Ayer, en la catedral de Santa Teresa Kator, en la capital de Sudán del Sur, se celebraron los funerales de Sor María y Sor Regina, definidas por el arzobispo local como "mártires", porque "murieron por su fe, por su convicción de que, animando a la gente a seguir a Dios, alcanzamos el objetivo final de nuestras vidas". "Sus almas están en manos del Señor", añadió el arzobispo de Juba, "Dios les ha dado pruebas durante toda su vida y sus vidas han sido encontradas dignas. Por eso el Señor los ha devuelto a sí mismo. Somos de Dios y a Dios debemos volver".
El prelado pidió entonces que los autores de los asesinatos no sigan siendo "hombres desconocidos", sino que sean "identificados y denunciados". "Estas personas armadas no deben permanecer desconocidas porque son conocidas por Dios", reiteró el obispo Ameyu, instando a los fieles a "reflexionar sobre la dignidad de la persona humana". "Nadie tiene derecho a quitar la vida a otro, aunque sea un criminal", subrayó el prelado, invitando a los fieles a rezar por la conversión de los corazones. "Nuestros corazones de piedra deben transformarse en corazones de carne", concluyó Monseñor Ameyu, subrayando que esto representa "una gracia" que lleva a "hacer cosas buenas para nosotros mismos, para nuestra Iglesia y para nuestra nación".
"Un acto de depravación moral"
Concelebró la misa fúnebre Mons. Erkolano Lodu Tombe, obispo de Yei, quien instó al gobierno sursudanés a hacer todo lo posible para proteger a sus ciudadanos, reiterando que la Iglesia "no acepta la intimidación". Por su parte, la representante de la Asamblea Nacional, Jemma Nunu Kumba, calificó el asesinato de Sor María y Sor Regina como "un ataque a la Iglesia, a las mujeres y a las madres de Sudán del Sur", "un acto de depravación moral" contra el que se ha invitado a toda la nación a reaccionar, para reconstruir el tejido ético del país.
En un telegrama firmado por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, el papa Francisco dijo estar "profundamente entristecido al conocer el brutal ataque" perpetrado contra las religiosas. El Pontífice describió el incidente como "un acto de violencia sin sentido" y expresó la esperanza de que el sacrificio de Sor María y Sor Regina "promueva la causa de la paz, la reconciliación y la seguridad en la región".