Políticos insultándose Estructuras y personas: cuatro ejemplos que no son únicos

Hemiciclo del Congreso de los Diputados
Hemiciclo del Congreso de los Diputados

"Los políticos está obligados a argumentar sobre lo que dice un texto concreto, no sobre las presuntas motivaciones e intenciones de quien lo escribió y que no pueden ser demostradas"

"Un precioso texto cristiano decía que hay qe odiar al pecado y amar al pecador. Los parlamentarios casi lo hacen al revés. De lo contrario, no nos quedará en política más que el viejo consejo de A. Camus, tan sabio como resignado: 'imaginar a Sísifo dichoso'”

"Proclamarse moralmente superior no es señal de superioridad moral, sino de fariseísmo"

Me temo que estos días pasados hemos vivido varios ejemplos de esa tendencia tan humana a creer y proclamar que, cuando hago una cosa mal, la culpa es de los otros; y cuando la hago bien, el mérito es todo mío. Veamos.

-  La presidenta de Madrid soporta una huelga de sanidad bastante seria, fruto de esa política en la que algunos creen tan a machamartillo: ayudar a los ricos y olvidar a los pobres. Su reacción ante ese conflicto: es una huelga artificial provocada por un boicot de los partidos de izquierda y por la irresponsabilidad de los sanitarios (aquellos sanitarios tan alabados durante la covid...).

Isabel Ayuso
Isabel Ayuso

 - Por el otro lado nos encontramos con esa ley del “solo sí es sí”. Se comprende el esfuerzo desesperado por garantizar una cosa que ni el lenguaje ni la psicología humana pueden garantizar, porque ambos son intrínsecamente escurridizos. Joaquín Sabina ya cantaba aquello de “hay mujeres que dicen que sí cuando dicen que no”, etc. etc. Y aún recordaremos aquel “no es no” de Pedro Sánchez que acabó siendo: no es sí.

Pero bueno, el título de la ley es lo de menos, ya he dicho que puede proceder de un esfuerzo desesperado por reducir la psicología humana a mecánica material. Pero lo que quería comentar aquí es que esa ley no sale perfecta y a la ministra Montero se le escapan algunas rendijas por donde resulta que pueden reducirse las penas de algunos abusadores… Y otra reacción a lo Ayuso: es no es culpa mía sino de los jueces que son unos “machistas”, patriarcales y demás (olvidando que también habrá juezas en este estamento, pero en fin…).

Irene Montero
Irene Montero

¡Mujer! Que el poder judicial está bien desacreditado lo sabemos todos (y en parte se debe a culpa de los partidos políticos). Pero entre los jueces “hay de todo como en botica”: hay personas excelentes, abnegadas, que pasan sus malos ratos tratando de hacer efectivamente justicia. Y hay otros de los que vale más no hablar. La ministra debería comprender que una descalificación tan global no puede justificarla a ella.

Redactar una ley debe ser cosa muy difícil: siempre puede filtrarse alguna grieta por donde acabe colándose y justificándose algún imprevisto. Precisamente por eso, existe la discusión parlamentaria y, con el tiempo, la llamada “jurisprudencia acumulada”. Y reconocer un error nos engrandece más de lo que nos empequeñece. La ministra se ha comportado como aquellos católicos de derechas que fueron a decirle a Pablo VI (cuando la Humanae Vitae): “si la Iglesia reconoce un error, pierde toda su autoridad”… Y fue al revés: la Iglesia perdió mucha autoridad por no saber modificar un error.

Este Gobierno tiene la suerte de que cada vez que la oposición lo ataca, lo hace tan enfurecida que queda peor la oposición que el Gobierno

 -  Este Gobierno tiene la suerte de que cada vez que la oposición lo ataca, lo hace tan enfurecida que queda peor la oposición que el Gobierno. Tras el episodio anterior sale un diputado del PP pidiendo la dimisión de la ministra por “inútil y soberbia”. ¡Hombre! Los políticos están llamados a juzgar solo actuaciones concretas, no el ser de las personas. Y este fallo concreto y subsanable no es, en mi opinión, como para declarar que una persona es inútil o soberbia.

Pablo Iglesias
Pablo Iglesias

 -  Que un buen profesor como es Pablo Iglesias se atreva a llamar “miserable” a Yolanda Díaz, le deja a uno perplejo y suscita la pregunta de si no será que a Iglesias le molesta ver que Yolanda está intentando hacer lo contrario de lo que hizo él: “sumar” en vez de restar. Y hago este juicio refiriéndolo solo al pasado y sin ningún afán de que sea profecía de futuro. Eso habrá de decirlo el tiempo.

Una de las grandezas de la democracia frente a las dictaduras es esta: que los políticos están para ser criticados, no para ser alabados como en las dictaduras

En fin: son cuatro ejemplos que saltan a la vista y me temo que no son excepciones, sino reflejos de toda una situación. Debo añadir que una de las grandezas de la democracia frente a las dictaduras es esta: que los políticos están para ser criticados, no para ser alabados como en las dictaduras. Pero procurando que esa crítica sea para bien de ellos y del pueblo. No para provecho propio. Cosa que a lo mejor podría repasar el señor Feijóo: aprendiendo lo dicho: que los políticos está obligados a argumentar sobre lo que dice un texto concreto, no sobre las presuntas motivaciones e intenciones de quien lo escribió y que no pueden ser demostradas pero que, si existen, alguna huella habrán dejado en el texto.

¿Superioridad moral o fariseísmo?

En fin: un precioso consejo cristiano decía que hay que: “odiar al pecado y amar al pecador”. Nuestros políticos, cuando hablan, dan la sensación contraria: de odiar el pecador y ocuparse menos del pecado (y los medios de comunicación les ayudan bastante a eso). Bueno sería pues meditar un poco aquel consejo tan humano. Mucho más si el odio al pecador te hace sentirte “superior moralmente”, como afirmó Vox. Porque Jesús, a eso no le llamaba superioridad moral, sino fariseísmo.

El discurso del odio de VOX
El discurso del odio de VOX

Eso nos llevará seguramente a un antiguo debate de las viejas discusiones cristiano-marxistas: las estructuras solas no cambian a las personas. Pueden ayudar un poquito a mejorarlas y contribuir mucho a empeorarlas. Pero el esfuerzo por el cambio personal y por el examen personal se nos impone a todos como tarea cotidiana y para la que muchas veces necesitaremos ayuda.

De lo contrario no nos quedará en política más que el viejo consejo de A. Camus, tan sabio como resignado: “imaginar a Sísifo dichoso”.

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