogidas, mostrando la inmensa riqueza social, cultural y religiosa que encierra el territorio amazónico

Los diferentes pensamientos, en la medida en que son fruto del discernimiento enriquecen, pero para eso es necesario pararse, escuchar la voz de Dios

Nunca olvidemos que juntos somos más y llegaremos más lejos, eso es vivir la sinodalidad

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La polarización se ha instalado como una realidad cada vez más presente en nuestra sociedad, lo que evidentemente, tiene repercusiones en la Iglesia. Vivimos en un mundo donde todo está interconectado y eso tiene que llevarnos a entender las nuevas dinámicas sociales. La violencia, que se manifiesta especialmente en actos de intolerancia, quiere ser impuesta como el nuevo parámetro, provocando aplausos entre los correligionarios, que demuestran su ira en diversas manifestaciones.

En el ámbito eclesial eso dificulta la sinodalidad, que siempre quiere llevarnos a caminar juntos, inclusive con quien piensa diferente. Para eso es necesario conocer la realidad y discernirla desde un deseo de comunión, sólo eso hará posible que nuevas realidades y dinámicas se instalen como camino a seguir.

Estamos en los últimos días del Sínodo para la Amazonía, que de 6 a 27 de octubre se está celebrando en el Vaticano. Una amplia diversidad de voces, llegadas del territorio, pero también de otras realidades sociales y eclesiales, están intentado buscar nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral, todo desde la mirada y la escucha atenta de quien en última instancia, después de hacer su propio discernimiento, va a decidir cómo concretar esos nuevos caminos, el Papa Francisco.

La asamblea sinodal del Sínodo para la Amazonía, en un deseo explícito del Papa Francisco de hacer realidad una Iglesia donde todos caminemos juntos, ha sido un lugar donde repetidas voces han constatado que se podía hablar sin miedo y que, en principio, no había temas tabús. Eso ya es un gran avance, pues, cuando menos, ofrece más elementos que hacen posible un mejor ejercicio de discernimiento.

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Lo diferente de este Sínodo que estamos viviendo es que él ha tenido como base un largo y amplio proceso de escucha. Durante mucho tiempo, las voces de mucha gente han sido recogidas, mostrando la inmensa riqueza social, cultural y religiosa que encierra el territorio amazónico, mucha vida que ha sido traída a Roma como elemento fundamental del discernimiento sinodal. Quien está dentro del aula sinodal, sea padre sinodal, auditor o perito, lo hace en nombre de los pueblos y de la Iglesia de la Amazonía, ansiosa por encontrar esos nuevos caminos.

Los diferentes pensamientos, en la medida en que son fruto del discernimiento enriquecen, pero para eso es necesario pararse, escuchar la voz de Dios, que se nos comunica a través de su Palabra, y a partir de ahí, encontrar el camino a seguir. No podemos olvidar que la Iglesia, que es santa y pecadora, debe ser presencia de Dios en medio de su pueblo, al que a lo largo de la historia se ha manifestado y ha acompañado. Es un Dios que siempre ha hablado a través de sus enviados, especialmente a través de su Hijo, y que hoy quiere hablar a través del Sínodo para la Amazonía, en la medida en que este es un Sínodo de la Iglesia, convocado por el Papa, fruto de un discernimiento previo, que se ha prolongado en el tiempo y que debe continuar en el futuro.

No podemos decir que estamos ante el momento decisivo del Sínodo, pero sí que debemos reconocer que estamos en un momento importante, pues el documento final, que no es vinculante, puede ser de gran ayuda en el discernimiento posterior del Papa Francisco, que como buen hijo de la espiritualidad ignaciana, va a hacer en los próximos meses, y con toda seguridad, en profundidad. Nunca olvidemos que juntos somos más y llegaremos más lejos, eso es vivir la sinodalidad, eso no enriquece y nos aproxima a aquello que Dios quiere, que vivamos en comunión, que todos seamos Uno.

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