El Líbano era antaño considerado el ejemplo por antonomasia en Medio Oriente de la convivencia armoniosa entre diversos pueblos y grupos religiosos. Las décadas de guerra civil han llevado al país al colapso económico y la parálisis gubernamental.
El Comité Ejecutivo del Consejo Mundial de Iglesias ha expresado esta semana su “gran preocupación y aprensión” por el empeoramiento de la situación, y ha pedido “reformas estructurales urgentes y necesarias para garantizar la estabilidad, la unidad y la soberanía del Líbano”.
Aunque se requiere de una intervención gubernamental para resolver la creciente crisis y evitar el colapso completo del país, la declaración señaló que “los líderes religiosos de todas las comunidades tienen un papel particularmente importante que desempeñar para guiar a sus fieles, en estos tiempos difíciles, hacia la sabiduría, la justicia, la reconciliación y la unidad”.
La declaración alude a los más amplios intereses internacionales que están en juego: “Los libaneses, de todos los niveles –políticos, líderes religiosos, civiles y jóvenes– tienen la responsabilidad de aislar al país de las fuerzas políticas y sociales regionales más amplias que conducen a la región a la división y la destrucción”, afirma la declaración del Comité Ejecutivo.
El Comité Ejecutivo del CMI se ha reunido virtualmente esta semana, los días 20 al 24 de julio, para supervisar y orientar los programas y el presupuesto del CMI y apoyar a la comunidad en estos tiempos de pandemia.