La balanza de Dios

En este tiempo de cuaresma en el cual estamos inmersos, sabemos que estamos en camino, o por lo menos lo hemos oído y es conocido por camino de conversión, es la invitación continua a hacer un cambio desde Dios. Lo veo como un tiempo que Dios nos regala para buscarle más y ahí nuestra tarea de abrir más los ojos del corazón, de abrir los oídos a su Palabra. Nos invita a hacer una mirada interior, profunda, sincera, real de uno mismo que sin duda, dará una luz exteriormente.

En muchos momentos, hablamos de que los días se nos pasan volando y enseguida se nos pueden pasar los 40 días hasta celebrar la Pascua, de hecho, ya vamos descontando días pero lo importante es encontrar la manera de que brote algo nuevo en mí y ésta pasará por fiarme del Dios que me lleva en una balanza.

Veo esta balanza de Dios descompensada porque en ésta estoy yo, pero no por el peso físico que desequilibra sino porque hay una carga que me aleja de Él, anclada en el pecado, desde aquello que impide el encuentro con el Dios que nos Ama, que nos quiere con peso espiritual, porque Él siempre pesa más lo bueno y por ello su balanza está inclinada hacia el Amor y es ahí donde nos lleva, donde nos quiere, amando.

Dios nos da la mano a cada uno, sale a nuestro encuentro para decirnos que en este tiempo cuaresmal podemos aligerar pesos, el de nuestras cargas para poder inclinar la balanza hacia el lado del que Dios nos mira, nos acoge y nos espera.

Señor, ayúdanos con tu luz, en este tiempo de gracia a querer inclinar la vida más hacia Ti, a curar heridas, a encontrar el punto en el que nos sostengas con tu Amor, a buscar incansablemente el Amor que no defrauda, el Amor que colma de bienes.

“Fíate enteramente de Dios, encomiéndate a Él, descarga en su providencia todos los cuidados, y Él te sustentará, de modo que confiadamente puedas decir: el Señor anda solícito por mí (Sal. 39,18)”, San Bernardo.


Texto: Hna. Ana Isabel Pérez.
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