Amtonio Colinas 8. RECIBE EL PREMIO REINA SOFÍA
La portada de “Lumbres”, el nombre de la nueva antología, está ilustrada con una foto realizada por el propio Colinas al volver de un paseo. En ella se ve un campo de trigo mecido por el viento y unas nubes borrascosas aproximándose desde el horizonte. Sacó la foto con su móvilsin ninguna pretensión, pero a posteriori la interpreta demostrando el alcance de esa mirada ingenua y honda: "Es una fotografía llena de símbolos. El trigo representalo telúrico, también aparece lo celeste y las nubes pueden simbolizar la vida que fluye". Dentro del libro hay también una colección de fotografías que para el poeta constituyen "una geografía del alma".
MUSITAR EL POEMA COMO PLEGARIA
Dos preguntas y dos respuestas
¿Elementos comunes, temáticos o vitales, que aparecen en mis obras?
“La fidelidad a la propia voz por encima de las dificultades, la poesía como una vía de conocimiento y búsqueda de la plenitud de ser, el amor, la naturaleza, el tiempo, la muerte, lo sagrado. Este último concepto es una aspiración que acompaña a los humanos desde el origen de los tiempos, traspasado de sincretismo, que nada tiene que ver con el trasnochado y decimonónico anticlericalismo español.”
¿Novedades que presentan mis últimos trabajos líricos?
“Se van reduciendo de tamaño y van tomando el aspecto de canciones, porque, en el fondo, el viaje del poeta es un viaje hacia el silencio, un viaje hacia la página en blanco otra vez.”
No me resisto a reproducir el breve pero intenso poema que cierra, hasta el silencio, las luminosas meditaciones de “Canciones para una música silente”:
XXVII
Solo quisiera
escribir mis palabras con silencios:
escribir el poema sin palabras.
Solo quisiera
musitar el poema
como plegaria de silencio
en el silencio.
QUE PERDURE ESTE INSTANTE
En la sección “Manantial de la luz” del “Libro de la mansedumbre” (1997) encontramos el hermoso poema “Los últimos veranos”. La primera palabra que nos saluda es “Padres”: el poeta bañezano declara a sus progenitores un creciente amor a medida que se acerca el tiempo de la despedida. Pero no: celebremos ahora la fiesta de la ternura (“los más bellos años míos”). Vamos a disfrutar el tiempo de su compañía: a estirarlo, eternizarlo… “¿Y qué daría yo por detener / esta luz de los últimos veranos, / las auroras de oro de nuestras vegas?... / Esperad, y que sienta / temblar un día más vuestras dos vidas… / junto a los ríos de mi adolescencia… / Que perdure este instante… / ¡No atraveséis aún la frontera infinita!”
Nota final: confesará el poeta que el desencadenante del dramático poemario “Tiempo y abismo” (2002) fue la muerte de sus padres. “Fue una etapa muy difícil en la que primero falleció mi madre, luego mi padre… Yo he explicado que al día siguiente del funeral de mi padre nació el primer poema…”
LOS ÚLTIMOS VERANOS
Padres: aunque intuyo un vacío
que sólo con dolor podrá el tiempo llenar,
estos últimos años vuestros
son, en verdad, los más bellos años míos;
porque, aunque hay un final que puede amenazarlos,
los va intensificando el verdadero amor.
Sí, por maduros y temibles son
los instantes más bellos de mi vida,
porque al irse abriendo en mí el vacío
de vuestra ausencia
definitivamente cierro cada duda
del ser y del no ser.
(No hay dudas ya en el tiempo del amor).
¿Y qué daría yo por detener
esta luz de los últimos veranos,
las auroras de oro en nuestras vegas?
Todo es verde y dorado en esa luz.
Así es que esperadme en el fuego o la nieve
de aquellos cielos fríos,
de aquellos cielos puros.
Sabed que ya no quedan
espinos en los nidos de otros días
(son tan sólo las zarzas que rodean
los huertos y los prados de León;
los que tienen un fondo de espadañas,
de cicatrices de piedras ferrosas,
de adobe enfebrecido,
y humedades de tréboles y juncos
flotando en madrugadas de silencio).
Esperad y que sienta
temblar un día más vuestras dos vidas
como temblaban álamos de junio
(jóvenes y con pájaros)
junto a los ríos de mi adolescencia.
No vayáis más allá.
Que perdure este instante
perfumado de muerte y de amor verdadero.
No atraveséis aún la frontera infinita.
ME HE DEJADO CAER SOBRE EL SUELO
En primera persona, como meditación, como experiencia, como conocimiento, el poeta de “Canciones para una música silente” nos presenta la “Canción XXV”, relato espiritual apoyado, como es costumbre, en símbolos de la naturaleza: soy la última hoja de un árbol que, seducida por la música callada del corazón, se abandona al viento y a la tierra.
Pero al caer, ¡sorpresa!, levita como un santo, como un ángel. “Mientras mi ser no cesa / de trazar círculos de silencio” asciendo, en sublime paz, sobre las aguas del lago, el humo de las chimeneas, “por el espacio celeste”. El ansia de infinitud enciende las brasas de la intimidad, se recorre la tierra, el universo, en viaje de misterio y plenitud.
XXV
Me he dejado caer
con la lentitud
de la última hoja de un árbol,
como la lluvia cae
sembrando de ternura el pinar.
Me he dejado caer
sobre el suelo, derrotado
no por el mundo
sino por la música.
Y, cayendo, me siento ascender
como un agnus dei o como un angelus.
Abatido estoy en el vacío
de una paz sublime
mientras mi ser no cesa
de trazar círculos de silencio
sobre las lagunas serenas,
sobre el humo de los tejados,
por el espacio celeste.
ANTONIO COLINAS
Encantamiento y misterio de su poesía
1.Los silencios de fuego
LA HORA INTERIOR
PARAÍSO EN LA NIEVE
2.Libro de la mansedumbre
ASCUAS
A NUESTRO PERRO EN SU MUERTE
LA VISITA DEL MAL (enlace)
3.La llama más gozosa
LA LLAMA
LA DAMA BLANCA
4.Con el Dios escondido
LA CORRIENTE INSONDABLE
CON EL DIOS ESCONDIDO
5.Me he sentado en el centro del bosque
LA LÁMPARA DE BARRO
POEMA XXXV
6.Canciones para una música silente
VALLEFONDO
GERMINACIÓN
EL LABERINTO INVISIBLE
7.Llamas en la morada
IV. ENCIENDO EL FUEGO
V. SILENCIO Y MÚSICA
VIII. IMAGINO POSAR MI MANO EN TU MANO
8.Recibe el Premio Reina Sofía
XXVII. SOLO QUISIERA
LOS ÚLTIMOS VERANOS
XXXV. ME HE DEJADO QUERER