Confiar... Septiembre
Este septiembre parece solo dispuesto a asegurarnos aquello que no nos gusta: la incertidumbre y la perplejidad, la desorientación y los contrasentidos. Nada será igual, los desequilibrios en todo y para todo aumentarán y necesitaremos todos repetirnos que solamente podemos estar seguros en este Amor de Dios para con los hombres que nos irá mostrando el camino nuevo, sin dejarnos caer en la tentación del desasosiego ni en la incertidumbre que nos genera este desconocimiento mayor de un futuro incierto pero repleto de retos y sueños que no podemos olvidar nunca más.
| Gemma Morató / Hna. Carmen Solé
¿Será septiembre la puerta para el regreso a la normalidad? Muchos lo desean, pero nadie está cierto de cuanto pueda ocurrir en los próximos meses.
Y aquí es donde la confianza debe continuar jugando su papel casi de protagonista. Pero ¿en quién confiamos? Muchas veces parece que ponemos equivocadamente nuestra confianza en quienes no lo merecen, por esto quizás vamos perdiendo tantas seguridades como nos hacen falta para vivir en verdad aquellas palabras de San Pablo: “Sé en quién he confiado” (2Tm 1,12).
Seguros del amor que Dios tiene para con todos y que se manifiesta cuando lo buscamos lejos de egoísmos y exigencias. Seguros de que solo Él nos da en cada momento aquello que nos es lo mejor, y que a nosotros nos queda intentar corresponder a este Amor.
Septiembre ha sido hasta ahora para muchos sinónimo de un nuevo empezar porque con el regreso al ritmo escolar las familias vuelven a recuperar su orden y normalidad para todas las edades y situaciones. Este año, que ha roto tantas vidas, cambiado tantos hábitos, modificado tantos valores, tampoco nos traerá ahora el regreso a cuanto llamábamos “vida normal”. La incertidumbre, la desconfianza, parecen estar encima de cualquier mesa de diálogo y de cualquier deseo de organización. El horizonte se ve lejano, el camino largo y la meta incierta.
Este septiembre parece solo dispuesto a asegurarnos aquello que no nos gusta: la incertidumbre y la perplejidad, la desorientación y los contrasentidos. Nada será igual, los desequilibrios en todo y para todo aumentarán y necesitaremos todos repetirnos que solamente podemos estar seguros en este Amor de Dios para con los hombres que nos irá mostrando el camino nuevo, sin dejarnos caer en la tentación del desasosiego ni en la incertidumbre que nos genera este desconocimiento mayor de un futuro incierto pero repleto de retos y sueños que no podemos olvidar nunca más.