"A su sucesor le espera una apasionante tarea, urgente y profunda" Aradillas: "Por fin, el Papa ha decidido la jubilación del Nuncio Fratini"
"El episcopado español apenas si se ha reformado conciliarmente, hablando y actuando"
"En España el Vaticano II está sin estrenar todavía en no pocas diócesis y archidiócesis"
La Iglesia – y aquí y ahora me refiero prevalentemente a la jerarquía-, está mal. Tan mal, que a algunos les da la impresión de que son los propios cristianos quienes substituyeron a sus tradicionales enemigos a favor de su deterioro. Sintiéndolo mucho, reconozco que buscar paliativos y atenuantes, no resulta constructivo, sino todo lo contrario.
Las noticias que a modo de referencia documentada y veraz estimulan y actualizan mi reflexión en esta dirección, las distribuyeron recientemente los medios de comunicación, una hasta con la alusión a la “autocanonización” y otras “locuras” de todo un cardenal norteamericano por más señas. Otra, con alusión a uno, español en este caso, protagonista de tretas y politiquerías, mediante su intervención personal en el nombramiento y mantenimiento de un Nuncio de S.S., “fabricado” a su medida ideológica y pastoral (¿?)
Por fin, y nada menos que después de diez años, el papa Francisco y sus actuales asesores, han decidido su jubilación, comprobadas las nefastas consecuencias que a la Iglesia española le ha supuesto su “mediación” diplomática, sobre todo en relación con el nombramiento de los penúltimos obispos, tan anti -conciliares como el mismo Nuncio aludido.
El episcopado español apenas si se ha reformado conciliarmente, hablando y actuando. El Vaticano II está sin estrenar todavía en no pocas diócesis y archidiócesis, lo que supone, entre otras cosas, que la reforma por él exigida hace ya medio siglo, pasó de largo por sus sacerdotes y por sus movimientos y comportamientos “religiosos”.
Cuando algún colega columnista de RD aboga con los razonamientos debidos en pro de la convocatoria de un nuevo concilio-Vaticano III- somos muchos más los convencidos de que en el mismo, los participantes episcopales españoles seguirían “luciendo” sus galas conservadoras y poco evangélicas, tanto o más como lo hicieran en el programado por el bendito Juan XXIII.
Estrenando y reestrenando el Vaticano II en cada hora y en cada circunstancia, a la luz de las enseñanzas transparentes y claras del papa Francisco y de su manera de ser y de comportarse, la faz de la Iglesia se tornaría apasionadamente salvadora y en fiel consonancia con las demandas de los tiempos nuevos, y de los “por venir”, pero que ya se presienten y llaman a las puertas…
El reconocido anti -vaticanista, profesado por gran parte de los miembros de la Conferencia Episcopal, es bien patente, con sus palabras y silencios, en la historia actual de la Iglesia, con la continuidad de las descalificaciones y condenas expresas de determinados teólogos “progres” cuya fama y perjuicios -“daños materiales y morales”- ni fueron, ni son, reconocidos, y menos reparados, como corresponde, al menos en conformidad con lo establecido en las leyes laborales…”Patronear” –“ejercer de patrón, es decir, de “persona que contrata empleados para realizar un trabajo”- no parece ser virtud eminentemente jerárquica. Todavía, el “servilismo” –“sentimiento o ciega adhesión a la autoridad”- , en masculino o en femenino, es proclamado como ejemplar comportamiento cristiano.
Al nuevo Nuncio le espera en España una buena y apasionante tarea. Importante, urgente y profunda. En la renovación del episcopado son muchos los “intereses” en juego. Y tal “juego” no es solo ni fundamentalmente eclesiástico, aunque así lo parezca y hasta lo proclamen literalmente la Constitución, el Concordato y los “Pactos”, pendientes de renovación a perpetuidad. A los obispos, hoy por hoy, y de alguna, santa y sutil manera, también los nombraron y los nombran los partidos políticos, que se creen portavoces del sentir y pensar de los ciudadanos de un país “representativamente” católico como el nuestro, al que de alguna manera y con diversidad de fórmulas, ayudan, con compensaciones en mitras, inciensos, procesiones, báculos, fiestas y votos en las elecciones.
Obispos-obispos, libres política y religiosamente, no hay muchos, ni dentro ni fuera de España. Del preciado legado de la libertad que confiere el santo evangelio, y cuya administración y desarrollo teóricamente al menos, les corresponde a los obispos, estos no son siempre conscientes. Y tal aseveración no es proclama anticlerical de la “prensa impía y blasfema”. Es principio y fundamento de teología y de historia.
Para colocarle, por ahora, el punto y aparte, a estas reflexiones, me permito formularle “a quien corresponda” esta pregunta, “madre” de otras:
¿“Para qué sirven los Nuncios y las Nunciaturas? ¿Ellos y ellas lo son del papa como Jefe de Estado, o como “Obispo de Roma”? ¿Qué opinan acerca de ello los Presidentes de las Conferencias Episcopales de una Iglesia sinodal y “en salida”?