De Juan Pablo I a Pablo VI: papas santos o 'canonizables' Aradillas: "¿Habría que 'descanonizar' a los Papas santos?"
Como toda la Iglesia es en gran parte obra del papa que haya sido elegido, la elevación sistemática a los altares, como referencia y ejemplo religioso, no es convincente, sino todo lo contrario
Ya, y por fin, parece cercana la fecha de la beatificación de Juan Pablo I, por santas señas el efímero papa de la sempiterna sonrisa, y una de cuyas preocupaciones de los colaboradores de tan sacrosanto empeño será el de la ubicación en el santoral, en el escalafón de los “confesores” o en el de los “mártires”.
Despejada, si llega la hora, tal contingencia y con el convencimiento de que en cuestiones de santos y santas, el dogma no tiene por qué entrometerse ni necesitar los “Nihil Obstat” , a título personal, como siempre, me limito a recopilar y a dejar constancia del aleteo de las mariposas al conocer la noticia procedente de las estancias del dicasterio de la Curia Romana, relacionado con las “Causas de los santos”.
¿Qué ha impedido, o impide, que no sean invocados en las letanías los nombres de los papas del siglo XX, Benedicto XV y Pío XI, al ser los únicos que no “fueron elevados al honor de los altares”, habiéndolo sido los otros, ya hasta Benedicto XVI, y en algunos sectores, menos eclesiásticos, el papa Francisco? ¿Oculta algo la historia, en unos tiempos en los que todo se sabe o sabrá?
¿No resulta extraño que, así las cosas en la Teología y en el Derecho Canónico, por el solo hecho de haber sido elegido papa, los altares, los textos litúrgicos y los hagiográficos, estén indefectiblemente dispuestos a acogerlos en su seno, pese a los defectos y limitaciones propias de las fragilidades humanas, constatadas con documentación, y pese a que acerca de los milagros que se les atribuyen, resulten poco o nada fiables y, cuando parezca, hasta se prescinda de tal requisito?
Sin esforzarme en exceso en suscitar comentarios, el sentido común y la información más elemental suscitan en el pueblo de Dios convencimientos coincidentes con los que, los papas, por papas, además de tantas otros privilegios terrenales y supraterrenales, disfrutará el de la seguridad de su inscripción en el listado oficial, solo o fundamentalmente por razones, o sin-razones, de vulgar endogamia, religioso, espiritual o jerárquica.
El escándalo “intra” o “extra” eclesiástico, está generosamente servido, informados hoy de cómo se encuentra la Iglesia, con sobrecogedora mención para una buena parte de los miembros de la jerarquía en ámbitos ético-morales. La Iglesia es lo que son sus obispos y sus curas, y la doctrina que imparten unos y otros, y sus alabanzas y condenas, sus pobrezas y riquezas, estilos de vida y promesas y sobre todo, sus comportamientos y estilos de vida …Como toda la Iglesia es en gran parte obra del papa que haya sido elegido, la elevación sistemática a los altares, como referencia y ejemplo religioso, no es convincente, sino todo lo contrario.
A algunos puede consolarles comprobar que, no poseyendo las beatificaciones y las canonizaciones de papas conocidos “por sus vidas y milagros” antes y después de su elección, siempre ni mucho menos ni siquiera “ cristianos”( ¡ es que era, otros tiempos…¡), las puertas del cielo y de la felicidad eterna tendrán que estar clementemente abiertas a los no papas, que seguramente fueron menos pecadores y más santos, en el ejercicio de sus profesiones y oficios, dentro y fuera de las estancias domésticas, familiares o sociales…
Con los santos, y más con los canonizados o en vías de serlo, está rigurosamente prohibido, y anatematizado, jugar… Si además, fueron –o son-papas, el juego se convierte en profanación indescriptible y supina, indigno de una institución que se sigue llamando Iglesia, de Jesús por más señas. Los procesos de beatificación y canonización, y en mayor proporción los pontificios, esperan renovación y reforma, tan humilde, como eficaz y profunda.
“Descanonizar” a algunos, resultaría tanto o más santo y ejemplar en la Iglesia, como canonizar a otros, a no ser que por la misericordia de Dios se nos adoctrine que, en principio, toda persona por el hecho de serlo, no precisa procesos de ninguna clase para morar en el Reino de Dios, como un hijo más y sin sucedáneos privilegios ex jerárquicos.
Precisamente hoy se cumple el aniversario de la muerte del papa Pablo VI, ya también en los altares, con el reconocimiento por mi parte de su capacidad de discernimiento que le caracterizó al afrontar no pocos problemas, con reverencial mención particular para los relativos a España…