La teología ante los movimientos sociales Biblia, feminismo y negritudes: la rebelión de Maricel Mena
La académica colombiana acaba de recibir un doctorado honoris causa en Brasil
El reconocimiento exalta sus aportes a la teología feminista
Miguel Estupiñán, corresponsal en Colombia
La rumba caleña fue un lugar teológico para Maricel Mena desde su juventud. Un escenario de aprendizajes para los juegos de cintura que le exigiría la vida, rica en alegrías, pero, abundante, también, en incomprensiones. En una fuente de soda, en una esquina; junto amigos al borde del amanecer, pateando las calles de las barriadas de la capital del Valle del Cauca o apurándose para no llegar tarde a una reunión de formación bíblica un domingo por la mañana, supo desde temprano que no había contradicción entre la rumba y lo religioso; entre su experiencia de fe y el afán de los cuerpos negros por celebrar la vida.
La maestra colombiana de hermenéutica bíblica negra y feminista recibió el pasado jueves 26 de agosto un doctorado honoris causa, a manos de la Escuela Superior de Teología EST, de Sao Leopoldo, Brasil. Junto a ella, también fueron homenajeadas Lori Altmann, Mercedes García, Wanda Deifelt y Nancy Cardoso.
En Brasil, la colombiana vivió diez años de su vida, mientras adelantaba estudios de posgrado en teología, primero en Sao Paulo, después en Sao Leopoldo. Fue también Brasil en donde llevó a cabo su estancia posdoctoral. Por eso pensar en esa tierra le trae recuerdos de un ecumenismo militante, expresión de procesos de base contraculturales para revindicar (no sin oposiciones dentro de las iglesias) la diversidad sexual y el respeto de los derechos de los pueblos étnicos; en otras palabras, para oponerse a un sistema social que destruye, pero que en orden a ello necesita justificar ideológicamente la violencia, sirviéndose, muchas veces, también, de la religión.
Todo eso y más resuena ahora en el reconocimiento que en Brasil recibe su trayectoria de vida, fuente ineludible para entender las propuestas que desde hace ya muchos años Maricel Mena lleva formulando en ámbitos diversos. Porque así como la rumba en la capital colombiana de la salsa fue un lugar teológico para ella durante la juventud; ya antes, su infancia en el Chocó había estado revestida de sacralidad. Las fiestas patronales que conoció siendo muy niña, la experiencia de lo religioso mediada por el baile y por el carnaval, por la música en la calle y por la alegría popular, harían parte de sus centros de interés investigativos, llegado el momento. Eran manifestación de la fe del pueblo negro, pero también expresión de su rebeldía frente a imposiciones religiosas con las cuales este no ha dejado de negociar sutil y creativamente, para afirmar su propia identidad.
La militancia: una forma de situarse
En sus años como estudiante de una normal, Maricel Mena conoció a las religiosas javerianas. En Cali, estas promovían la creación de comunidades eclesiales de base y de grupos juveniles conectados con las luchas que tenían lugar en la ciudad hacia la década de 1980. Un tiempo de convulsión social y de demandas por el derecho a la vida y a la paz, en medio del desangre de la violencia.
Carmiña Navia se empeñaba en extender círculos bíblicos y Maricel abrazó dicha experiencia, así como la exigente formación socio-política que la literata ofrecía; aceptó, además, la coordinación de una biblioteca popular y participó del florecimiento de toda una serie de procesos barriales, en los que su fe y su activismo social maduraron a la par. Gracias a una beca gestionada por el periodista Héctor Torres, accedió a estudios de teología en la Universidad Javeriana. Así inició una carrera académica siempre en ascenso, en la que no han faltado lágrimas ni decepciones. Porque Maricel Mena no acepta que la experiencia religiosa en la que se formó su esperanza sea maltratada. La rebeldía es también parte constitutiva de su fe y de su pensar teológico. Critica la domesticación de las mujeres dentro de la Iglesia, su subordinación a la reproducción del poder sacerdotal. Y rechaza toda forma de perpetuación del racismo, también en ámbitos académicos. Sabe que sus tesis son objeto de sospecha, pero no está sola. Su llama solitaria en el ámbito académico colombiano, donde, a cuesta arriba, introdujo la hermenéutica bíblica negra y feminista, se junta en el escenario continental al fuego de otras voces rebeldes que hoy celebran, entre una red de afectos, su trayectoria vital, sus aportes a discusiones todavía pendientes.
El doctorado honoris causa la tomó por sorpresa, entregada, como está, a la preparación de un nuevo congreso de teología en la Universidad Santo Tomás, de Bogotá, donde hoy en día se desempeña como profesora. Le entusiasma que la temática del evento ponga de manifiesto las tensiones que hoy existen en el escenario académico, mientras con dificultad se abren camino nuevos enfoques y perspectivas; nuevas maneras de entender la teología. ¿Qué hacer frente al ascenso de los fundamentalismo? ¿Cómo develar los mecanismos detrás de diversas formas de estigmatización? ¿De qué manera los estudios sobre religión pueden abrazar las luchas de los movimientos sociales? Son preguntas que estarán presentes en los debates a realizarse en septiembre.
Como todas las personas que abren camino, Maricel Mena tiene la vista puesta en lo que viene. Aquellas preguntas también hablan de nuevos horizontes para su quehacer.