San Juan de la Cruz y el Cantar de los Cantares

Reproducía el pasado viernes en este blog la frase de Santos Benetti: “Para los educadores, siempre preocupados por buscar un libro de educación sexual que no contradiga a la palabra de Dios: allí está el Cantar con toda su frescura testimonial.” Carmen a pie de escrito se preguntaba: ”¿Cómo recibirían los adolescentes la poesía de un enamorado como San Juan de la Cruz? Esa sería otra propuesta además del Cantar”. De San Juan de la Cruz y el Cantar de los Cantares apuntaré hoy unas reflexiones.

Al año siguiente de la excarcelación de fray Luis, también a fray Juan de la Cruz –el más sublime poeta castellano– se le encierra en una oscura habitación de seis pies de ancho por diez de largo utilizada hasta el momento como evacuatorio por una sección de la comunidad toledana que lo había secuestrado.

Recuerda el maltratado prisionero versos del Cantar de los Cantares de Salomón, y, de memoria, los va recreando a lo divino:

¿Adónde te escondiste, Amado,
y me dejaste con gemido?



Recostado en las tablas y mantas que los torturadores han instalado como lecho sobre el maloliente agujero del excusado, descubre en lo íntimo del corazón los latidos del Dios de la Vida. Y se deja seducir por los azules besos de tan fiel Amante (Cantar 4,12-5,1):
Entrado se ha la esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos del Amado.

Deténte, cierzo muerto;
ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto,
y corran sus olores,
y pacerá el Amado entre las flores.


Por una saetera de dos dedos de ancho desciende un hilillo de luz. En este nicho asfixiante como una tumba, sin permitirle ni cambiarse de ropa, se va deteriorando por nueve meses la salud de Juan. Pero, en místico sueño, viaja por interiores paisajes, embriagado del más puro amor:

En la interior bodega
de mi Amado bebí y, cuando salía
por toda aquesta vega
ya cosa no sabía,
y el ganado perdí que antes seguía.


Así, entre suspiros, nostalgias, éxtasis, amores, lágrimas..., brotará de su alma, como de una pradera, el Cántico espiritual, la más intensa exégesis del Cantar bíblico.

Trece años después, un 13 de diciembre de 1591, rodeado por la comunidad en su último lecho, minutos antes de subir al cielo a cantar maitines con el Señor, iniciaría el prior la lectura de la recomendación del alma. "Dígame, padre, de los Cantares, que eso no es menester", suplica afablemente fray Juan. Y, cuando le están leyendo los versículos del Cantar de los Cantares, comenta ilusionado: "¡Oh, qué preciosas margaritas!".

Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura,
y, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de su hermosura.


El Cantar llevó a fray Luis a la cárcel. El Cantar salvó a fray Juan de la cárcel.
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