Alzhéimer (2). Pero el olvido, no, nunca el olvido
En imagen, una escena de la vida de Maragall en el film "Bicicleta, cuchara, manzana", (pulsar). En la etapa primera de la enfermedad de Alzhéimer, se observa a la encantadora pareja Pascual/Diana en cariñosa y feliz comunicación. Así lo sienten y así lo han decidido para el futuro, con transparencia y voluntad. Nos lo explica Diana Garrigosa (Barcelona 1944):
"Intentamos convertir esta mala jugada del destino en algo mejor. No me gusta vivir con miedos ante el futuro. Siempre he sido un poco irresponsable. Sabemos que esto acabará mal pero, ¿por qué pensar en lo que será? Disfrutemos en lo que es, en un día maravilloso como hoy."
Un humilde ejemplo: la música. Melómano de toda la vida, no descuida el Pasqual de hoy la audición musical. Sospecha que este será uno de los placeres que más tardíamente se le van a retirar y lo disfruta con pasión. Y, así, participamos con él en el disfrute de una versión yazzística de temas de Bach. También del baile. Somos privilegiados testigos de los pasos de danza que se marca, entregado, el matrimonio. Lo que la música unió que no lo separe Alzhéimer. Carles Bosch, director del film, así lo reconoce:
“Su gusto por el arte y la música se ha acrecentado. Tampoco ha perdido la escala de valores. Pasqual sigue siendo una persona buena, solidaria y moderna. Es un personaje excepcional. Su caso es prueba de sinceridad y buen humor.”
La banda sonora de Josep Sanou, excelente, nos golpea tan sutilmente el hígado que acaso, en algún momento, se nos llegue a escapar la luz furtiva de alguna lágrima.
CADA VEZ QUE SE PIERDE LA MEMORIA DE ALGUIEN
SE PIERDE UN TESORO
Zaven Khachaturian, neurobiólogo y diseñador de los programas contra el Alzheimer del Gobierno de EE.UU., colaborador en la lucha que ha emprendido Maragall (pulsar aquí)declara:
"Tengo prisa, mucha prisa. Quiero curar esta enfermedad antes de que se agote mi tiempo. Cada vez que se pierde la memoria de alguien se pierde un tesoro. Se puede curar el corazón, el riñón... Pero no se puede restablecer la memoria... Pasqual Maragall morirá cuando sus recuerdos se vayan".
Cuando se inicia la decadencia mental y física, aunque todavía es tiempo de lucidez y disfrute, también acecha el monstruo de la desmemoria. Y hay que recoger apresuradamente la cosecha de toda una vida y protegerla. Cuando Luis Buñuel, como otros muchos, percibió el deterioro mental de su madre, se apresuró a ir dejando acta notarial de su vida, ante el temor de que su propia senilidad borrara todos sus recuerdos. Y fue escribiendo con emoción el borrador de sus memorias, que titularía "Mi último suspiro", y que dio a conocer un año antes de su muerte.
Al poco tiempo de publicitar su enfermedad, fue redactando apresuradamente Maragall capítulos de su vida, latidos de corazón expresados en cientos de cuartillas que se darían a conocer, en noviembre de 2008, por las 352 páginas de su relato autobiográfico "Oda inacabada. Memorias"(RBA Libros).
Preside esta sección un fotograma muy sugerente: Maragall solo, como perdido en la gran ciudad (¡perdido él, quince años alcalde de una de las más bellas ciudades del mundo!). Se mira y remira al espejo porque se está sintiendo diferente.... A su cabeza, a su mente
le están sucediendo cosas raras...:
“Tengo sordera cerebral. ¿No pueden quitar este corcho de mi cerebro, desatrancarlo como cuando te limpian los oídos de cera?”
"YO EDIFIQUÉ ESTA MEMORIA MÍA..."
La experiencia de enfermar y morir por Alzhéimer manifiesta una gran violencia hacia el ser humano que la padece y hacia los que le acompañan y quieren. La imagen de un Dios Creador y Padre, en cuyas manos están nuestra vida y nuestra muerte, es muy dolorosa para el hombre de fe si, sintiéndose, como Job, una persona razonablemente buena, le viene encima, a él y su familia, esta tremenda desgracia. Y se pregunta qué ha hecho para merecerla...
La respuesta de la Biblia a este desafío es clara y oscura al mismo tiempo. Clara, porque escucha la voz de Dios que le recrimina: ¿qué sabes tú de los designios divinos, del alto significado de lo que te sucede y te será explicado y comprenderás un día? Pero al mismo tiempo esta teología también es oscura, porque ni la Justicia de Dios, ni su Bondad consuelan el corazón en carne viva, ni ayudan a cicatrizar las heridas del alma en desamparo...
La aventura de Maragall, valiente y generosa, me ha hecho recordar versos de un escritor muy admirado por mí, uno de los grandes poetas existenciales de nuestra época, Antonio Porpetta (pulsar aquí), que en su poemario "La mirada intramuros" (Huerga y Fierro 2007) incluye unos impresionantes versos a lo Job. Probablemente por haber vivido muy próximo a alguna persona con Alzhéimer, ha redactado un respetuoso y razonado escrito a la divinidad, desde la fe o desde la niebla, que estremece por su sinceridad y honda emoción.
Para facilitar su lectura, he construido cuatro descansillos que nos ayudarán, eso espero, a descubrir, escalón a escalón, la sabiduría de cada uno de los versos.
ESCÚCHAME
Escúchame.
No pongo condiciones:
ya sé que en este juego yo soy quien tiene todas
las de perder. ¿Qué más puedo decirte?
Pero sin condiciones ni exigencias,
sin el menor deseo
de querer negociar, te rogaría
solamente un minuto de atención.
Un minuto no es nada:
una brizna, un plumón, el leve vuelo
de una mínima nube en tu dominio,
una mota de polvo en tu universo.
Eres dueño del tiempo, ya lo sé,
pero tú me entregaste una porción de tiempo
y yo le puse alas, desgrané sus espigas,
la hice fugitiva en su propio fulgor.
Escúchame:
De acuerdo con el frío,
también de acuerdo, sí, con el silencio,
de acuerdo con la sombra interminable,
y con la soledad...
Acepta una vejez en soledad, borrosa la mirada, sin apenas palabras ni calor en el cuerpo... "Pero el olvido, no, nunca el olvido..." No se refiere al olvido en que quedan los que se van para siempre. La pareja y la familia, y acaso algún amigo, con suerte algún lector, llorarán un tiempo la ausencia. No es ese el problema. Somos mortales y hemos de morir...
Pero el olvido, no, nunca el olvido.
No hablo del olvido de quienes hoy me quieren
o antaño me quisieron,
de quienes quedarán en un primer momento
–así quiero creerlo–
bajo una triste lluvia de párpados vacíos,
hasta que el viento borre los signos más lejanos,
el eco ya dormido de mi voz.
¿A qué olvido se refiere entonces el poeta? A la pérdida de la memoria autobiográfica. Un anciano en soledad puede recrear, en su fantasía y su corazón, sucesos, sensaciones, paisajes, amores, caricias vividas o soñadas, belleza contemplada o creada, versos escritos... Maravillosa evocación, en la pluma de Porpetta, del mundo del recuerdo, que se perderá (desmemoria) quien quede reducido a vegetal sin comunicación, zombi vacío, de trapo o carne muda...
Hablo de mi memoria, de mi propia memoria,
esta memoria mía que atesora
tanta vida vivida,
tantas difuntas muertes,
tantas risas y llantos, tanto amor.
Mi memoria poblada de distancias,
del júbilo cercano de mi mar,
de paisajes que vibran y apasionan,
de caminos, de ríos, de bosques, de ciudades,
de todo el ancho mundo que pude recorrer.
Mi memoria repleta de páginas y versos,
de hondas melodías que nunca callarán,
del clamor de la piedra hecha milagro,
de la forma trocada en emoción.
Mi memoria, caudal inagotable
de miradas, de labios, de manos, de caricias,
de palabras que dije, de palabras que oí.
Mi memoria entregada a su memoria,
en la que ella siempre alentará.
Puedes quitarme todo,
todo cuanto me diste: tuyo es.
Pero yo edifiqué esta memoria mía
la sembré de aventuras y de nombres,
la colmé de momentos inmortales,
a través de los días la hice renacer.
Llegamos al final, con un acto de fe en Dios Todopoderoso ("sé que puedes hacerlo"), y un guiño inteligente a su Bondad, a su Corazón de Padre...
Escúchame:
no pongo condiciones, sólo pido
permanecer por siempre en mi memoria,
que mi memoria permanezca en mí.
Yo sé que tú lo harás, y no me digas
que no puedes hacerlo, que sería
contravenir las normas,
romper el equilibrio,
o derogar las leyes de tu imperio ancestral.
Sé que puedes hacerlo, sé que puedes
porque en esa memoria, no lo olvides,
habitas tú también.
Una importante observación final. El enfermo de Alzhéimer pierde, lo hemos visto, la memoria personal y, por tanto, desconoce al ser que le acompaña y que acaso haya sido el amor de su vida... Pero el cuidador sí que conserva su memoria, y recuerda tantos y tantos besos, sacrificios, confidencias, aventuras vividas en común, abrazos en el lecho del amor que engendraron hijos hoy vivos... ¡Él es la memoria de los dos! Y le trata con amor y veneración como honran los creyentes la reliquia de un brazo de santo o una momia de mártir...
A PROPÓSITO DEL ALZHÉIMER
1.“Bicicleta, cuchara, manzana”, el film
2.Pero el olvido, no, nunca el olvido
ESCÚCHAME, de Antonio Porpetta
3.El album familiar
FOTOGRAFÍAS, de Ginés Aniorte
4.“Te lo entrego hasta el día de la resurrección”
CALLADA CANCIÓN, de Leopoldo Panero
VIEJA SENTADA, de Gaspar Moisés Gómez
5.“El padre se ha quedado niño”
PADRE ANCIANO, de Ramón de Garciasol
INDEFENSIÓN, de Ginés Aniorte
6.No me gustaría, de mayor, ser como ellos
A LA SALIDA DEL PUEBLO, de Vicente Aleixandre