Laudato si 12. LUGARES PERSONALÍSIMOS A RECORDAR
NACÍ EN JEREZ
“Nací en Jerez –informa Pilar–. Durante mis primeros cuatro años viví allí con mi abuelo en medio del campo y del olor de las viñas, que no he olvidado.” Se traslada la familia a Madrid y allí vivirá nuestra protagonista una adolescencia feliz, incluso muy feliz, porque, con solo 18 años, dio a conocer su primer poemario, prologado por Carmen Conde, “Mara” (1951), muy celebrado por la intelectualidad de la época, incluyendo a Juan Ramón Jiménez que así se refería a sus versos: “Hay una muchacha, Pilar Paz Pasamar, que ha escrito un poema excelente, magnífico, sobre Dios... Este poema es una joya, esa niña es genial.” La sensible poeta se enamora de un interesante muchacho, Carlos Redondo, y se casará con él en 1957 (la joven escritora contaba 24 intensos años).
De pronto, la inesperada noticia: Pilar, en la cumbre del éxito, se escapa de Madrid a su añorada Andalucía.En Cádiz se radicará definitivamente, sin abandonar la creación lírica. Se irá poblando su corazón de nombres: Pilar, Mercedes, María Eugenia y Arturo, sus cuatro hijos. La escuchamos, en entrevista de Ana Sofía Pérez–Bustamante: “En el sur era donde yo lo vivía todo más de cerca. La pobreza también. En Madrid mi vida estaba bastante limitada a los estudios. El sur era en cambio la libertad. Recuerdo cuando los “plateros” [amigos reunidos en torno a la revista “Platero”] hacíamos nuestras escapadas nocturnas. Íbamos a Puntales, y allí nos bañábamos a la luz de la luna, con una Angelita Revuelta que había sido campeona de natación. Y nos leíamos versos... Luego volvíamos ya al alba, entre los eucaliptos, y cerca de mi casa andaban pastando las vacas de doña María. Parecía que nos esperaban...”
EL SUELO, EL AGUA, LAS MONTAÑAS,
TODO ES CARICIA DE DIOS
"El suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios. La historia de la propia amistad con Dios siempre se desarrolla en un espacio geográfico que se convierte en un signo personalísimo, y cada uno de nosotros guarda en la memoria lugares cuyo recuerdo le hace mucho bien. Quien ha crecido entre los montes, o quien de niño se sentaba junto al arroyo a beber, o quien jugaba en una plaza de su barrio, cuando vuelve a esos lugares, se siente llamado a recuperar su propia identidad" (Francisco, Laudato si, 84).
Y LA VIDA SE IMPREGNA PARA SIEMPRE
En “Madre, Monte Corona”, descubrimos una Pilar resuelta, muy segura de su paraíso en el sur. Como escribe Francisco: “Cada uno de nosotros guarda en la memoria lugares cuyo recuerdo le hace mucho bien”. Evocando al abueloy sus toneles de vino “de madera perfumada” que pudiera haber sido un día penacho silvestre del Monte Corona, se descubre la jerezana soñadora en plenitud de selva fértil evocadora de sensaciones tempranas. Y entonces, oh bendición, predomina el olfato y todos los sentidos, despertando caricias de olor y mirada, de sabor y sonido, de tacto y de confianza...
MADRE MONTE CORONA
Las duelas de madera perfumada
con que mi abuelo componía
los redondos toneles de esa alquimia purísima
del vino jerezano
(las axilas de un dios en cautiverio,
las glándulas del tiempo detenido
en naves silenciosas y sombrías)
estaban hechas con tus árboles,
madre, Monte Corona.
Así que te he olido desde siempre,
no sólo en aquel día empapada entre helechos y castaños,
no sólo aquella tarde de ermita y clorofila,
los plátanos jaguares,
la manzanilla, el jaramago,
la masticable luz, qué dorada la lluvia,
qué rotundo el sonido de un madroño
al caer junto al río,
qué embriaguez de esmeraldas y tomillos,
qué succión de verdores y frescuras.
Como se huele por primera vez
en la infancia el aroma del mundo
y la vida se impregna para siempre,
yo te olí en las virutas, en el aserradero
de mi ciudad nativa. La calle Pajarete.
Los toneles. El vino.
OIGO TU ENORME JADEAR, TE VEO
En el poemario “Soria pura” (1949) de la notable escritora Ángela Figuera existe una sección de once poemas que titula “El río”. Páginas adelante se descubre otro breve rincón, “Soñando el mar”, que nos facilita tres nuevos títulos: “Soñando el mar”, “Nostalgia” y “Mar de mi infancia”, que seguidamente reproducimos. Nacida en Bilbao, siempre añoró Ángela jugar en el agua y muy especialmente en el agua de mar sobre arena de playa (“iban mis pies pisándote los labios”). Al olfatear, a la vera de un río, “este menudo olor de río o hierba”, se imagina con pasión estar de nuevo en el Cantábrico como entonces, y le confidencia al mar, como si se tratara de un amigo: “Oigo tu enorme jadear, te veo / mar de mi infancia, ¡mar!, siempre / esperándome”.
MAR DE MI INFANCIA
Mar, yo estrené mis ojos al mirarte.
Toda yo me estrené. Nací en tu orilla.
Tallos gemelos de mi carne nueva,
iban mis pies pisándote los labios.
Mi sueño, no; mi ensueño se acunaba
en el vaivén antiguo de tus olas.
¡Qué gritos largos iban de mi boca,
inerme de palabras, a clavarse
como ávidos arpones en tu lomo!
Al penetrar en ti, ¡con qué violencia
de urgencia varonil me penetraste!
Lejos de ti, me inclino íntimamente
sobre tu hendido pecho, y en mis noches,
el recio golpear de tus arterias
me vivifica el alma.
Lejos de ti, pisando tierra seca
de la meseta adusta, entre altos pinos,
huelo tu vasto aroma, aprisionando
este menudo olor de río y hierba;
oigo tu enorme jadear, te veo,
mar de mi infancia, ¡mar!, siempre
esperándome.
LAUDATO SI, Y POESÍA
Encíclica del Papa Francisco sobre la ecología
0.La casa común
LA CASA, por Magaly Quiñones
FUERA DE PROGRAMA, por Carlos Javier Morales
HE PLANTADO UN JARDÍN, por Pedro Casaldáliga
1.El evangelio de la Creación
RELIGIÓN Y POESÍA, de Luis Alberto de Cuenca
CANTO A LA PIEDRA, de Javier Ciordia
VIDA PERFECTA, de Jorge Carrera Andrade
2.Fuimos concebidos en el corazón de Dios
QUIEN LO HIZO POR AMOR TAN ALTO Y LIBRE, de Mauleón
Y YO EN LA CREACIÓN, de Dámaso Alonso
REQUIEM POR UN HOMBRE, de Carlos Murciano
3.Armonía entre el Creador, la humanidad y la tierra
EL ÁRBOL, de Jan Martínez
EPITAFIO, de María Victoria Atencia
LA ELEGIDA, de Pilar Paz Pasamar
4.Labrar y cuidar el jardín del mundo
BALLENAS, de José Emilio Pacheco
DE LOS ÁRBOLES, de Dionisia García
GORRIÓN HERIDO, de Joaquín Benito de Lucas
5.El misterio del Universo
TRÓPICO, de Roberto Cabral
CUANDO MIRAS DESPACIO, de Eloy Sánchez Rosillo
SEÑOR, ¿ME ECHAS EN FALTA?, de Pilar Paz Pasamar
SEÑOR, ENSÉÑAME, de Rafael de Andrés
6.Liberación o destrucción
FÁBULA DE LAS ROSAS PERDIDAS, de Leopoldo de Luis
UN HOMBRE LLORA, de Leopoldo de Luis
7.Dios en lo más íntimo de cada cosa
UN BIEN, de Claudio Rodriguez
LA VISITA DEL MAL, de Antonio Colinas
ADENTRO, de Sánchez Rosillo
8.Singularidad del hombre en la gran familia creatural
YO LE DIJE A DIOS, de Jesús Mauleón
HERMANDAD, de Octavio Paz
AMANECER, de José Luis Hidalgo
9.La arbitrariedad del más fuerte
EL BURRO, de José Julio Cabanillas
MUERTE DE UN PERRO, de Francisco Brines
MONÓLOGO DEL MONO, de José Emilio Pacheco
10.El fin de la marcha del universo: plenitud en Dios
GRACIAS, DIOS MÍO, POR TU INVITACIÓN, de Rafael Alfaro
LA TIERRA ES TUYA, por Concha Zardoya
YO SOY EL CENTRO, de José Luis Hidalgo
11.Ninguna criatura es superflua
EL HUERTO, de Antonio Pereira
LA FLOR NUEVA, de Joaquín Romero
EL MERCADER DE SEMILLAS, de Gerardo Diego
12.Lugares personalísimos a recordar
MADRE MONTE CORONA, de Pilar Paz Pasamar
MAR DE MI INFANCIA, de Ángela Figuera
13 a 23.Cada criatura canta el himno de su existencia
PHILOMENA, TU CÁNTICO, de Pilar Paz Pasamar
TODA LA NOCHE ESTUVISTE, de Pilar Paz Pasamar