Caminos de reconciliación para una humanidad dividida Marcelo Barros: "Jesús subvierte el sentido común y opta por la persona que se equivocó"
"Pide una nueva ética en la relación entre hermanos y hermanas"
"La comunidad cristiana tiene que ser un ensayo de una reinversión de los valores del mundo. Jesús advierte: uno entra en su discipulado sólo por la opción de identificarse con los pequeños del mundo"
"La ética del diálogo y la veracidad que respeta a la otra persona es actual y siempre necesaria"
"La ética del diálogo y la veracidad que respeta a la otra persona es actual y siempre necesaria"
En este XXIII domingo ordinario del año, escuchamos el evangelio de Mateo 18, 15-20, un texto central del discurso de Jesús sobre cómo debe ser la comunidad de sus discípulos. Es increíble que el discurso de Jesús sobre la comunidad comience advirtiéndonos sobre la tentación del poder. La comunidad cristiana tiene que ser un ensayo de una reinversión de los valores del mundo. Jesús advierte: uno entra en su discipulado sólo por la opción de identificarse con los pequeños del mundo. Nos llama a ser nosotros mismos pequeños y pequeños ante la sociedad. Aquí viene este texto en el que nos enseña a vivir entre nosotros la corrección fraternal y la comunión como signo y sacramento de la presencia divina en el mundo.
En cualquier grupo es común y normal que surjan conflictos. Como solución a los conflictos internos de la comunidad, Jesús propone la búsqueda de la reconciliación. Tal vez lo normal sería pedir a la persona que causó el conflicto que se rinda o que busque la reconciliación. Sin embargo, Jesús pide la iniciativa de ir tras el otro o la persona que sufrió. Como había hablado en el mismo discurso del pastor que deja las 99 ovejas en el redil y va tras la que se ha perdido. Jesús no separa lo uno de lo otro. Nada de la tendencia a pensar en las relaciones sociales de un modo y en las relaciones personales de otro. El espíritu es el mismo. Para Jesús, el pecado no es contra Dios. Es contra el hermano. Y aunque sabe que, en general, como se dice "dos no pelean cuando uno no quiere", asume que el otro tiene la culpa. De acuerdo con el sentido común, si ha pecado, debe ser él quien busque el perdón y se reconcilie. Pero Jesús subvierte el sentido común y la orden que da no es para el culpable. Es para la víctima: “ve y encuentra a tu hermano o hermana”. Desde el principio, quien opta por los más débiles y pobres, aquí también opta por la persona que se equivocó.
Quien quiera vivir en la comunidad de los discípulos de Jesús no puede negar nunca el diálogo personal y siempre tiene que preocuparse de reconciliarse con algún hermano o hermana con el que surge un problema. Es importante que Jesús diga: “Si tu hermano o hermana peca contra ti, ve y toma la iniciativa en el diálogo”. No es fácil y a veces es común que pensemos: ¿nos ayudará? Y luego Jesús señala tres niveles de acción, o tres etapas de solución: 1- el diálogo en dos. 2- Si esta etapa no resuelve, busca dos o tres personas que puedan ayudar. 3 - Si todavía no funciona, intenta el diálogo comunitario. En mis más de 50 años como sacerdote, he visto y experimentado varias situaciones de conflicto en las comunidades. De esta manera, las comunidades, incluso las más evangélicas, no parecen vivir lo que este evangelio propone. De hecho, no es fácil y no se puede hacer sin que ambas partes quieran y crean en este camino.
Jesús pide una nueva ética en la relación entre hermanos y hermanas. Es importante crear una ética comunitaria sobre lo que se puede y no se debe decir de cada uno. Esta regla que Jesús propone sobre el diálogo y la reconciliación viene de la ley judía (Prov 19,17 y Deut 19,15). Los antiguos rabinos ya insistían: si tienes una queja contra el otro, ve y habla con la persona misma. Es poco ético y anti-espiritual cualquier conversación detrás de ella que pueda generar chismes y murmuraciones. A menudo las personas e incluso los grupos trabajan en pro de los derechos humanos y la justicia social, pero descuidan totalmente la ética en las relaciones en el hogar y en la forma de abordar los conflictos personales. La ética del diálogo y la veracidad que respeta a la otra persona es actual y siempre necesaria. La comunidad de Mateo sabe por experiencia que a veces ni siquiera el diálogo en comunidad resuelve. El responsable del problema no acepta revisar y cambiar su posición. En el evangelio de hoy, Jesús dice dos cosas: 1- Toma la posición de la comunidad (lo que ates en la tierra será atado en el cielo). 2- dice que si la persona no escucha a la comunidad, sea para ti como pagano o como publicano. En la historia de la Iglesia, esta palabra se ha entendido a menudo como si Jesús justificara la exclusión y la excomunión. De hecho, lo que dice: Si la persona no escucha a la comunidad, ya no es su responsabilidad. Lo has intentado todo. No has tenido éxito. Siéntase liberado. Eso es todo. No es una condena a la persona reacia. La elección de Jesús por el pequeño y el pecador ni siquiera se rinde o capitula.
Por el contrario, Jesús deja claro que el diálogo y la reconciliación son condiciones indispensables para la oración (ya lo había dicho en el discurso de la montaña Mt 5, 24). Si dos o tres de ustedes están de acuerdo en pedirle al Padre algo en mi nombre, ¿se lo dará? Primero debemos ponernos de acuerdo a través del diálogo y la reconciliación y debemos ser capaces de hablar en nombre de Jesús, para saber que lo que pedimos, de hecho, Jesús acepta pedir al Padre con nosotros. Y aquí viene la promesa: "Donde dos o tres personas se reúnen en mi nombre, yo estoy en medio de ustedes”.
En la realidad brasileña actual, nos enfrentamos constantemente a posiciones intolerantes y rígidas. Jesús nos llama a la radicalidad (la radicalidad viene de la raíz: ir a las raíces de los problemas), pero no a la inflexibilidad, la rigidez y el fundamentalismo de cualquier tipo o matiz. Debemos ser intransigentes en la defensa de la ley y la justicia, en la lucha contra la xenofobia, la exclusión social, el racismo y la homofobia. Defendemos hasta el final el derecho de los pueblos originarios a sus territorios y culturas. Y Jesús nos llama a vivir esta lucha, sin dejarnos deshumanizar por el enemigo. En un campo de concentración nazi, Etty Hillesum, una chica judía de 28 años, dijo: “Nuestros opresores pueden quitarnos todo, pueden robarnos incluso la vida. No pueden robar nuestra dignidad y sensibilidad a los seres humanos”.