Antonio Colinas 6. CANCIONES PARA UNA MÚSICA SILENTE
Iniciamos el tema de hoy con la relajada imagen del poeta en el patio de su casa de Fuente Encalada. Y evocamos el afecto de los vecinos que le nombraron hijo adoptivo y dedicaron una calle con su nombre. En aquella ocasión, tenía tanto que agradecer que se enredó su voz: “No sé qué decir, pero tendría mucho que decir…”, y se puso a contar anécdotas de su infancia: “Nací en La Bañeza, pero a los seis meses de vida volví a nacer en Fuente Encalada… Mi madre enfermó, y vine aquí con mis tíos y mis abuelos. Por eso se puede decir que hace 64 años volví a nacer por esta vecindad. Y así reitero, como dijo ya otro ilustre personaje, que nací a la vida en La Bañeza, y a la luz en Fuente Encalada.”
En entrevista posterior, evoca con fervor Colinas su felicísimo descubrimiento de la naturaleza por aquellos campos de Dios: “A mi entender, la infancia es clave para el poeta. En ella es donde se dan las primeras “contemplaciones”, en el sentido que Fray Luis de León concedía a este término, contemplar templarse-con. Sobre todo, si la infancia fue feliz, e inmersa en el medio de la naturaleza, la experiencia es muy viva. Así fue en mi caso. Yo pasaba en esa casa, muy modesta, de mis abuelos todos los veranos de mi infancia y de mi adolescencia y allí contemplé esos signos y señales, esos símbolos, que luego tanto nos ayudan a vivir. De esas contemplaciones nacen las raíces que luego nos nutren.”
CANCIONES PARA UNA MÚSICA SILENTE
Al dar a conocer su “Obra poética completa” (Siruela, 2011), al tiempo que informa que entrega al lector los dieciséis libros hasta entonces publicados, Antonio Colinas confiesa que su producción lírica no se detiene y sigue y seguirá expresándose con absoluta libertad como poeta vivo en búsqueda y esperanza. En 2014, siendo fiel a sus valores de siempre (emoción, intensidad, pureza formal, musicalidad, sentido universalista, humanismo…), nos presentó “Canciones para una música silente”, que contiene unos ocho grupos de versos muy variados donde el poema largo, tendente al irracionalismo («El soñador de espigas lejanas») se funde con otros extremadamente realistas («Siete poemas civiles»), y ellos, a su vez con secciones («Un verano en Arabí», «Valle de Sansueña» o «Llamas en la morada») que buscan la sencillez y la claridad, el sentir y el pensar en los límites.
Dedicamos dos entregas a presentar algún ejemplo de versos sencillos, breves, sugerentes, seleccionados, hoy, de “Valle de Sansueña”, y el próximo día, de “Llamas en la morada”, los dos últimos grupos que dan nombre al libro: “Canciones para una música silente”.
VALLE DE SANSUEÑA
La sección “Valle de Sansueña” nos regala 25 poemas, escritos hoy por el niño, el adolescente de entonces. Cambiaron tantas cosas en este valle… ¿O es que el poeta de hoy contempla el paisaje con ojos nuevos y descubre misterios desde el alma con renovado corazón? Algunos títulos: Fuente, El eco, La piedra, Arqueología de la luz, En la fragua, Gorriones, Cumpleaños, Solsticio de invierno, Despoblado…
En los versos de “Un río, un monte, aquella mar”, el buscador de trascendencia unifica experiencias: lejos del Mediterráneo, lejos de Ibiza, acaricia la pluma y derrama su sensibilidad en el Valle de Sansueña. Así comienza: “Aquel río y sus sotos de álamos / tienen la forma de mi alma. / Aquella isla, y ninguna otra, / tiene la forma de mi alma. / Aquella ciudad, y ninguna otra, / tiene la forma de mi alma. / ¿Y este valle? // Nos debemos al lugar / del corazón…”
PINO GRANDE ABATIDO COMO RAYO NEGRO
En agosto de 2012 se originó un enorme incendio en Tabuyo del Monte (León), que destruyó más de diez mil hectáreas de arbolado, tras 18 días de infierno. Se calcula al menos medio siglo para la recuperación. Entre las pérdidas se inventarió el derribo por el fuego del bicentenario Pino Gordo de Vallefondo que podéis observar en la fotografía. Afectado por este suceso, imaginamos, el ciudadano Antonio Colinas se sentó una noche a escribir, le fluyó la inspiración y nos entregó la música de sus versos bajo el título “Vallefondo”.
VALLEFONDO
Fuiste valle del paraíso
y hoy sólo eres
infierno de las cenizas.
Pino grande de dos siglos,
abatido como rayo negro
sobre el arroyo que aún susurra vida:
hoy eres
un niño grande muerto,
aunque tus ramas que el fuego abrasó
cien lanzas o cien rayos quieren ser
contra el aguanieve de diciembre.
Jabalí: tu antiguo vigor,
en el verdor espeso de tu reino,
sólo es ya la blancura salvada
de tus colmillos
en tu cadáver.
¿Y es sueño o realidad
esa manada de pequeños corzos
que veo cruzar fugaces, asustados,
entre los troncos negros,
en el desierto calcinado?
¿Es que aún puede haber
vida en la muerte?
Creo que a sí, pues veo
caballos en los prados de antaño,
que los robles y acebos resistieron
las esferas de fuego,
la marea de las llamas,
y quizá algo quiera decirnos
el estanque en que rebosa
el frío del cielo, el arcoíris,
lejano y húmedo,
sobre el espinazo rocoso de la sierra.
Vallefondo: espera
no las manos que te arrancaron
de cuajo la vida,
sino la de aquellos que te aman
y que, luchando, habrán de devolvértela.
Habrá un día en que el pino
sangre su miel de aroma.
Habrá un día en que el brezo
vuelva morados nuestros ojos
y enamore otra vez nuestras miradas,
y las colmenas canten en la paz de la umbría,
y las abejas zumben,
como quería Virgilio,
su música divina.
¡Qué silencio tan hondo!
¿Hacia dónde han huido
los pájaros?
¿Habrá un día
en que vuelvas a ser
el paraíso que fuiste?
LE SEÑALAS AL HOMBRE TU HUMILDE RESISTIR
Observador de la vida, reflexiona el poeta sobre el enigma de la “Germinación”. Ya lo señaló Jesús como asombroso misterio: “Si el grano de trigo no cae en tierra, y no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto” (Juan 12, 24). Nos presenta Colinas el fenómeno natural en diciembre, cuando, recién brotado, tierno, resiste la helada blanca (se cubre de escarcha, hielo) o la helada negra (sin humedad ambiente, no hay protección, se produce una cubierta negra, mortal para cualquier cultivo). Nuestra sabiduría popular lo expresa en verso, cómo no: “Si no nieva en Nochebuena / no hay sementera buena.”
Asciende la savia hacia lo alto (“un dios debe de haber en sus raíces”). Resiste el frío, y un día será ofrenda amarilla en la era… Moraleja final: confiar en la sabiduría del ser, “que es algo más que vida amenazada”.
GERMINACIÓN
Misterio de la semilla enterrada, como muerta,
pero que da vida.
Misterio del trigo de diciembre
recién brotado, tierno, que resiste
la helada blanca
y la helada negra.
Un dios debe de haber en sus raíces
para que ascienda por su débil tallo
tibia savia, que salva su verdor;
una savia que quiere ascender
también al cielo azul
(cristal de estanque, si fuese de día,
y, si fuese de noche, al firmamento
sembrado con esquirlas que levantan
las espuelas de plata
de no sé qué caballos celestes).
Sobre este verdor, tan pálido e indefenso,
desciende de allá arriba
el frío más feroz.
Pero un día será ofrenda amarilla
en la era,
sol maduro caído en las manos
del que avente la parva.
Pequeño tallo tierno: sólo eres
un misterio, una pizca
de no sé qué energía.
Le señalas al hombre
de nuestro tiempo
(que tan necesitado está
de todo en su avidez)
tu humilde resistir, que es lo que importa,
y que vas demostrando, tenaz,
a través de la música de las estaciones,
que la vida
es algo más que vida amenazada.
DETRÁS DE LA ÚLTIMA PUERTA ¿HABRÁ SALIDA?
Que la vida es un laberinto, no cabe mucha duda. Tenemos tantas veces al día que escoger entre dos o tres puertas, dos o tres opciones, dos o tres caminos… Al final del laberinto de nuestra vida fantasea el poeta leonés tres decisivas puertas. La primera, de oro, silenciosa (hasta los pájaros están dormidos en sus opulentos cedros). La segunda, en penumbra, nos muestra un muro con el saludo franciscano “Paz y Bien” (“palabras dulcísimas que sanan”).
En soledad profunda, nos ofrecerán una tercera y última puerta misteriosa que no podremos abrir, porque no es todavía el momento. La solución final al laberinto de la vida que se sugiere es nada más y nada menos que haber sido pacífico (PAZ) y bondadoso (y BIEN). Más o menos, examinarnos si hemos cumplido positivamente la parábola de Jesús que algunos llaman de los ateos (Mateo 25, 31-46): “tuve hambre, tuve sed, estaba desnudo…”.
EL LABERINTO INVISIBLE
Para el que sabe ver
siempre habrá al final del laberinto
de la vida
una puerta de oro.
Si la atraviesas hallarás un patio
con musgo, empedrado,
y en él dos cedros opulentos con
sus pájaros dormidos.
(No encontrarás ya aquí la música de Orfeo,
sino sólo silencio.)
Cruza el patio, verás luego otra puerta.
Ábrela.Ya dentro, en la penumbra,
verás un muro
y, en él, unas palabras muy borrosas
de cuya sencillez brota una luz
que, lenta, pasa a ti y te devuelve
al fin la libertad,
la plenitud de ser:
“Sean siempre alabadas
las palabras dulcísimas
que sanan: paz y bien”.
Después, ya en soledad profunda,
verás que te hallas frente a otra puerta
que aún no puedes abrir,
porque no es el momento:
la que quizá te lleve a otro laberinto,
al laberinto último, invisible.
¿De él habrá salida?
(Sólo queda esperar,
esperar al amparo seguro
de esas letras borrosas
que sanan.)
ANTONIO COLINAS
Encantamiento y misterio de su poesía
1.Los silencios de fuego
LA HORA INTERIOR
PARAÍSO EN LA NIEVE
2.Libro de la mansedumbre
ASCUAS
A NUESTRO PERRO EN SU MUERTE
LA VISITA DEL MAL (enlace)
3.La llama más gozosa
LA LLAMA
LA DAMA BLANCA
4.Con el Dios escondido
LA CORRIENTE INSONDABLE
CON EL DIOS ESCONDIDO
5.Me he sentado en el centro del bosque
LA LÁMPARA DE BARRO
POEMA XXXV
6.Canciones para una música silente
VALLEFONDO
GERMINACIÓN
EL LABERINTO INVISIBLE
7.Llamas en la morada
IV. ENCIENDO EL FUEGO
V. SILENCIO Y MÚSICA
VIII. IMAGINO POSAR MI MANO EN TU MANO
8.Recibe el Premio Reina Sofía
XXVII. SOLO QUISIERA
LOS ÚLTIMOS VERANOS
XXXV. ME HE DEJADO QUERER