Filipinas tras dos semanas de cierre y cuarentena Macario Ofilada: "Pensé que este período de confinamiento podría ser un crisol purificador para nuestra sensibilidad eclesial clerical"

Crucifixión en Filipinas
Crucifixión en Filipinas EFE

"Me viene a la mente una parroquia en la archidiócesis de Manila en que hay confesiones diarias de 17.00 h a 18.00 h, una medida no prudente. Pero el pastor aconseja a sus penitentes que observen el distanciamiento social. He de confesar mi incapacidad personal para ver la racionalidad y razonabilidad de esta medida"

"Muchos filipinos siguen saliendo a las calles no motivados por la necesidad como la compra de provisiones y medicinas sino para bañarse en el mar o en el río, organizar peleas de gallos en las calles o incluso combates callejeros de boxeo y otras exhibiciones similares para intentar vencer el aburrimiento o la levedad del ser o el estrés"

Filipinas, al menos la isla más grande que se llama Luzón, ya lleva un mes hoy (escribo esto el 14.04.2020) en cierre, confinamiento, cuarentena y silencio. De momento está previsto su fin el 30.04.2020 tras extenderse durante dos semanas (se había previsto el 14.04.2020 como fecha de conclusión). Durante este período, se han hecho muy populares las celebraciones de la eucaristía, exposiciones y bendiciones con el Santísimo -incluso con la exposición de la Sábana Santa en Turín, culminando con la inolvidable bendición Urbi et Orbi del 27.03.2020, por transmisiones directas o repeticiones. No son lo mismo, pues no son el mismo sacramento (o la misma reliquia como es el caso de la síndone), pues son meras transmisiones del mismo. De entrada, un sacramento es transmisión mediacional. Cabría hablar, en mi opinión, de una metatransmisión al referirnos a las emisiones directas en línea y repeticiones de las celebraciones sacramentales. Debido a este estado de excepción, estas transmisiones constituyen el único recurso racional (pensando en nuestro propio bien) y razonable (pensando en el bien compartido partiendo del propio) que nos queda. Lamentablemente, no todos los filipinos disponen de internet, ordenadores y aparatos similares en casa.

Me alegro de que se esté redescubriendo la iglesia doméstica. Más que esta, se está experimentando la iglesia interior: más espiritual, desligada de lo externo y de lo jerárquico, más desapegada del clericalismo que impera todavía en nuestra teología sacramentológica que muchas veces se centra en el ministerio y en la administración o gestión más que en la disposición interior para acoger la fuente originaria o en la fuente originaria misma de la gratuidad que es Jesucristo. La condescendencia de Dios hecha carne y sacramento que nos ha dado su Iglesia, su sacramento de gratuidad por el poder del Espíritu Santo. 

Domingo de Ramos. Coronavirus en Filipinas
Domingo de Ramos. Coronavirus en Filipinas

Un sacramento es una mediación concreta que necesita, exige el contacto directo.  A algunos se les ha ocurrido impartir la absolución general por online streaming olvidándose de lo que clarificó el papa Francisco, en misa en la capilla de su residencia, que Dios es nuestro padre y que se puede confesar sin sacerdote mientras durara la situación el 13.03.2020. Me viene a la mente una parroquia en la archidiócesis de Manila en que hay confesiones diarias de 17.00 h a 18.00 h, una medida no prudente. Pero el pastor aconseja a sus penitentes que observen el distanciamiento social. He de confesar mi incapacidad personal para ver la racionalidad y razonabilidad de esta medida sin duda tomada con buenas intenciones.

De momento, Filipinas todavía no ha llegado al pico de la pandemia, lo cual significa que las cifras no bajarán pronto. Amén de diezmar la población, esta pandemia está causando daños irreparables en la economía y vida social de los filipinos. Todo ha cambiado o está cambiando. No se puede volver a la normalidad de antes, si no es con ojos de nostalgia. Esta nueva situación y sus consecuencias en el futuro llaman a formas más intensas y radicales de responsabilidad, humanidad, solidaridad, convivencia que necesariamente supone una forma más sacramentológica, es decir, más humana, comprensiva e incluso estricta forma de la justicia, entendida no como medida punitiva sino correctiva y para regular con orden, pues muchos filipinos siguen saliendo a las calles no motivados por la necesidad como la compra de provisiones y medicinas sino para bañarse en el mar o en el río, organizar peleas de gallos en las calles o incluso combates callejeros de boxeo y otras exhibiciones similares para intentar vencer el aburrimiento o la levedad del ser o el estrés de tipo psicológico debido al confinamiento.

"Esta nueva situación y sus consecuencias en el futuro llaman a formas más intensas y radicales de responsabilidad, humanidad, solidaridad, convivencia"

Tampoco son prudentes las diversas medidas tomadas por otros pastores. Muchos, tal vez siguiendo el ejemplo del papa, han llevado el Santísimo a las calles, en procesiones, incluso con otras imágenes venerandas o taumatúrgicas provocando la salida de los feligreses a las calles para salir al encuentro. Otra medida que a mi juicio carece de sentido común de parte de los pastores que no se contentan con sus diatribas o liturgias largas y espectaculares en línea. Tienen que estar siempre en el candelero, pues no se contentan ser agasajados por sus aduladores desde una distancia física considerable.  Claramente se trata de una masa de humanidad angustiada e incierta en busca de salidas inmediatas que no logran comprender la ascesis comunitaria necesaria para poder salir adelante, fundada en una humanidad mayor, esto es, consideración mayor de los demás y no de los intereses propios.

En el otro extemo del péndulo, me duele citar el ejemplo de un lamentable caso de una familia doliente que tuvo que llevar la urna que contenía las cenizas de su ser querido, difunto por el Covid-19, a la parroquia de los agustinos en Manila para que un sacerdote rezara el responso final tras haber estado en cinco parroquias distintas en que su súplica había sido rechazada por los pastores.

Todo ello demuestra el poder político de lo clerical. Político porque los clérigos, como guardianes de lo sagrado, forman parte de la economía o administración de la gran casa que es el estado o la ciudad. Los clérigos son una clase privilegiada, pues son los que aseguran la protección y bendición incesantes de los dioses a la sociedad.

Retirada del agua bendita de las pilas
Retirada del agua bendita de las pilas

Llevo mucho tiempo combatiendo el clericalismo exacerbado en la iglesia, empezando con la filipina. Pensé que este período de confinamiento podría ser un crisol purificador para nuestra sensibilidad eclesial clerical y renovar y fortalecer la noción eclesiológica de Pueblo de Dios y no el concepto o modelo de una iglesia jerárquica o sociedad perfecta.  Somos todo Pueblo de Dios, unidos por la comunión en Jesucristo, en camino hacia el Padre, facultados, capacitados, emancipados por el Espíritu Santo para ser iglesia, para ser sacramento de Jesucristo.

Todos estos actos imprudentes y egocéntricos de parte de algunos de nuestros clérigos, -yo sigo creyendo en la buena intención de la gran mayoría, aunque el camino más seguro al infierno está hecho de buenas intenciones- ponen de manifiesto que se traiciona la sacramentalidad (la gratuidad de los sacramentológico) de su oficio, como guardianes del lote (cleros) que pertenece al laos (asamblea, de donde viene la palabra laico o del pueblo en general).  Ser clero o clérigo no es un privilegio sino que es una responsabilidad para cuidad del lote, de la herencia que pertenece al pueblo, al laos. El cuidado no termina consigo mismo sino que es gratuidad, cuidar a los demás, capacitando a los demás para que estos mismos se transformen en cuidadores de los demás. Es esta la esencia del servicio, del ministerio, de la diakonía en el Nuevo Testamento.

El dolor de la muerte en tiempos de coronavirus
El dolor de la muerte en tiempos de coronavirus

La diakonía es cuidar a los demás, empezando con las viudas y huérfanos, con los más pequeños, y en este caso histórico de los más alejados porque tienen que estar alejados físicamente debido a la pandemia. La diakonía puede ser ejercida en parte mediante las misas o celebraciones on-line, incluso las exposiciones on-line aunque estas no pueden igualar las celebraciones presenciales. Pero no de provocar las asambleas en las calles, bendiciendo ramas y demás artículos religiosos con comitivas o con procesiones.

Incluso en las Sagradas Escrituras, desde san Pablo, se hablaba de eucaristías sin los presbíteros o los llamados clérigos. Se hablaba de perdón que es gratuito, siempre disponible y no dependiente de la disponibilidad de los ministros.

Lamentablemente hemos perdido en general el tren de aprovechamiento de esta cuarentena y cierre como período de gratuidad, más allá de lo presencial para volver a la presencia ilimitada, siempre rebosante del Misterio hecho Palabra y Carne, en el Sacramento.

Además del papa Francisco y limitándome a la experiencia filipina, el administrador apostólico de la gran iglesia de Manila, Mons. Broderick Pabillo, -quien fue el primero de los obispos de la Provincia Eclesiástica de Manila y lugares vecinos en tomar la decisión inteligente de cancelar la celebración pública de las misas el 13.03.2020- ha subrayado todo esto recordando, evocando, promoviendo la iglesia doméstica que mejor reflejaba los ideales eclesiológicos de la era apostólica. 

Coronavirus
Coronavirus

La época apostólica era un período de persecuciones. También lo es la nuestra, con un enemigo invisible en que debemos distanciarnos físicamente durante mucho tiempo, junto con incontables privaciones, por lo que es preciso promocionar la recuperación de este ideal eclesiológico, subrayando una iglesia que es Pueblo de Dios, unidos por la comunión en el espíritu, superando lo presencial, respondiendo a lo urgente con creatividad evangélica, resultando en una mayor compasión, humanidad, misericordia que abra fronteras y que desee que la custodia de lo sagrado sea tarea, responsabilidad, cuidado de todos. De esta manera, nos capacitamos mutuamente, capacitamos a los demás para se cuiden, sirven, ayuden mutuamente. Pensar que esta tarea católica (léase universal) la acapara una clase privilegiada es una ocurrencia diabólica, por así decirlo.

Admiro también el llamamiento del papa a los sacerdotes a acercarse a los enfermos, pobres y necesitados en estos momentos. En casos extremos, -y solo en casos extremos- esto es lo justo y necesario.  En casos extremos, hay un llamamiento a un valor y compromiso extraordinarios.  Pero como medida última (agotando las distintas posibilidades) reconociendo que las celebraciones a distancia, en la hora suprema de la muerte, simplemente no llegan.  Ahí está el verdadero valor:  salir solo en ocasiones extremas y no abusar de múltiples e inecesarias salidas, procesiones o incluso transmisiones centradas en las personas de los clérigos como si estos tuvieran unos poderes especiales o mágicos y que son los dueños del acceso a lo sagrado, como los sacerdotes de antaño en las religiones no cristianas. En la Iglesia de Cristo, ninguno es dueño, todo somos encargados; ninguno es amo, todos somos servidores.

Compartiendo el pan
Compartiendo el pan

Pues bien, la sacramentalidad cristiana es la vivencia cristiana vivida en tiempos fáciles y difíciles. Esta crisis es una oportunidad excepcional para vivirla de manera más intensa y creativa sabiendo que la presencialidad física no es aconsejable y posible en estos momentos confiando en que con el Espíritu todo es posible, sin el pago o tributo presencial y físico de los sacrificios como en el templo ya destrozado de Jerusalén que destroza la animación motivada por el Espíritu en las personas. Con el Espíritu es posible y necesaria una entrega de la vida propia, incluso hasta el punto de distanciarse físicamente y de abstener de contactos sociales presenciales como sacrificio, pues todo ello proviene de un amor mayor, más allá de la inmediatez de los privilegios (en diversas retransmisiones de misas se ve la presencia de un buen puñado de laicos privilegiados) y más cerca de los ideales sacramentológicos cuya clave no es la cercanía en sí sino el mismo amor que motiva la cercanía a través de la entrega abnegada.

Este tipo de sacramentalidad ha de definir nuestra teología sacramentológica y eclesiología. Ciertamente hay muchos modelos eclesiológicos, mejor expuestos por los expertos. A ellos me remito. Pero para estos tiempos de distanciamiento, un acercamiento mayor como Pueblo de Dios en términos de comunión es posible con medidas racionales y razonables que eliminen el clericalismo en nuestro sentir como iglesia.

Un altar doméstico para la celebración íntima. China
Un altar doméstico para la celebración íntima. China

Para terminar, quisiera evocar aquí la religiosidad de mi madre y de mis abuelas. Para mí, hasta que hice la primera confesión y comunión en el colegio de los Agustinos cuando tenía siete años ellas, fueron mis únicas sacerdotisas, ministras de lo sacramentológico y de lo sagrado. Cuál fue mi sorpresa (por no decir, escándalo) al comprobar que la religiosidad de la mayoría de los clérigos oficiales distaba mucho de la piedad sincera, sencilla, devota de estas mujeres, las primeras en hablarme de Dios, de Jesucristo, de la Virgen, luego de la Iglesia y más tarde del Espíritu Santo (la que mejor me habló de este fue una tía solterona que se hizo cursillista luego carismática incluso fundamentalista). Pese a sus múltiples imperfecciones como seres humanos, añoro su fe ejemplar, que no es de carbonero alabada por algunos teólogos y prelados que siguen abogando un laicado ignorante y dependiente de los clérigos. La fe de mi madre y mis abuelas era pura, pues fue purificada por los grandes problemas y desafíos de la vida.  De su ejemplo como modelos de fe he sacado grandes lecciones más profundas que las que se encuentran en tratados dogmáticos o filosóficos. Su fe, que yo denominaría fuerte y acrisolada, es una fe madura. No es la de un carbonero, pues no es ignorante, ingenua o incluso del todo inocente o cándida pero ellas con su fe contemplaba con corazones abiertos, renovados y bienintencionados las cosas a pesar de detectar con ojos avizores, -debido a que eran veteranas en la lucha llamada la vida humana- la malicia, maldad,  picardía incrustadas ontológicamente en ellas. 

"Cuál fue mi sorpresa (por no decir, escándalo) al comprobar que la religiosidad de la mayoría de los clérigos oficiales distaba mucho de la piedad sincera, sencilla, devota de estas mujeres, las primeras en hablarme de Dios"

Siendo así, su fe puede calificarse como verdaderamente comprometida con la vida, arraigada en ella, siempre basada en ella hasta en la última fase de su peregrinación mortal cuando ya estaban alejadas físicamente de la iglesia oficial y confinadas en sus lechos de muerte convertidos en altar. Ahí ofrecieron, como sacrifico puro y santo, su vida entera, su enfermedad, su muerte, su pascua definitiva. Estos momentos para mí fueron las más grandes celebraciones sacramentológicas de mi vida. Y las sigo comparando con las misas, confesiones, devociones que hacía presencialmente, junto con incontables feligreses, en nuestros templos antes del amor a lo sagrado en tiempos del Covid-19.

Resucitado. Caravaggio
Resucitado. Caravaggio

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