Ya acababa de decir que las tiendas de la intimidad del Padre son muchas, son diversas. V Domingo de Pascua - Jn 14, 1-12 Redes de comunión como cenáculos de resistencia.
"Este texto forma parte de la primera parte del discurso de Jesús después de la cena".
"En la pasión de Jesús, ciertamente, lo más duro no fue el sufrimiento físico. Lo peor fue el aparente fracaso de su proyecto".
"En medio de la escalada pascual, Jesús, que en el prólogo del Evangelio fue llamado "tienda plantada por Dios en el mundo".
"En medio de la escalada pascual, Jesús, que en el prólogo del Evangelio fue llamado "tienda plantada por Dios en el mundo".
| Marcelo Barros
En este V Domingo de Pascua, la lectura del Evangelio es Juan 14,1-12. Este texto forma parte de la primera parte del discurso de Jesús después de la cena. En la habitación que la tradición cristiana ha dado en llamar el "cenáculo" (el lugar de la cena), después de cenar con sus amigos más íntimos, Jesús les dirige sus últimas palabras antes de partir hacia el huerto donde será arrestado, luego condenado y ejecutado. Quiere preparar a sus discípulos a vivir con él el camino pascual de la cruz. Si hoy escuchamos esta palabra, es porque tú y yo queremos sentarnos juntos a esa mesa y escuchar esta palabra de Jesús dirigida a cada uno de nosotros.
Qué alegría formar parte de este grupo íntimo. En esa sala sólo están las personas más cercanas. Ellos nos representan. Y Él nos da sus recomendaciones para vivir su Pascua y nuestra Pascua en medio de todos los problemas y desafíos del mundo. Debemos entender bien estas palabras que nos vienen hoy de Cristo resucitado y no ya del Jesús antes de morir. Como dice el Evangelio, aquella noche en el cenáculo, aquel grupo tuvo dificultades para comprender y nosotros también.
En la pasión de Jesús, ciertamente, lo más duro no fue el sufrimiento físico. Lo peor fue el aparente fracaso de su proyecto. Fue la constatación de que su propuesta no tenía éxito. Sabía que en la misma hora en que estaba allí hablando y abriendo su corazón a sus amigos, Judas, uno del grupo, se reunía con sus enemigos para traicionarle. Sabía que, llegado el momento, todos los demás huirían. Esa misma noche, Pedro, el más unido a él, negaría tres veces que le conocía. Ninguno de ellos aceptó lo que el Maestro le proponía. No entraron en la intimidad del plan de Dios por el que Jesús vivía y por el que daría su vida. ¿Por qué fue así? Porque cada uno de los discípulos y cada uno de nosotros seguimos teniendo nuestro proyecto personal. No basta con querer a Jesús. Es necesario adherirse a su proyecto pascual.
Sin embargo, incluso ante la imposibilidad de ser comprendido, su palabra al grupo es de puro afecto y de tierno aliento. Dice: Vosotros os adherís a Dios (la palabra emouna en griego es el término del que procede nuestro Amén) significa yo cumplo, yo me adhiero. Eso sería la fe: adherirse a Dios. Jesús afirma: Así te aferras a Dios. Así que ahora aférrate a mí de la misma manera. Fue entonces cuando afirmó: "En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones".
Un sacerdote comenzó el comentario de este Evangelio preguntando a la comunidad: - Cuando muramos, ¿adónde iremos?. Todos respondieron: - Al cielo. Este tipo de comentario suena como si Jesús hubiera dicho: "El cielo es un hotel de cinco estrellas. No os preocupéis. Yo iré allí y prepararé un piso de lujo para cada uno de vosotros".
Esa nunca fue la perspectiva del evangelio de Juan, ni podría serlo. Hay otro lugar en el Evangelio donde aparece la misma expresión: la casa de mi Padre. Es cuando Jesús expulsa del templo a los vendedores de animales para el sacrificio. En esa ocasión, dice: "No hagáis de la casa de mi Padre una cueva de ladrones" (cf. Jn 2,13 ss). La expresión es la misma: la casa de mi Padre. Así pues, en aquel discurso de despedida, Jesús tampoco hablaba de "la casa de mi Padre" como si fuera el cielo, después de la muerte.
La propuesta de Jesús era preparar a su comunidad para el camino de la Pascua. Esto implicaba un enfrentamiento social con sus enemigos. En ese momento de crisis, había que fortalecer a los discípulos. Por eso se refirió a algo actual que podía ser fuente de fortaleza para ellos. Jesús habla de "la casa de mi Padre" en un sentido simbólico, como cuando decimos: fulano es de casa. Pertenece al círculo más íntimo de esa familia. Jesús dice que nos va a colocar en la intimidad más profunda e íntima con el Padre. Y luego continúa: En esa intimidad hay lugar para la diversidad. No tienen por qué ser todos iguales. "Hay moradas para muchos". El término griego Monai, que se traduce por "moradas", designaba en aquella época una especie de tienda de campaña que permitía descansar y reponer fuerzas a los que venían de camino. En medio de la escalada pascual, Jesús, que en el prólogo del Evangelio fue llamado "tienda plantada por Dios en el mundo" (El Verbo se hizo carne y plantó su tienda entre nosotros), dice ahora que las tiendas son muchas y todas abiertas a la intimidad del Padre.
Es importante subrayarlo porque cuando Felipe dice que quiere ver al Padre y Tomás pregunta por el camino, Jesús responde que quien le ve a él, ve al Padre (Dios asume el rostro de Jesús para nosotros) y afirma: "Yo soy el camino, la verdad y la vida".
A causa de estas palabras, algunas personas concluyen que sólo el cristianismo tiene razón y que todas las demás religiones están equivocadas. Como si Jesús hubiera estado hablando de religión. Ya acababa de decir que las tiendas de la intimidad del Padre son muchas, son diversas. Entonces, ¿qué significa que sólo se va al Padre a través de él? Es que él asume esa diversidad de caminos humanos, los respeta y los acoge a todos. Asume todo lo que es humano. Hoy nos dice que nuestras pequeñas comunidades, nuestros grupos, ya sea la Iglesia doméstica que formamos, o los grupos de diálogo y de oración, por pequeños y frágiles que sean, son tiendas divinas en las que Él viene a habitar y a recorrer con nosotros los caminos de la vida.